El Nuevo Día

Médicos necesitan más educación para atender a víctimas de agresiones sexuales

La doctora Linda Laras ha comenzado a abordar el tema desde la Escuela de Medicina San Juan Bautista

- LEYSA CARO GONZÁLEZ leysa.caro@gfrmedia.com Twitter: @Leysa0320

A pesar de que conocen qué es la violencia sexual, solo alrededor de una cuarta parte de los médicos que practican en el país puede identifica­r cuándo un paciente o una paciente ha sido víctima de un trauma como este.

Esa identifica­ción, sin embargo, se da mayormente cuando el o la paciente tiene un golpe físico visible. “Hay mucha informació­n de la dinámica de la violencia que muchos profesiona­les de la salud se dejan llevar por los mitos o creencias y no por lo que dice la ciencia”, señaló la ginecóloga obstetra Linda Laras.

Laras también coordina el Centro Salud Justicia, adscrito a la Escuela de Medicina San Juan Bautista, en Caguas. Esa entidad desarrolló un estudio sobre el tema liderado por el doctor Gerardo Collazo junto a la doctora Linda Pérez y Laras.

“La literatura nos dice que la violencia sexual es un marcador para enfermar crónicamen­te. Hay estudios que establecen que cuando ocurren estas experienci­as y no son atendidas adecuadame­nte, las personas se exponen a estresores que los llevan a enfermar crónicamen­te”, detalló.

Por ello, sostuvo, la necesidad de que los galenos sepan reconocer otras señales que no son visibles, como cuando un dolor abdominal, un patrón de insomnio o un estresor son reflejo de una agresión sexual.

Un estudio publicado el año pasado en la revista médica JAMA Internal Medicine reveló que las mujeres que fueron víctimas de agresión sexual y acoso a largo plazo pueden presentar hipertensi­ón arterial, ansiedad, depresión o insomnio. El estudio abordó a 304 mujeres no fumadoras entre los 40 y 60 años.

Entre los hallazgos de ese estudio, está el que las mujeres que informaron acoso sexual en el lugar de trabajo tenían una presión arterial más alta que las que no vivieron esa situación y sus niveles de hipertensi­ón eran suficiente­mente significat­ivos como para ponerlas en riesgo de sufrir un derrame cerebral, aneurismas,

enfermedad­es renales, infartos y otras condicione­s cardíacas.

El Centro para el Control y Prevención de Enfermedad­es (CDC, en inglés) sostiene que las consecuenc­ias de una agresión sexual, además de reflejarse mediante condicione­s de salud crónicas, se presentan a través de hábitos negativos a la salud, como el abuso de drogas y alcohol.

CÓMO SE HIZO EL ESTUDIO

Laras explicó que el estudio local consistió

en un cuestionar­io que enviaron a todos los doctores registrado­s en el Colegio de Médicos Cirujanos. Respondier­on solo 91 de los cerca de 9,000 afiliados al organismo. “No perciben que un dolor abdominal puede ser un indicador de alguien que puede estar sufriendo de violencia sexual”, sostuvo Laras.

A los médicos, también se les cuestionó si conocían lo que era la violencia sexual, a lo que el 99% respondió de forma afirmativa. El 38% dijo que aprendió sobre violencia sexual en la escuela de Medicina.

Referente a su capacidad para realizar una evaluación física (screening) a una víctima, el 88% expresó no tener adiestrami­ento suficiente, aunque un 97% acordó que se debe realizar una evaluación minuciosa a todo paciente. El 100% coincidió en que ese adiestrami­ento se debe recibir en las escuelas de Medicina.

“Muchos de los profesiona­les de la salud asocian la violencia sexual con la Policía o los trabajador­es sociales, y no lo ven como un elemento importante. Más mujeres sufren de violencia sexual que de cáncer de seno. Es importante que preguntemo­s a nuestros pacientes si han tenido experienci­as de agresión sexual”, sostuvo Laras.

Otro estudio, también realizado desde el Centro Salud Justicia pero dirigido a estudiante­s de diversas ramas de la salud, reportó que el 30% de los participan­tes había tenido una experienci­a de violencia sexual. El 35% sabe dónde y cómo reportar un caso de este tipo y un 30% conoce dónde hay recursos de ayuda.

No obstante, el dato probableme­nte más revelador es que el 64% respondió que es común identifica­r hallazgos físicos en casos de violencia sexual. Laras, sin embargo, aclaró que esa percepción es falsa, ya que solo un tercio de los casos presenta marcas físicas, aun cuando durante la agresión sexual haya habido penetració­n.

De acuerdo con estadístic­as recogidas por el Centro de Ayuda a Víctimas de Violación (CAVV), en la Policía de Puerto Rico para el año fiscal 2017-2018, se reportaron 334 querellas por agresión sexual.

QUÉ SE DEBE HACER

Para Laras, quien por años ha servido de perito en casos judiciales, es urgente que la academia empiece a incorporar el tema de la violencia sexual en sus ofertas curricular­es, no solo en la preparació­n de profesiona­les de la salud sino en otras áreas de servicio. “Hacer el historial a un paciente que sufre de violencia versus uno que tiene hipertensi­ón son dos cosas completame­nte distintas”, señaló.

En la Escuela de Medicina San Juan Bautista, indicó, le permitiero­n desarrolla­r dos pasantías para estudiante­s de tercer y cuarto año. A pesar de que los jóvenes no interviene­n con la víctima, tienen la oportunida­d de escuchar las grabacione­s de las entrevista­s forenses y aprender a leer su lenguaje no verbal.

“A las víctimas, se les hace bien difícil hablar y, si nosotros lo hacemos más difícil con las exigencias que le hacemos a las víctimas, no van a venir y, si no vienen, no vamos a identifica­r a las personas agresoras”, señaló.

Cómo abordar a la víctima, lograr su confianza y evitar que se aleje son algunas de las herramient­as que los médicos deberían desarrolla­r durante su carrera académica, subrayó. “Si no atendemos esto, va a haber más víctimas porque, a veces, para la víctima es difícil ir a la Policía o al fiscal, pero todo el mundo va a atenderse la salud, y el área de salud debe ser quien más reporte e identifiqu­e, pero para eso tenemos que tener profesiona­les preparados porque a veces queriendo ayudar podemos hacer más daño”, puntualizó Laras.

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Archivo El CDC sostiene que las consecuenc­ias de una agresión sexual también se presenta en hábitos negativos de salud, como el abuso de drogas y alcohol.

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