Latente el problema del hambre en la isla
A una tercera parte de la población se le dificulta alimentarse regularmente y depende de beneficencia para comer
Como todos los viernes, doña Carmen Mojica llegó ayer al casco urbano de Toa Baja mucho antes de que saliera el sol, desplegó su silla portátil sobre una acera y se sentó a esperar.
Eran apenas las 4:30 de la madrugada, pero doña Carmen, de 66 años, del barrio Piñas de Toa Alta, estaba ya en fila, según dijo, “porque al que madruga Dios lo ayuda y el numerito es más bajito”.
Su sonrisa y su afabilidad no logran disimular el drama en el que vive. La anciana es una de cientos de personas que todos los viernes hacen turno, a veces desde la noche antes, frente a la organización Entidad Ayuda al Desamparado, que reparte alimentos en Toa Baja a personas necesitadas. El “numerito” es el turno que hizo doña Carmen para recibir sus alimentos.
Sin esa bolsa, dice, ella y su esposo no podrían sobrevivir el mes sin pasar hambre. “Las cosas están tan caras, que lo que recibo en seguro social y cupones no da para todo el mes. No da”, dijo la mujer.
Cuando se queda sin compra, que le ha pasado, recurre a su pequeño huerto. “Siempre Dios suple, aunque sea un par de guineítos sancochados, con un poquito de aceite y vámonos”, relató la mujer, quien trabajó en una fábrica hasta que lesiones en la espalda la obligaron a retirarse.
Entre el seguro social y el Programa de Asistencia Nutricional (PAN), doña Carmen y su esposo tienen unos $1,300 mensuales en ingresos. Pero el seguro social se les va en pagos de agua, luz, medicamentos, teléfono y un préstamo hipotecario de $750. Solo tienen para compra los poco más de $200 mensuales del PAN.
UN PROBLEMA MUY COMÚN
Esa cantidad, por supuesto, no es suficiente para alimentarse durante un mes, lo que pone a doña Carmen y a su esposo en la categoría que los expertos llaman de “inseguridad alimentaria” y, en lenguaje menos formal, se le llama solo hambre.
Significa que son personas que confrontan dificultades para alimentarse adecuada y regularmente. En otras palabras, carecen de medios para garantizar que tendrán alimentos suficientes todo el tiempo y que, de no ser por la caridad de organizaciones, iglesias o vecinos, estarían pasando hambre regularmente.
Es un problema en Puerto Rico mucho más común de lo que muchos imaginan.
“Una persona enferma, encamada, ancianos, son personas que viven de la generosidad de algunas organizaciones y de los vecinos, porque no tienen cómo llegar a comprar, ni tienen dinero tampoco. Pasan hambre”, dijo Denise Santos, presidenta del Banco de Alimentos, una entidad sin fines de lucro que al año distribuye unas doce millones de libras de comida a personas necesitadas.
Un análisis de este año del Instituto de Estadísticas, basado en las encuestas del Sistema de Vigilancia de los Factores de Riesgo Asociados a la Conducta del Departamento de Salud, dice que el 33.2% de la población adulta en la isla enfrenta problemas de inseguridad alimentaria. El 9% de ese grupo está en la categoría de “muy baja seguridad alimentaria”.
El mismo estudio reveló que el 21.7% de las personas indicó que, en los 12 meses anteriores, hubo ocasiones en las cuales tuvieron que servirse menos cantidad de alimentos o dejar de tener una de sus comidas diarias por falta de dinero. Aproximadamente una cuarta parte de estos (25.8%) lo hizo casi todos los meses.
Al responder a las preguntas del Departamento de Salud, el 9.6% de los que participaron del estudio dijo que “muchas veces”, durante el último año, no había tenido dinero suficiente para comprar alimentos, por lo que fueron catalogados como personas de “muy baja seguridad alimentaria”. El 29% de los encuestados, dijo que le había pasado eso “algunas veces”.
En octubre de este año, la más reciente estadística del Departamento de la Familia (DF), 712,471 familias con 1.3 millones de integrantes dependían del PAN para comer. Eso significa que el 40% de la población necesita asistencia estatal para alimentarse. El 43% de los dependientes de esta ayuda, reporta el PAN como su único ingreso. Según el DF, el ingreso promedio familiar del PAN es $189 mensuales.
ACOSTUMBRARSE A VIVIR CON POCO
Doña Norma Feliciano, de 69 años y quien vive sola en Añasco, recibe $134 mensuales de PAN, lo cuales, junto a $290 de seguro social la deja con $424 mensuales para cubrir todas sus necesidades. A menudo, la alacena se le vacía antes de que le lleguen sus depósitos del PAN o del seguro social. “Cuando no hay que comer, se comen panas”, dijo la mujer, que hace poco recibió una bolsa de alimentos en una actividad del Banco de Alimentos.
“Los políticos necesitan mucho dinero para vivir, pero nosotros los pobres estamos acostumbrados a vivir con poco”, filosofó la mujer, que se transporta en un viejísimo Chrysler al que tiene abrirle el bonete y echarle agua cada vez que va a
“Han sido impresionantes las historias que están pasando los estudiantes”
BELKIS MOYA
DIRECTORA DE SOLIDARIDAD EXPRESS
“Siempre Dios suple, aunque sea un par de guineítos sancochados, con un poquito de aceite”
CARMEN MOJICA
RESIDENTE DE TOA ALTA
“El que diga que en nuestro país no hay hambre, está equivocado. Hay mucha necesidad”
AIDA VILLANUEVA DIRECTORA DE ENTIDAD DE AYUDA AL DESAMPARADO
prenderlo, porque se le calienta.
La ONU dice que el problema de inseguridad alimentaria se agrava, como es natural, en entornos de pobreza. En 40 de los 78 municipios de Puerto Rico, más de la mitad de la población está bajo el nivel de pobreza. Hay seis municipios (Maricao, Adjuntas, Barranquitas, Guánica, Peñuelas y Comerío) en los que más del 60% de la población vive bajo el nivel de pobreza.
A nivel isla, el índice de pobreza es actualmente de 44.9%. El análisis del Instituto de Estadísticas dice que la región de Arecibo, que incluye a varios municipios de la montaña, tiene el mayor por ciento de inseguridad alimentaria, con el 40.6% e su población con este problema.
El problema del hambre en Puerto Rico no es exclusivo de la población de la tercera edad, aunque como el segundo grupo más afectado por la pobreza en la isla (el principal es el de niños menores de cinco años) es especialmente vulnerable.
El problema afecta a personas de toda edad que no tengan empleo, o que estén subempleados y que carezcan de otros medios para procurarse alimentos.
“Así tengas un empleo ‘part-time’, si se te acaba la compra y no has cobrado, pasas hambre. Aquí viene mucha que tiene su ‘part-time’ y que necesita la compra que damos. Esto es para todos”, señaló Aida
Villanueva, una exempresaria que fundó Entidad Ayuda al Necesitado hace 14 años, cuando se percató de la enorme cantidad de personas en la isla que no podían cubrir ni siquiera sus más básicas necesidades.
“El que diga que en nuestro país no hay hambre, está equivocado. Hay mucha necesidad”, sostuvo Villanueva.
LA DIFÍCIL VIDA UNIVERSITARIA
Belkis Moya, una reverenda de la Iglesia Casa de Amor, Fe y Esperanza (CAFE), en Río Piedras, tiene un encuentro día a día con uno de los grupos más afectados por el hambre: los estudiantes universitarios.
Luego de la huelga de 2010 en la Universidad de Puerto Rico (UPR), la reverenda Moya estableció el programa Solidaridad Express, en el barrio Capetillo, contiguo al Recinto de Río Piedras de la UPR, donde a diario van más de cien universitarios a recibir la que para muchos es su única comida caliente del día.
“Han sido impresionantes las historias de lo que están pasando los estudiantes, que tienen que escoger entre comer o pagar el hospedaje, porque la universidad cerró una de las residencias”, dijo la reverenda Moya. “Me gustaría que un día viniera aquí a las 5:00, sin identificarse y simplemente vea con sus propios ojos lo que pasa aquí”, agregó.
Los expertos coinciden en que en la isla no hay más hambre por la ayuda que brindan desde organizaciones benéficas e iglesias, hasta personas individuales.
Pocos pueden atestiguarlo como doña
Myrna Figueroa, residente de Toa Alta, de 73 años. Vive sola con su esposo, quien tiene cáncer. Hace tres meses no tiene agua, porque no ha podido pagar una factura de más de $2,000. Sus únicos ingresos son $710 entre seguro social y PAN. La compra no le da para el mes, por lo cual también recibe la bolsa de comida de Entidad Ayuda al Desamparado.
La mujer encontró cómo sobrevivir cuando no hay comida: “En la parte de abajo de mi casa hay guineos y cuando no hay más na’ se buscan par de guineos y se amogollan con cebolla y vivimos ahí más o menos”.