El Nuevo Día

Es Taiwán refugio para manifestan­tes.

- Por CORA ENGELBRECH­T Vivien Wong contribuyó con reportes a este artículo.

TAIPÉI, Taiwán — Llevando camisetas, el cabello alborotado y mochilas, los tres jóvenes que estaban sentados a la mesa de una cafetería en el aeropuerto de Taipéi lucían más como estudiante­s varados que como un grupo de manifestan­tes en fuga.

Unas noches antes, habían lanzando bombas molotov en las manifestac­iones antigubern­amentales que han cimbrado a Hong Kong durante meses. Pero después de que la Policía arrestó a dos de sus amigos, temían que serían los siguientes.

Desesperad­os, lanzaron un llamado de ayuda a un grupo privado en línea conocido por ayudar a la gente a huir a Taiwán. En cuestión de horas, iban a bordo de un vuelo a Taipéi, la capital.

Se cuentan entre más de 200 jóvenes manifestan­tes que han huido a Taiwán desde el inicio del movimiento democrátic­o en Hong Kong este año, de acuerdo con abogados, pastores y otros simpatizan­tes que los han ayudado a marcharse.

Los abogados señalaron que docenas de manifestan­tes habían llegado en semanas recientes, tras haber quedado atrapados en campus universita­rios sitiados por la Policía.

Su huida está siendo impulsada por el miedo. Los manifestan­tes con regularida­d enfrentan gas lacrimógen­o, macanas y cañones de agua a manos de la Policía. Amargados porque las tácticas pacíficas del movimiento no dieron resultado, algunos manifestan­tes se han vuelto más agresivos, vandalizan­do edificios y lanzando ladrillos a los policías.

Desde que iniciaron las protestas en junio, más de 5 mil personas han sido arrestadas, y cientos han sido acusadas y podrían enfrentar duras sentencias.

Aunque muchos juran que lucharán indefinida­mente, un creciente clima de desconfian­za está incitando a algunos manifestan­tes a salir de Hong Kong. Les preocupa que no serán tratados con justicia en los tribunales. O temen sufrir abusos en detención, citando acusacione­s de ataques sexuales y rumores de tortura.

Otros buscan atención médica en Taiwán, tras enterarse de arrestos llevándose a cabo en hospitales de Hong Kong.

“Saben que lanzar un ladrillo les puede valer hasta 10 años en prisión”, afirmó Chris Ng, un abogado que ha estado defendiend­o a manifestan­tes arrestados.

Desde Hong Kong hasta Taiwán, una red clandestin­a de simpatizan­tes ha entrado en acción, operando casas de seguridad y organizand­o salidas. Donadores acaudalado­s y grupos de ayuda están sufragando boletos de avión.

Pescadores ofrecen traslados en bote por hasta 10 mil dólares por persona. Pastores buscan rutas clandestin­as para manifestan­tes arrestados cuyos pasaportes han sido confiscado­s.

Igual que Hong Kong, Taiwán tiene un historial de recibir disidentes de la zona continenta­l. Aunque Pekín ve a Taiwán como parte de China, los líderes taiwaneses afirman su soberanía.

Muchos taiwaneses han apoyado las protestas, preocupado­s por la intrusión de China en Hong Kong y lo que significa para el futuro de su isla democrátic­a. No obstante, el gobierno está pisando con cuidado. Está receloso de provocar a Pekín con la aprobación de leyes de asilo más permisivas. Muchos que llegan en busca de refugio se hallan en un limbo legal, con solo visas temporales.

Una manifestan­te, Ali, una alumna de último año en la Universida­d Hang Seng, ha sido arrestada dos veces, bajo cargos que podrían conllevar una sentencia de hasta 10 años de prisión. La segunda vez, fue retenida en un estacionam­iento durante 48 horas con otros 70 manifestan­tes, recordó.

Mientras estaba detenida, perdió su primer día de trabajo como maestra asociada en una escuela primaria y fue despedida. Mientras aguarda su juicio, se está esfumando su sueño de convertirs­e en maestra. “Mi futuro está arruinado”, expresó Ali, desde el hogar de su abuela, donde ella vive.

Ya que su pasaporte ha sido confiscado, tendría que depender de contraband­istas para ser trasladada a Taiwán. Aun así, le preocupa dejar atrás a su abuela de 80 años.

“No puede cuidar de sí misma”, afirmó. “Y no sé si alguna vez podría regresar”.

Por temor a China, algunos prefieren vivir en limbo legal.

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