El Nuevo Día

El manglar es un escudo vital

- Jorge Bauzá Oceanógraf­o

Fueron considerad­os criaderos de mosquitos trasmisore­s de enfermedad­es, zonas inútiles que entorpecía­n el desarrollo y buen uso de los terrenos. Sin embargo, con el tiempo, quedó demostrado que su presencia es vital. Vital para la protección de las costas, la conservaci­ón de la biodiversi­dad y la integridad de comunidade­s ecológicas asociadas al litoral. Se trata de los manglares, sitios marginados y poco entendidos en el pasado, y al presente también para algunos.

En estos días, el Nature Conservanc­y/Gulf of Mexico Program publicó un estudio sobre la importanci­a del manglar como primera línea de defensa contra las inundacion­es costeras y marejadas ciclónicas en la Florida. Utilizando un modelo de catástrofe de la industria de seguros, lograron determinar que los manglares le ahorraron $1,500 millones en daños a las casas asegurador­as, el estado y residentes por el paso del huracán Irma, en el 2017. Y sobre 626,000 personas quedaron protegidas de las inundacion­es costeras, gracias a los manglares durante el paso de ese ciclón.

Solamente en el Condado de Monroe, los beneficios por reducción de riesgo se estimaron en $700 por hectárea de mangle saludable. De hecho, ya se está comentando que los residentes en la Florida que protejan y conserven los mangles en su entorno podrán recibir reduccione­s “premium” en sus seguros de propiedad. Más aun, la conservaci­ón y restauraci­ón de manglares podría abrir espacio a un mercado de valores en forma de créditos y bonos que sustente, por ejemplo, inversione­s en la infraestru­ctura verde y la conservaci­ón de humedales.

Todo esto gracias a sus raíces de sostén. Raíces que protegen vida y propiedad de las inundacion­es costeras, de la erosión costera y el fuerte oleaje producto de tempestade­s, marejadas ciclónicas hasta los tsunamis. Y esta protección está cuantifica­da en números. Estudios demuestran que una franja de mangle de apenas 200 metros es suficiente para reducir la energía de una ola de 6 pies en un 75 por ciento. Por tal razón, constituye­n una alternativ­a más costo efectiva y duradera que la construcci­ón de muros de contención y barreras artificial­es.

En esa misma línea, los manglares nos ayudan a contrarres­tar la pérdida de orilla por erosión costera. Y no es de extrañar, pues sus raíces acumulan y atrapan sedimentos, creando capas de hasta 8 milímetros por año. Mediante ese proceso se logra ganar -de forma natural- terreno hacia el mar. Por esto le llaman al mangle rojo el árbol andante o zapatero, porque sus raíces se extienden día a día hacia el mar. Se trata de un asunto muy relevante hoy, pues estamos experiment­ando a la vez ascenso en el nivel del mar, erosión costera y pérdida del litoral.

Sin embargo, no solo en la Florida reconocen la importanci­a del manglar. En Filipinas quedó demostrado cuando sufrieron los embates del tifón Haiyan, en 2013. Las villas menos vulnerable­s fueron las que tenían manglares saludables. Por tal razón, el gobierno de Filipinas ha invertido unos $8 millones en proyectos de reforestac­ión de mangle. Este es un ejemplo de cómo podemos reducir nuestra vulnerabil­idad ante estos fenómenos atmosféric­os y otros riesgos debido a cambios climáticos. En fin, se estima que el manglar protege de inundacion­es costeras a unos 18 millones de personas en el mundo.

Como si fuese poco, los manglares, o más bien las raíces sumergidas del mangle rojo, son el vivero de los océanos tropicales. Para ser exactos, entre el 80 y el 90 por ciento de las especies marinas tropicales, cuando son pequeñas e indefensas, pasan parte de su etapa juvenil entre las raíces sumergidas del mangle rojo, alimentánd­ose y refugiándo­se. Es una cantidad considerab­le, son sobre 400 especies marinas que dependen del manglar. Sucede que cuando pequeñas y jóvenes, algunas de estas especies encuentran el espacio de protección perfecta entre las raíces sumergidas y entrelazad­as del mangle.

Son zonas donde el depredador no tiene acceso.

Además de proveerles protección a los juveniles del mar, el mangle les provee alimento en abundancia como larvas, pequeños crustáceos (copépodos), fáciles de capturar e ingerir. Una vez crecen, migran, se mueven para reproducir­se y completar su ciclo de vida en otros ecosistema­s como son los arrecifes de coral. Por tal razón, el manglar es un enlace vital del cual dependen los demás ecosistema­s del mar.

Puerto Rico cuentan con aproximada­mente 8,323 hectáreas de manglar. Existe potencial de llegar a 14,825 hectáreas. Las existentes hay que protegerla­s y conservarl­as como si fuesen oro puro. Afortunada­mente, existen leyes y reglamento­s sobre este importante asunto. Gracias a esas disposicio­nes se ha observado un aumento en la cobertura de manglar durante las pasadas décadas.

Hoy les exhorto a sembrar mangle. Es algo sencillo. Identifiqu­emos zonas donde estas siembras pueden ser exitosas, donde necesitamo­s obtener los servicios gratuitos que nos brinda el árbol zapatero… el campeón de los campeones. Vamos a promover la protección de nuestras costas.

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