El costo de la excelencia
La renuncia de la secretaria de Recursos Naturales, Tania Vázquez, como resultado de denuncias relacionadas a la otorgación de contratos en la agencia, acentúa la consternación angustiosa del pueblo sobre la manera en que los funcionarios gubernamentales administran los recursos públicos. La controversia en el Departamento de Recursos Naturales se suscita de forma simultánea a la revelación de contrataciones en otras agencias del gobierno, estatal y municipal, de todo tipo de familiar o colaborador político de los funcionarios de nuestro gobierno. Esto no es asunto nuevo y, por el contrario, parece ser una de las constantes en la dinámica pública en Puerto Rico.
La pregunta fundamental es entonces, qué estamos dispuestos a hacer para poner fin a este tipo de conducta. La respuesta parecería simple, pero no lo es. En Puerto Rico, el gobierno es, desde cualquier perspectiva que lo examinemos, el patrono y la fuerza más importante de contratación en nuestra economía. En ese sentido, el empleo o la contratación pública termina siendo cuestión de supervivencia económica para gran parte de la sociedad puertorriqueña, tanto desde el ámbito individual, como comercial e incluso, del tercer sector. En palabras sencillas, todos dependemos —en mayor o menor grado— de la subvención gubernamental.
Esta realidad requiere, para gran parte de nuestra población que procura estos beneficios, acceso libre al funcionario público y, a la vez, discreción amplia de parte del funcionario para poder disponer, a su mejor parecer, de cómo habrán de repartirse los recursos gubernamentales. De esta manera, el ciudadano o el interés económico particular, acude y reclama el empleo o el contrato ante el funcionario y este o está decide, según su parecer y conveniencia propia, si accede a la petición. En este sistema de prebendas, amiguismos y compadrazgos, el mérito individual del reclamante y el mejor interés público no es lo importante. Irónicamente, en este sistema todos ganan del reparto de los fondos públicos, menos el verdadero interés público.
La manera de poner fin a este arreglo del que tanto nos quejamos, es precisamente limitar al acceso libre de cualquier ciudadano al puesto o al contrato gubernamental y la restricción de la autoridad de los funcionarios públicos sobre a quién emplear o contratar. En lo adelante, una autoridad nominadora no dominada por ninguna facción política o por ningún interés particular, otorgaría los empleos y los contratos, no a quién más lo necesitara o a quién más ayudó a la campaña, sino a la persona más talentosa o preparada de todos los solicitantes.
Esta alteración del sistema de contratación gubernamental, significaría que, automáticamente, una enorme cantidad de ciudadanos sin mayores destrezas, preparación o talento quedarían sin empleo y sin medios de ganarse la vida en el servicio público. Los puestos en el gobierno estarían entonces reservados exclusivamente a una casta privilegiada por su talento individual, la cual retendrían sus posiciones, con independencia de los cambios electorales y la articulación de nuevas políticas públicas en respuesta a los mandatos electorales.
Este nuevo arreglo, predicado exclusivamente en el talento es, quizás, como las cosas deberían ser. Esto es, que el mérito prevalezca y punto. Por consiguiente, quien no tiene ese mérito o talento, debe quedar absolutamente excluido de las estructuras gubernamentales y dejados a su suerte y a su aparente mediocridad. Como resultado de esta modificación, probablemente , habría mejor calidad en el ofrecimiento de los servicios públicos, pero una cantidad inmensa de nuestros padres, hermanos, primos y amigos quedarían automáticamente desempleados. Así de simple.
La excelencia tiene un costo. El que no rinda ni esté a la altura del estándar esperado no tendrá espacio de participación en este nuevo arreglo. La pregunta es, a fin de cuentas, si estaremos dispuesto a hacer este cambio y asumir la totalidad de sus consecuencias drámaticas. Me temo que la contestación a está interrogante por gran parte de nuestra población, será un tajante no.
“La renuncia de Tania Vázquez acentúa la consternación del pueblo sobre la manera en que los funcionarios administran los recursos públicos”