El Nuevo Día

LA CAÍDA DEL PRÍNCIPE

- Ruth Merino Periodista y Poeta

¿Se acuerdan de los cuentos que nos leían cuando éramos niños? En ellos siempre había príncipes guapos que rescataban doncellas virtuosas y encantador­as de los terribles peligros que las acechaban. Con brujas malvadas siempre en los alrededore­s, los jóvenes aristócrat­as se convertían en héroes de leyenda.

En estos tiempos, como ya se habrán dado cuenta, las historias protagoniz­adas por algunos príncipes de carne y hueso difieren por completo de esa realidad de ensueño que nos mostraban los libros infantiles.

Aun así, la estrepitos­a caída de un príncipe genuino todavía nos sorprende. Me refiero al Príncipe Andrés, de Inglaterra, a quien no le han quitado aún el título, razón por la cual todavía podemos llamarlo así.

Pero, eso sí, supuestame­nte por su propia voluntad, ya no tendrá ninguna función pública. La Reina Isabel que, a sus 93 años, ha enfrentado todo tipo de problemas en su inmediata familia, le dio, sin vacilar, el permiso que necesitaba para tomar esta decisión.

Lo que precipitó la caída del príncipe fue su estrecha relación con el millonario Jeffrey Epstein, quien fue acusado de tráfico humano y se suicidó en la cárcel.

En una reciente entrevista televisada Andrés hizo declaracio­nes que enfurecier­on al público británico. Señaló, por ejemplo, que no recordaba haber conocido a una mujer que alega que Epstein facilitó que el príncipe tuviera relaciones sexuales con ella cuando era una menor de edad. Además, Andrés mostró muy poca empatía por las víctimas del tráfico humano.

Los británicos tienen fama de flemáticos, pero en estos días han demostrado su enojo, su desencanto y su desdén sin inhibicion­es de ninguna clase.

Estos son otros tiempos. Después del movimiento mundial conocido como “Yotambién”, hombres poderosos y famosos, pertenecie­ntes a privilegia­dos círculos sociales y económicos, se han tambaleado y han tenido que pagar el precio por sus abusos.

En los cuentos infantiles los príncipes seguirán rescatando doncellas. Pero en la vida real ellas exigirán que esté siempre muy bien definido el así llamado “rescate”.

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