Sandeces en La Fortaleza
Mayra Montero Antes que llegue el lunes
Supongo que todos recordarán aquella vez que se “limpiaron” a manguerazos las murallas del Paseo de la Princesa. Cundió el horror, porque aquí nadie se encomienda a nadie. Y lo que es el “trimmer” y la manguera a presión, se han convertido en fatídicas obsesiones sabatinas, domingueras, cuando no cotidianas.
De aquello han pasado seis años, pero no aprendimos.
Lo correcto antes de tocar paredes y estructuras históricas en el Viejo San Juan, es buscar opiniones, consejos de los especialistas, un reglamento universal para manejar esas joyas arquitectónicas, que tiene que haberlo.
En medio de todos los problemas económicos, las inquietudes por el Medicaid y por los fondos de reconstrucción, la gobernadora Wanda Vázquez manda a pintar La Fortaleza. ¿Pero qué necesidad tiene de hacer tal cosa? Le dio un gris clarito a las paredes, vaya derroche. Enseguida salieron los conocedores del tema a protestar, porque si hubiese que pintar necesariamente la mansión ejecutiva; si en el país hubiera tiempo para esas distracciones cosméticas, lo normal sería pintarla de blanco; encalarla como se hizo originalmente.
La respuesta de La Fortaleza fue ambigua: un comunicado de prensa (¿rosadito o verde?) que indicaba que los trabajos de pintura “cumplen con la recomendación del Instituto de Cultura y la Oficina Estatal de Preservación”.
Embuste. Un argumento tonto para salir del paso. Como tonto es lo demás que han dicho: que como están pintando empleados de distintas agencias, confinados de custodia mínima y obreros de La Fortaleza, los trabajos no costarán más de $10,000.
Pues ni $10,000 ni $20. Con lo sucias que están las calles del país, y desconchados los hospitales, es una frivolidad de revista de peluquería ponerse a pintar La Fortaleza. Si sobran tantos brazos para una cosa que puede esperar, deberían usarlos en el deshierbe. ¿Es que acaso la gobernadora no se mete en Santurce, no ha visto el estado de los alrededores de la Parada 18, la calle Hipódromo que mete miedo, y el espectáculo de las ruinas de los edificios y los carros abandonados?
Alguien que no tiene mucho oficio, como dirían en la hermana República Dominicana, y que seguramente ejerce de ayudante de la gobernadora, tuvo la brillante idea de recomendarle que cambiara el color de las paredes que hace poco raspaba Reina, la perrita de los Rosselló, ¿se acuerdan? Esperemos que no intenten sustituir las puertas que meaba el can.
Todos los que hemos pasado por La Fortaleza últimamente la hemos visto muy normal, nada que indique que necesita otra mano de pintura. Así que esto ha sido puro capricho, un rapto de superficialidad. O, lo que es peor: un intenso interés por desvincularse del antiguo morador del lugar, el dueño de Reina. Quién sabe si un publicitario, o relacionista público, o personaje experto en el aura que irradia colores, aconsejó a Wanda Vázquez que cambiara el color de las paredes porque eso influye en la psiquis de las personas que miran para el edificio. El gris es un color que tiende a romper con el pasado.
Se dicen toda clase de tonterías sobre los colores, y el que se salvó sin duda fue el vendedor de la materia prima, que estoy segura de que sugirió el color salmón, pero alguien se decidió por el gris niebla. Alguien con influencia.
La mano de obra de los confinados de custodia mínima hace falta urgentemente en muchos pueblos de la Isla. Sin ir más lejos, en Hato Rey. Y no me refiero a la calle Quisqueya, abandonada y hundida en la peor miseria. Ni a la calle Guayama, que es como de quinto mundo. Me refiero por ejemplo a una avenida tan importante como la Roosevelt. ¿No cree la gobernadora que con diez mil pesitos, y la colaboración de empleados de varias agencias, más los confinados, se podría hacer algo por adecentar las aceras, deshierbar, y eliminar tantos estorbos públicos, como las porquerías de los negocios cerrados?
En la Avenida Piñero deshierbaron media isleta. Llegaron hasta un punto, y de ese punto en adelante crece la maleza, flores silvestres incluidas. Cuando vengan a deshierbar el tramo que falta, ya habrá crecido la vegetación del otro lado. Es la alternancia del subdesarrollo.
Y no se trata de discutir si la responsabilidad recae en la alcaldesa o en la gobernadora, o en el cómico de Ucrania —algún día hablaré del presidente ucraniano, ese Zelenski que ha revolcado el mundo—, sino que se trata de un mínimo de sentido común.
Antes de ponerse a pintar La Fortaleza, aunque sea por dos pesos, hay que tener consideración por la población que sufre el deterioro de la Isla; lo feo que se ha puesto todo. Escuchar a los consejeros palaciegos tiene sus riesgos. A veces son aduladores con ideas de colorines, y no hay nada más banal que decir: “¿Por qué no quitamos el azulito y lo ponemos gris?”. El tono de la pregunta hiere.
Pues porque no. Porque se está cayendo el mundo y no estamos para sandeces. Apena tener que recordarlo.