El Nuevo Día

Doña Vera: MVP como esposa y madre

- CHU GARCÍA Columnista

Desconozco si alguna vez dijo esta frase: “No sé si sigo viviendo para pensar en ti o si pienso en ti para poder vivir”.

Pero no dudo que ella, que el jueves pasado habría cumplido 55 años de matrimonio, muriendo dos días después en el Hospital Auxilio Mutuo, a los 81 años, nació para estar pegada a Roberto Clemente, en cuerpo y espíritu, por honestidad, lealtad y pureza.

Son contadas las mujeres que enviudecen con 34 almanaques y jamás establecen una relación amorosa, de belleza exuberante y máxime con tres hijos que segurament­e necesitaba­n la mano de un hombre cercanamen­te que forjaran sus vidas por caminos correctos.

Sin embargo, Vera Zabala, no quiso que su unión con Roberto fuese un cuento bello, sino una historia de amor imperecede­ra y ejemplariz­ante, casándose con su legado de ayudar al prójimo, a ese necesitado de ropa, comida y estudios, consciente que cuando él ofrendó su vida por el pueblo nicaragüen­se en la Nochevieja del 1972, precipitán­dose cerca de Vacía Talega su avión destartala­do lleno de comestible­s y medicament­os para un país sacudido por un terremoto de magnitud de 6.2 en la escala Ritcher, que dejó balance de 20,000 muertos en Managua, con más de 250,000 damnificad­os, ella jamás le increpó que abandonara a su familia en una fecha tan significat­iva.

Por el contrario, secundó su decisión y se transformó en embajadora gratuita de los Piratas de Pittsburgh desde entonces, y fundando la Ciudad Deportiva Roberto Clemente, en Carolina, su gran sueño que no ha podido fructifica­r por razones que en este momento no procede evaluar y menos condenar.

Estoy seguro que doña Vera lloró mucho porque se había ido, pero también sonrió de cuadrangul­ar porque vivió con él el tiempo suficiente para tenderle un manto sagrado que cubrió a ambos hasta la eternidad.

Sus hijos Roberto Jr., Luis y Enrique tienen ante sí una encomienda casi imposible de imitar: actuar, sin cortapisas, como ellos, a sabiendas de que su reto es más de montaña que de valle, y, lo que es más relevante: sus padres fueron almas gemelas y a ellos les apremia salir de un segundo plano y demostrar que la sangre pesa más que el agua.

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