Los bancos y las candidaturas
Los candidatos a puestos electivos en las próximas elecciones tienen mucho que aportar al debate del estado de la banca en Puerto Rico. Pero no aportan nada. Eso es lo malo. Esquivan los temas más escabrosos y se limitan a formular promesas en el aire. Por ejemplo, siguen abogando por una auditoría de la deuda (que los acreedores no van a tolerar, después de haber llegado a acuerdos) y siguen descalificando las decisiones que tomen los tribunales federales con respecto a la forma en que se emitirán los pagos.
No explican que no hay una banca nacional, que es un instrumento definitivo, la piedra de toque para enfrentarse a lo que prometen, que es la guerra a la Junta de Control Fiscal, el Congreso, y hasta la Casa Blanca.
Un reportaje publicado el domingo pasado en la edición de Negocios de este diario daba cuenta de la enorme transformación que ha sufrido la industria bancaria en Puerto Rico, debido a lo cual 17 bancos han desaparecido o están a punto de levantar el vuelo, quedando en Puerto Rico tres, ninguno con representación global. Esos tres bancos, óiganlo bien los candidatos, están controlados por fondos de inversiones estadounidenses. ¿Qué significa eso?
Pues significa que las directrices que salgan de los tribunales federales, llegado el caso, se cumplirán por esas instituciones al pie de la letra. Por ejemplo, dictada desde allá la orden de detener los desembolsos a una agencia, o de poner los dineros del Departamento de Hacienda bajo sindicatura, ningún banco puede negarse a hacerlo, ni le pedirá su parecer al gobierno de Puerto Rico.
La soberanía bancaria solo puede lograrse mediante la creación de una banca nacional y, entonces sí, con el gobierno local en control de la actividad financiera, se pueden denegar los pagos a los bonistas y detener los desembolsos a la Junta y el resto de las acciones con las que actualmente alardean sectores a mi juicio muy enajenados. Al elector, al ciudadano, al votante que tratan de camelar, no le explican eso. ¿Cómo se lo van a explicar? Y ha llegado la hora, me parece, de que sean los periodistas, los analistas radiales, los reporteros que hacen las entrevistas, los que les pregunten abiertamente a los candidatos sobre sus extremas limitaciones si es que alcanzaran el poder.
Dicen los expertos citados por El Nuevo Día que la espantada de los bancos, dramatizada por la próxima salida del Scotiabank y el Banco Santander, es una pésima noticia para la economía de la Isla. Avisan de que Puerto Rico pasará al “peculiar grupo” de las economías del mundo que no cuentan con bancos globales. Este grupo se divide en dos: los que no necesitan de esos bancos porque su actividad económica es tan poderosa, que se bastan a sí mismos para mantener el buen nombre ante la comunidad internacional y los inversores, y los que están tan fastidiados, tan empobrecidos, que la banca global les rehúye porque el negocio que generan no les vale la pena. Así que se van con su capital para otro lado.
Esto genera trastornos de todo tipo. Para el ciudadano de a pie, para el comerciante, la solicitud de un préstamo traerá acarreado “condiciones de crédito más estrictas e intereses más altos”.
Rafael Blanco Latorre, un antiguo jefe de OCIF, que es la Oficina del Comisionado de Instituciones Financieras, reveló que el achicamiento de la banca internacional en la Isla supone la pérdida de una fuente de capital no necesariamente estadounidense, y envía “señales muy fuertes” en términos de dar confianza a los inversionistas.
Ese análisis, aparecido hace una semana, era como para que los candidatos se llevaran las manos a la cabeza y empezaran a debatir el asunto. ¿Y ustedes han oído algo? Nada. Si yo creo que ni siquiera leyeron el reportaje. Están enfrascados en sus pequeñas batallas narcisistas y en eterna competencia para ver quién le hace un cuento más fantasioso al elector. Algunos se comportan como si ya vivieran en otro tipo de economía que no es ésta; mentalmente se han instalado en otro sistema. Y desde ese sistema inexistente (que no es ni siquiera socialista, ni soberanista, ni nada que se le parezca, es más bien marciano), escriben sus “bases programáticas” y sus estrategias de campaña.
En un breve recuadro insertado en el reportaje del domingo pasado, bajo el título de “¿Qué esperar?” (qué esperar de la economía fuera del mapa bancario global), hay cinco puntos que debería leerse todo el mundo. Ya sé, ya sé que los candidatos de la isla de la fantasía no los van a leer. Pero deben hacerlo los ciudadanos que miran al futuro, los comerciantes, los empresarios, los profesionales de cualquier disciplina.
Deben estar preparados. Como dije en un escrito reciente, la vieja política no es la alternancia partidista ni los anacrónicos argumentos, sino la demagogia, esa manera de adornarlo todo y callar la realidad. Y contra la demagogia debemos estar informados.
El frágil panorama de la actividad bancaria, el esmirriado sistema que nos va a quedar, no es parte del debate porque muchos candidatos ni siquiera saben de lo que se está hablando. Saben, eso sí, de gallos; de la ofensa colonial que representa que no los dejen echar dos aves al ruedo para despedazarse.
Que sepan que no se puede tener todo en la vida. Se está de un lado o del otro. Se respeta la ley, o se independiza el gremio.
La cosa pica y tiene espuelas.
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“El frágil panorama de la actividad bancaria, el esmirriado sistema que nos va a quedar, no es parte del debate porque muchos candidatos ni siquiera saben de lo que se está hablando. Saben, eso sí, de gallos”