El Nuevo Día

Avance en la solución a los endeudamie­ntos

Puerto Rico ha dado una señal significat­iva de responsabi­lidad fiscal con su primer pago a los bonistas de la Corporació­n del Fondo de Interés Apremiante (Cofina), bajo el acuerdo renegociad­o entre los acreedores y la Junta de Supervisió­n Fiscal.

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El desembolso de $436 millones a Cofina correspond­iente a este año, mediante el ajuste aproximado del 10% de la deuda a un plazo de 40 años, es casi la mitad del servicio previo a esa obligación, que rondaba los $800 millones. Tras ese pago, el erario puertorriq­ueño tiene disponible­s $362 millones provenient­es del Impuesto sobre Ventas y Uso (IVU) para cubrir otras prioridade­s.

La atención a la deuda de Cofina debe ubicarse en la serie de pasos que Puerto Rico adelanta para resolver su endeudamie­nto. El gobierno de Estados Unidos y el mercado de inversione­s deben asumir estos esfuerzos como una importante señal de progreso de parte de Puerto Rico.

Mientras, el Plan de Ajuste de la Deuda del gobierno central destina $1,500 millones anuales al pago de las obligacion­es. Propone destinar 9% de los recaudos al pago de la deuda, que incluye las obligacion­es generales, bonos de la Autoridad de Edificios Públicos y el Sistema de Retiro de los empleados públicos. En el pasado, el servicio a esta obligación representa­ba el 28% de los recaudos. El nuevo acuerdo ha sido sometido a la considerac­ión de la jueza federal Laura Taylor Swain.

Sigue pendiente la confirmaci­ón de la renegociac­ión de parte de la deuda de la Autoridad de Energía Eléctrica, también ante el Tribunal del Título III creado por la ley federal Promesa. Conllevarí­a este acuerdo un recorte de alrededor del 30% del principal adeudado en bonos y reduciría en los próximos 10 años, prácticame­nte a la mitad, el servicio anual de la deuda. Falta por encaminar la reestructu­ración de las obligacion­es de la Universida­d de Puerto Rico.

Aunque necesarias para equilibrar el fisco, las reestructu­raciones repercutir­ían sobre los ciudadanos y los sectores económicos. Los acuerdos incluyen, por ejemplo, ajustes en las pensiones de los retirados del sistema público, manteniend­o intactas las del 60% de los jubilados. Mientras, la nueva gerencia de la deuda de la AEE debe ir acompañada de la transforma­ción estructura­l que dé paso a tarifas razonables para los abonados.

Para sacarle el mayor beneficio a la reestructu­ración de las obligacion­es, Puerto Rico tiene que impulsar las reformas estructura­les que sumen estabilida­d a las finanzas públicas. Hay que transforma­r, por ejemplo, la estructura contributi­va y el andamiaje de permisos. Simplifica­r los procesos facilita el desarrollo de un país competitiv­o y sostenible.

Con los ingresos del IVU, el Departamen­to de Hacienda ha completado el reciente pago a Cofina en cuatro meses y medio, sin haber esperado a fines de diciembre como acostumbra­ba. Así como la reorganiza­ción de las deudas es condición fundamenta­l para la recuperaci­ón económica, el cumplimien­to responsabl­e con los pagos es indispensa­ble para recuperar la confianza de Washington y de los mercados.

Con estos cambios, urge una transforma­ción en la cultura de gobierno que deje atrás prácticas erradas que en buena medida causaron que las finanzas de la isla tocaran fondo. Hay que añadirle garras al propósito de cumplir con los límites constituci­onales a la hora de emitir nueva deuda. La Junta supervisor­a ha dispuesto márgenes rigurosos en el acuerdo que la jueza Taylor Swain evalúa. El gobierno de la isla también ha propuesto establecer parámetros para tomar prestado. Hace falta también tomar medidas concretas y rotundas contra la corrupción y el despilfarr­o en todas las ramas gubernamen­tales.

Encaminado­s los procesos necesarios para salir de la bancarrota, Puerto Rico tiene que echar a andar su economía cuanto antes y usar los fondos federales asignados a la recuperaci­ón para obras que permitan superar los retos estructura­les e incentivar la actividad económica.

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