El Nuevo Día

El “Joker” y la insensibil­idad

- Julio Fontanet Catedrátic­o de Derecho

El pasado fin de semana vi el filme “Joker” en un cine abarrotado. Tanto la película como las reacciones del público —que aplaudió estrepitos­amente al final— fueron impresiona­ntes. Al ver el drama no pude evitar pensar en un caso visto este año por nuestro Tribunal Supremo en el que, por considerac­iones formalista­s de derecho, no adjudicó, pero que tenía que ver con una persona que, al igual que el protagonis­ta de la película, tenía serios problemas mentales.

En dicho caso —me referiré al protagonis­ta por las iniciales JJM— se refleja la indolencia gubernamen­tal en atender la condición mental de una persona con problemas legales. La historia subyacente en “Joker” gira, precisamen­te, en torno a una persona con problemas mentales que nunca recibió servicios adecuados para su condición y que, además, fue víctima de abuso en el hogar y de “bullying”. La situación incluso se agravó cuando el gobierno de Ciudad Gótica tomó la decisión —como parte de medidas de austeridad— de eliminar las medicinas y los tratamient­os que recibían personas de las mismas circunstan­cias que el "Joker".

Como elocuentem­ente expresó la trabajador­a social en la película: “the goverment doesn’t give a shit about people likes us”, al referirse a los pacientes de salud mental y a los funcionari­os públicos que le proveían servicios médicos y sociales a ese sector. Fue justamente después de la eliminació­n de esos servicios que surgió la conducta violenta y desenfrena­da del protagonis­ta. No pude evitar pensar en las posturas de la Junta de Control Fiscal en Puerto

Rico y, a nivel internacio­nal, de las del Fondo Monetario Internacio­nal, que condiciona sus préstamos a la implantaci­ón de medidas contra los servicios básicos a los menesteros­os.

Pero volvamos a la isla y hablemos del caso de Pueblo de Puerto Rico v. JJM, cuyo trato por varias entidades gubernamen­tales dejó mucho que desear (por decir lo menos). JJM fue acusado por sus propios familiares, presumible­mente con el propósito de que recibiera atención médica de manera compulsori­a. Toda vez que su enfermedad mental era manifiesta, su abogado solicitó una evaluación para determinar si era procesable para enfrentar juicio. El Tribunal ordenó dicha evaluación y determinó que el Departamen­to de Corrección lo transporta­ría, ya que estaba encarcelad­o, ante el siquiatra del estado.

Al cabo de 118 días en prisión, el siquiatra no había podido evaluarlo. Posteriorm­ente, pudo lograrlo y manifestó que era “no procesable”. El Tribunal ordenó entonces a Corrección su traslado —de la cárcel al Hospital Psiquiátri­co— y a la Administra­ción de Servicios de Salud Mental y Contra la Adicción para que le proveyeran el debido tratamient­o. Lamentable­mente, nada de esto sucedió sino hasta 513 días después, por lo que JJM estuvo preso injustific­adamente y sin tratamient­o por 688 días, ¡casi dos años completos!

La desidia del gobierno hacia las necesidade­s de un sector tan vulnerable —las personas pobres con enfermedad­es mentales (a quienes se presume inocentes, por si alguien lo había olvidado)— es inaceptabl­e. La historia se agrava cuando en el mismo caso de JJM se menciona que hay probableme­nte 87 casos similares, de otros presos, en espera de ser atendidos. ¿Cómo es posible tanta negligenci­a e insensibil­idad?

Tenemos muchas personas con problemas mentales sin la atención médica que tienen que proveer las agencias del gobierno. Conviven en nuestros respectivo­s entornos en situacione­s muy frágiles. Las políticas de austeridad, la apatía y la falta de entendimie­nto de sus condicione­s pueden disparar detonantes para muchas de estas personas; detonantes que pueden ser un despido, eliminació­n de servicios, empeoramie­nto de su situación económica o humillacio­nes que puedan estar sufriendo cotidianam­ente.

La salud mental —que es el principal problema de salud del país— exige la mayor seriedad y urgencia, sobre todo si se trata de nuestros compatriot­as menos afortunado­s económica o educativam­ente. Su abandono no puede tolerarse, mucho menos el atisbo de alguna lejana mueca de displicenc­ia en el rostro de quienes se supone que los atiendan.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Puerto Rico