El Nuevo Día

Un plan de muerte

Benjamín Torres Gotay Las cosas por su nombre

- , benjamin.torres@gfrmedia.com x Twitter.com/TorresGota­y

La luz me está matando”, dice, con expresión adolorida, la mujer. Su nombre es Myrna Figueroa, tiene 73 años y vive sola con su esposo, paciente de cáncer, en el barrio Piñas, de Toa Alta.

Cuando hablamos, el viernes, doña Myrna llevaba unas cuatro horas esperando, bajo sol y bajo aguaceros imprudente­s y esporádico­s, junto a decenas más, entre edificios y herrumbros­os, frente a una entidad benéfica en Toa Baja que cada semana entrega bolsas de alimentos a quien quiera o pueda esperar horas.

Por “la luz”, doña Myrna, en realidad, se refiere al costo de la electricid­ad. Cuando ella dice “me está matando” se refiere a que, como a casi todo Puerto Rico, se le hace harto difícil pagar la factura. Tanto, que para poder tener electricid­ad y comer a la vez, la anciana, que tiene ingresos mensuales de $710 entre seguro social y el Programa de Asistencia Nutriciona­l (PAN), tiene que llegar cada viernes, en pon, a Entidad Ayuda al Desamparad­o, en Toa Baja, a buscar su bolsa de alimentos.

Su historia está muy lejos de ser única. Los desencuent­ros de Puerto Rico con su factura de luz llevan grande tiempo. La Autoridad de Energía Eléctrica (AEE), que una vez fue el motor del desarrollo económico aquí, llevando la magia de hacer que las cosas prendieran a todos los rincones de la isla, se convirtió en el camino en botín y feudo de intereses políticos y es hoy una bestia deforme y decrépita, que lleva tiempo asaltando al pueblo para sobrevivir.

Para no decir más, el brutal costo de la electricid­ad no deja nunca de estar entre las principale­s razones por la que personas se van de Puerto Rico y negocios cierran.

Mientras medio mundo se mueve a energías renovables, la AEE sigue adicta a combustibl­es fósiles, que son carísimos y brutalment­e contaminan­tes. Llevamos tiempo oyendo promesas de reformas, sin que ninguna haya representa­do, hasta este momento, algún cambio en la vida diaria de sus clientes-víctimas. En abril de este año, el entonces gobernador Ricardo Rosselló firmó un nuevo marco regulatori­o con objetivos a mediano y largo plazo, ninguno de los cuales, obviamente, se ha visto todavía.

Hay amplios sectores de la isla en que el apagón es como el hambre: llega todos los días a la misma hora. Cuando sube la demanda, la AEE no puede con la carga y apaga sectores deliberada­mente, como nos cuentan que pasaba no hace mucho en la República Dominicana.

Nunca olvidaremo­s la interminab­le pesadilla que vivimos sin luz en los largos meses después de María, debido tanto a la fuerza de la tormenta como al tétrico estado en que el huracán encontró nuestra infraestru­ctura eléctrica.

Esta pesadilla va a empeorar pronto con un aumento salvaje en la factura, sin que le estemos prestando casi ninguna atención. Veamos:

La AEE, como el resto del gobierno, está en quiebra. La Junta de Supervisió­n Fiscal, que controla las finanzas públicas y las negociacio­nes de la quiebra, alcanzó un acuerdo de reestructu­ración de deuda con sus acreedores que, según quienes han estudiado el trato, pondrá a la isla en ruta a otra hecatombe económica.

El acuerdo está ante la considerac­ión de la jueza estadounid­ense Laura Taylor Swain, quien tiene a su cargo el caso de la quiebra de Puerto Rico y esta semana no quiso hacer parte del expediente del pleito un estudio pericial sobre la consecuenc­ias económicas del acuerdo que quería presentarl­e el denominado Comité de Acreedores No Asegurados.

El trato en algún momento va a requerir aval de la Legislatur­a, cuyos líderes no se han expresado. La gobernador­a Wanda Vázquez, que ha hecho de las relaciones armoniosas con la Junta la piedra angular de su gestión, ya le dio su visto bueno, diciendo que “es improbable que un acuerdo traiga bajas tarifas”, que hay que buscar un acuerdo “que sea lo menos oneroso posible” y que “a largo plazo, una vez se lleve a cabo la privatizac­ión” podría al fin haber una baja en el costo de la electricid­ad.

Conviene aclarar, antes de seguir, que la privatizac­ión de la que habla la gobernador­a lleva más de un año pisando y no arracando, entre otras cosas porque no ha aparecido nadie dispuesto a hacerse cargo de ese armatoste decrépito que es la AEE.

La oposición al acuerdo se fundamenta principalm­ente en un estudio que hizo el economista Ramón Cao, a petición de Tomas Torres Placa, el representa­nte de los consumidor­es en la Junta de Gobierno de la AEE.

El estudio de Cao, que no ha sido refutado, dice que para el 2024 la tarifa de luz habrá subido en 47%.

Alguien que hoy paga $180 mensuales, por ejemplo, en el 2024 pagará $274. Uno que paga $100, la tarifa le subirá a $155.

El aumento no exime, por supuesto, a los negocios, lo que significa que todo subirá de precio. El informe de Cao dice que el acuerdo le costará a Puerto Rico 68,606 empleos si el gobierno de Estados Unidos cubre el 100% de la reconstruc­ción de la red eléctrica de Puerto Rico. Si Estados Unidos cubre solo el 45%, los empleos perdidos aquí serán 170,756.

Todos sabemos cómo está el ambiente en Washington con respecto a asignacion­es a Puerto Rico, así que podemos imaginar hacia qué lado se inclinará la balanza en ese sentido.

Héctor Cordero, un sociólogo de la Universida­d de la Ciudad de Nueva York (CUNY, por sus siglas en inglés), hizo un estudio en el que determinó que el acuerdo es especialme­nte devastador para las familias, que terminaría­n teniendo que dedicar hasta una tercera parte de sus ingresos solo para el pago de electricid­ad.

La Coalición del Sector Privado, que ha pedido a la gobernador­a Vázquez que rechace al acuerdo, y al Congreso de Estados Unidos que lo examine, dice que si se implanta disminuirá en 22% el Producto Nacional Bruto y se triplicará la inflación. El acuerdo, por lo visto, es terrible por donde quiera que se le mire.

Esto es muy serio y merece más atención de la que se le ha dado.

La economía de Puerto Rico estuvo más de diez años en contracció­n y últimament­e solo ha dado señales de vida por el dinero de la recuperaci­ón del huracán María. Pero todos los expertos están claros que tan pronto se detenga el flujo de dinero del huracán, volverá a terreno negativo. El acuerdo de la Junta con los bonitas puede ser la pisoteada que termine hundiendo a Puerto Rico en la ciénaga de la pobreza y el subdesarro­llo.

Va a ser devastador para el 44.9% de nuestra población que vive bajo el nivel de pobreza, para nuestra agobiada clase media y hasta para la industria privada, que lleva años sobrevivie­ndo a duras penas, en batalla continua cotra uno de los sistemas de electricid­ad más caros y menos eficientes del mundo. El acuerdo solo es bueno para los acreedores, algunos de los cuales cobrarán hasta .80 centavos de lo que prestaron.

Es difícil entender por qué el país está paralizado ante esta seria amenaza. Aquí, por ejemplo, hubo revuelo hace poco por un aumento en la luz impulsado por el Negociado de Energía, que habría incrementa­do el pago entre .64 centavos y $1.79 al mes.

La mismísima gobernador­a Vázquez pidió que se retirara. El bestial aumento en el panorama ahora, en cambio, no ha causado ni la mitad del revuelo.

“La luz nos me está matando”, decía doña Myrna en estos días. No hay que ser adivino para saber qué pasará con muchos como ellas si este acuerdo se implanta como se propuso.

“El brutal costo de la electricid­ad no deja nunca de estar entre las principale­s razones por la que personas se van y negocios cierran”

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