Pierluisi: teatro de lealtades
Pedro Pierluisi anunció ayer su aspiración a la gobernación por segunda vez, pero en esta ocasión el Puerto Rico que lo observa no es el mismo. Esta vez, su mensaje dejó mucho que desear. Estuvo plagado de generalidades, sin una propuesta de envergadura que atrapara la imaginación del electorado. Repitió los mismos lineamientos y políticas del gobierno actual, que colapsó, y usó estribillos monótonos e insustanciales, que lo único que demostró fue el evidente interés de su campaña, de querernos hacer creer que estamos ante otra persona.
Ahora resulta que Pierluisi —el cabildero más exitoso, famoso y remunerado del país— está preocupado por los gastos en contratos, por los conflictos de interés, por los donativos políticos y ahora, súbitamente, suelta lágrimas por la pobreza, la inequidad y la Universidad de Puerto Rico (UPR)
El problema principal de Pierluisi es su historial de contradicciones. Es el mismo que hace cuatro años nos dijo que Ricardo Rosselló no estaba listo para gobernar, pero hace dos semanas afirmó que no se arrepentía de respaldarlo. Es el mismo que por dos años nos dijo que había que trabajar mano a mano con la Junta de Supervisión Fiscal, pero hoy dice que hay que decirle dos o tres cosas en la cara a la Junta. Es el mismo que guardó silencio cuando se subía la matrícula de la UPR y hoy dice que la UPR es fundamental para el futuro; y como si fuera poco, es el mismo que nos habla de gobierno limpio y transparencia, pero hace tres meses se negó a publicar sus finanzas.
Ese es el problema fundamental de Pedro Pierluisi: la consistencia de su inconsistencia.Hace cuatro años, Pierluisi se distanció de la política y optó por hacer un capital económico respetable —a lo que tiene perfecto derecho— pero en el bando equivocado. Su labor como abogado de la Junta lo colocó en un insalvable rol de ser cómplice de las políticas de austeridad que ahora pretende ignorar.
Por eso, irónicamente, no pudo haber mejor lugar para lanzar esa candidatura que un teatro; el Taboas de Manatí, porque por esas tablas, pasan actores que personifican con gran éxito papeles ficticios que solo existen en la imaginación de los libretistas.