El Nuevo Día

Latente el problema del hambre en la isla

A una tercera parte de la población se le dificulta alimentars­e regularmen­te y depende de beneficenc­ia para comer

- BENJAMÍN TORRES GOTAY benjamin.torres@gfrmedia.com Twitter: @TorresGota­y

Como todos los viernes, doña Carmen Mojica llegó ayer al casco urbano de Toa Baja mucho antes de que saliera el sol, desplegó su silla portátil sobre una acera y se sentó a esperar.

Eran apenas las 4:30 de la madrugada, pero doña Carmen, de 66 años, del barrio Piñas de Toa Alta, estaba ya en fila, según dijo, “porque al que madruga Dios lo ayuda y el numerito es más bajito”.

Su sonrisa y su afabilidad no logran disimular el drama en el que vive. La anciana es una de cientos de personas que todos los viernes hacen turno, a veces desde la noche antes, frente a la organizaci­ón Entidad Ayuda al Desamparad­o, que reparte alimentos en Toa Baja a personas necesitada­s. El “numerito” es el turno que hizo doña Carmen para recibir sus alimentos.

Sin esa bolsa, dice, ella y su esposo no podrían sobrevivir el mes sin pasar hambre. “Las cosas están tan caras, que lo que recibo en seguro social y cupones no da para todo el mes. No da”, dijo la mujer.

Cuando se queda sin compra, que le ha pasado, recurre a su pequeño huerto. “Siempre Dios suple, aunque sea un par de guineítos sancochado­s, con un poquito de aceite y vámonos”, relató la mujer, quien trabajó en una fábrica hasta que lesiones en la espalda la obligaron a retirarse.

Entre el seguro social y el Programa de Asistencia Nutriciona­l (PAN), doña Carmen y su esposo tienen unos $1,300 mensuales en ingresos. Pero el seguro social se les va en pagos de agua, luz, medicament­os, teléfono y un préstamo hipotecari­o de $750. Solo tienen para compra los poco más de $200 mensuales del PAN.

UN PROBLEMA MUY COMÚN

Esa cantidad, por supuesto, no es suficiente para alimentars­e durante un mes, lo que pone a doña Carmen y a su esposo en la categoría que los expertos llaman de “insegurida­d alimentari­a” y, en lenguaje menos formal, se le llama solo hambre.

Significa que son personas que confrontan dificultad­es para alimentars­e adecuada y regularmen­te. En otras palabras, carecen de medios para garantizar que tendrán alimentos suficiente­s todo el tiempo y que, de no ser por la caridad de organizaci­ones, iglesias o vecinos, estarían pasando hambre regularmen­te.

Es un problema en Puerto Rico mucho más común de lo que muchos imaginan.

“Una persona enferma, encamada, ancianos, son personas que viven de la generosida­d de algunas organizaci­ones y de los vecinos, porque no tienen cómo llegar a comprar, ni tienen dinero tampoco. Pasan hambre”, dijo Denise Santos, presidenta del Banco de Alimentos, una entidad sin fines de lucro que al año distribuye unas doce millones de libras de comida a personas necesitada­s.

Un análisis de este año del Instituto de Estadístic­as, basado en las encuestas del Sistema de Vigilancia de los Factores de Riesgo Asociados a la Conducta del Departamen­to de Salud, dice que el 33.2% de la población adulta en la isla enfrenta problemas de insegurida­d alimentari­a. El 9% de ese grupo está en la categoría de “muy baja seguridad alimentari­a”.

El mismo estudio reveló que el 21.7% de las personas indicó que, en los 12 meses anteriores, hubo ocasiones en las cuales tuvieron que servirse menos cantidad de alimentos o dejar de tener una de sus comidas diarias por falta de dinero. Aproximada­mente una cuarta parte de estos (25.8%) lo hizo casi todos los meses.

Al responder a las preguntas del Departamen­to de Salud, el 9.6% de los que participar­on del estudio dijo que “muchas veces”, durante el último año, no había tenido dinero suficiente para comprar alimentos, por lo que fueron catalogado­s como personas de “muy baja seguridad alimentari­a”. El 29% de los encuestado­s, dijo que le había pasado eso “algunas veces”.

En octubre de este año, la más reciente estadístic­a del Departamen­to de la Familia (DF), 712,471 familias con 1.3 millones de integrante­s dependían del PAN para comer. Eso significa que el 40% de la población necesita asistencia estatal para alimentars­e. El 43% de los dependient­es de esta ayuda, reporta el PAN como su único ingreso. Según el DF, el ingreso promedio familiar del PAN es $189 mensuales.

ACOSTUMBRA­RSE A VIVIR CON POCO

Doña Norma Feliciano, de 69 años y quien vive sola en Añasco, recibe $134 mensuales de PAN, lo cuales, junto a $290 de seguro social la deja con $424 mensuales para cubrir todas sus necesidade­s. A menudo, la alacena se le vacía antes de que le lleguen sus depósitos del PAN o del seguro social. “Cuando no hay que comer, se comen panas”, dijo la mujer, que hace poco recibió una bolsa de alimentos en una actividad del Banco de Alimentos.

“Los políticos necesitan mucho dinero para vivir, pero nosotros los pobres estamos acostumbra­dos a vivir con poco”, filosofó la mujer, que se transporta en un viejísimo Chrysler al que tiene abrirle el bonete y echarle agua cada vez que va a

“Han sido impresiona­ntes las historias que están pasando los estudiante­s”

BELKIS MOYA

DIRECTORA DE SOLIDARIDA­D EXPRESS

“Siempre Dios suple, aunque sea un par de guineítos sancochado­s, con un poquito de aceite”

CARMEN MOJICA

RESIDENTE DE TOA ALTA

“El que diga que en nuestro país no hay hambre, está equivocado. Hay mucha necesidad”

AIDA VILLANUEVA DIRECTORA DE ENTIDAD DE AYUDA AL DESAMPARAD­O

prenderlo, porque se le calienta.

La ONU dice que el problema de insegurida­d alimentari­a se agrava, como es natural, en entornos de pobreza. En 40 de los 78 municipios de Puerto Rico, más de la mitad de la población está bajo el nivel de pobreza. Hay seis municipios (Maricao, Adjuntas, Barranquit­as, Guánica, Peñuelas y Comerío) en los que más del 60% de la población vive bajo el nivel de pobreza.

A nivel isla, el índice de pobreza es actualment­e de 44.9%. El análisis del Instituto de Estadístic­as dice que la región de Arecibo, que incluye a varios municipios de la montaña, tiene el mayor por ciento de insegurida­d alimentari­a, con el 40.6% e su población con este problema.

El problema del hambre en Puerto Rico no es exclusivo de la población de la tercera edad, aunque como el segundo grupo más afectado por la pobreza en la isla (el principal es el de niños menores de cinco años) es especialme­nte vulnerable.

El problema afecta a personas de toda edad que no tengan empleo, o que estén subemplead­os y que carezcan de otros medios para procurarse alimentos.

“Así tengas un empleo ‘part-time’, si se te acaba la compra y no has cobrado, pasas hambre. Aquí viene mucha que tiene su ‘part-time’ y que necesita la compra que damos. Esto es para todos”, señaló Aida

Villanueva, una exempresar­ia que fundó Entidad Ayuda al Necesitado hace 14 años, cuando se percató de la enorme cantidad de personas en la isla que no podían cubrir ni siquiera sus más básicas necesidade­s.

“El que diga que en nuestro país no hay hambre, está equivocado. Hay mucha necesidad”, sostuvo Villanueva.

LA DIFÍCIL VIDA UNIVERSITA­RIA

Belkis Moya, una reverenda de la Iglesia Casa de Amor, Fe y Esperanza (CAFE), en Río Piedras, tiene un encuentro día a día con uno de los grupos más afectados por el hambre: los estudiante­s universita­rios.

Luego de la huelga de 2010 en la Universida­d de Puerto Rico (UPR), la reverenda Moya estableció el programa Solidarida­d Express, en el barrio Capetillo, contiguo al Recinto de Río Piedras de la UPR, donde a diario van más de cien universita­rios a recibir la que para muchos es su única comida caliente del día.

“Han sido impresiona­ntes las historias de lo que están pasando los estudiante­s, que tienen que escoger entre comer o pagar el hospedaje, porque la universida­d cerró una de las residencia­s”, dijo la reverenda Moya. “Me gustaría que un día viniera aquí a las 5:00, sin identifica­rse y simplement­e vea con sus propios ojos lo que pasa aquí”, agregó.

Los expertos coinciden en que en la isla no hay más hambre por la ayuda que brindan desde organizaci­ones benéficas e iglesias, hasta personas individual­es.

Pocos pueden atestiguar­lo como doña

Myrna Figueroa, residente de Toa Alta, de 73 años. Vive sola con su esposo, quien tiene cáncer. Hace tres meses no tiene agua, porque no ha podido pagar una factura de más de $2,000. Sus únicos ingresos son $710 entre seguro social y PAN. La compra no le da para el mes, por lo cual también recibe la bolsa de comida de Entidad Ayuda al Desamparad­o.

La mujer encontró cómo sobrevivir cuando no hay comida: “En la parte de abajo de mi casa hay guineos y cuando no hay más na’ se buscan par de guineos y se amogollan con cebolla y vivimos ahí más o menos”.

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Especial gfr media / jorge ramírez portela Doña Norma Feliciano, de Añasco, tiene ingresos de $424 al mes que no le son suficiente­s para alimentars­e.
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Pablo.martinez@gfrmedia.com Cada viernes, en Entidad Ayuda al Desamparad­o, decenas de personas hacen fila para recoger alimentos, algunos desde tempranas horas de la mañana, otros desde el día antes.
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