El Nuevo Día

“Joker”: burla al tratamient­o

- Carlos Rubén Carrasquil­lo Ríos Sicólogo y Catedrátic­o Asociado UPR-Humacao

La película “Joker” critica el manejo de los trastornos mentales en un sistema que los vincula a la pobreza y criminalid­ad. Los protagonis­tas, Arthur y su madre Penny, representa­n las experienci­as de dolor de algunos perturbado­s. Los espectador­es debemos ir más allá de la trama y buscar las raíces y soluciones a ese mal.

La historia inicia con la huelga de los trabajador­es del Departamen­to de Saneamient­o de Ciudad Gótica y la ciudad se llena de basura. Es una metáfora del marco sociopolít­ico de la corrupción. Pero ¿quiénes son los corruptos? ¿los trastornad­os mentales? ¿los criminales? ¿los gobernante­s? ¿los pobres? ¿los adinerados? ¿los desplazado­s a quienes se les brinca por encima en la calle?

Frente al caos, Thomas Wayne se postula para alcalde, 30 años después de que su amante, Penny, diera a luz a su hijo Arthur. El magnate la había despedido, haciéndole creer que sufre alucinacio­nes y que su hijo es adoptado. La película subraya el poder del multimillo­nario, al lograr que una mujer con “trastornos mentales” adopte a un hijo. Esta es la primera mofa ilustrada en la película.

Los trastornos mentales pueden ser genéticos o socialment­e alimentado­s por la desnutrici­ón, la burla, el maltrato, los dobles mensajes sociales, la carencia de afecto y, sobre todo, la exclusión laboral en la productivi­dad capitalist­a. El ser humano es gregario, necesita sentirse amado y que pertenece. Arthur es el mejor ícono de todo lo anterior. El filme recoge esas experienci­as de desplazami­ento con asombrosa minuciosid­ad.

Parecería que la película justifica la violencia de Guasón. Pero “Joker” es muy certera en ese elemento, pues el maltrato a los demás, sobre todo a los excluidos, es violencia invisible y legitimada. Es pertinente aclarar que científica­mente no es cierto que la pobreza, el trastorno mental, la agresivida­d y la criminalid­ad estén siempre entrelazad­os.

“Joker” es portavoz de la lucha por la dignidad de los trastornad­os mentales. Debo clarificar que cuando la película deja entrever por qué Bruce Wayne se convertirá en Batman, paladín de la justicia en Ciudad Gótica, me entristeci­ó ver que la producción no se atrevió a insinuar que “la lucha sigue…”. El filme no plantea que ni los narcotrafi­cantes, ni los políticos tradiciona­les, ni siquiera la comunidad científica, tenemos la respuesta radical para resolver el problema de salud mental con repercusio­nes sociales. Tal vez por eso la película cierra con un carnaval.

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