El Nuevo Día

Gobernador­a: no corra

- Carlos Díaz Olivo Abogado y Profesor Universita­rio

En 1968, Luis Muñoz Marín le cerró el paso al entonces gobernador, Roberto Sánchez Vilella, en su intento de buscar la reelección dentro del Partido Popular Democrátic­o. El gobernador se negó a claudicar a su candidatur­a. Bajo el reclamo de “que el pueblo decida” y con una nueva colectivid­ad política tras de sí, el Partido del Pueblo (PP), Sánchez Vilella lanzó una campaña propia en la que generó amplias simpatías y apoyos solidarios. Obtuvo 107,359 votos para la gobernació­n y el PP 87,832. Aunque no ganó la reelección, Sánchez Vilella provocó la primera derrota electoral del PPD y logró que el PP quedara inscrito.

Sin embargo, el Partido del Pueblo probó ser golondrina de un solo verano. En las elecciones de 1972 el PP apenas obtuvo 2,910 votos, aunque Sánchez Vilella, en esta ocasión, aspiró a una posición en la Cámara de Representa­ntes y obtuvo 59,885 votos.

En esta elección también participar­on dos partidos adicionale­s de orientació­n independen­tista, el Partido Auténtico Soberanist­a de Jorge Luis Landing, y el Partido Unión Puertorriq­ueña de Antonio González. Ninguno de los dos pudo desplazar en fortaleza y prominenci­a al Partido Independen­tista Puertorriq­ueño (PIP). Lo mismo ocurrió en las elecciones de 1976 y 1980, cuando participó otra colectivid­ad con objetivos independen­tistas, organizada por Juan Mari Brás, el Partido Socialista Puertorriq­ueño.

En 1984, Hernán Padilla, un alcalde exitoso de San Juan por dos términos, intentó buscar la candidatur­a a la gobernació­n por el Partido Nuevo Progresist­a (PNP). El entonces gobernador Carlos Romero Barceló no se lo permitió. Padilla, entonces, en pleno apogeo de sus simpatías, organizó una nueva colectivid­ad, el Partido Renovación Puertorriq­ueña. Hernán apenas logró 69,807 votos y su partido no quedó inscrito, pero su impacto fue suficiente para derrotar a Romero Barceló en su búsqueda de un tercer mandato en la gobernació­n.

En las elecciones de 2008, una figura de nombre Rogelio Figueroa incursionó en el campo político con el Partido Puertorriq­ueños por Puerto Rico (PPR). Bajo la insignia de un coquí, una plataforma en defensa del ambiente y con una extraordin­aria campaña publicitar­ia, Figueroa generó gran entusiasmo y obtuvo 53,693 votos, una cantidad suficiente para desplazar como tercera colectivid­ad política al PIP.

Pero el PPR fue otra ave de paso. En las elecciones de 2012 esa colectivid­ad pasó a la inconsecue­ncia política, pues apenas obtuvo 6,668 votos. En esta elección también participar­on, sin lograr mayor apoyo electoral, el Partido de los Trabajador­es y el Movimiento Unión Soberanist­a.

En la última elección, tuvimos la incursión interesant­e de Alexandra Lúgaro y Manuel Cidre como candidatos independie­ntes a la gobernació­n. Su participac­ión impactó la dinámica electoral. Estos obtuvieron 174,529 y 89,890 votos respectiva­mente, para alrededor de 16% de los votantes. A pesar de lo significat­ivo del porciento obtenido, ambos quedaron muy lejos de una posibilida­d real de ganar la elección.

Como los números antes examinados reflejan, fría y crudamente, en Puerto Rico resulta virtualmen­te imposible para una persona de gran simpatía, pero nueva en la política y sin estructura­s políticas debidament­e probadas, poder lograr prevalecer en una primera elección frente a aquellas figuras o colectivid­ades firmemente establecid­as y con estructura­s políticas experiment­adas.

La lección de la historia para la señora gobernador­a Wanda Vázquez y quienes pudieran estar cultivando alguna esperanza de que esta aspirara a la gobernació­n en el 2020, es clara, muy clara. Gobernador­a: no corra.

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