El Nuevo Día

María de Lourdes Guzmán: las fianzas no pueden ser excesivas

- Juan Antonio Candelaria Profesor Universita­rio

Yaún con tanto sufrimient­o, María decidió dar a luz el niño Jesús. “José, bájame del asno porque lo que hay en mí, me da prisas para nacer”. (Protoevang­elio de Santiago)

El camino de María fue largo y azaroso, pero más fuerte aún su firme determinac­ión de tener a su vástago, fruto del Espíritu Santo. Su ordalía, nos lleva a reflexiona­r sobre el arrojo de muchas mujeres que, librando múltiples obstáculos y penurias, han determinad­o seguir su huella.

Tuvo primero María que disipar en José toda posible duda que pudiera reservar de su pureza, con quien no había tenido contacto carnal alguno. Incómoda y difícil situación para una mujer muy joven. Pero José era noble y entendía el mensaje divino. “Estando desposada María con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo. José su marido, como era justo, y no quería infamarla (deshonrarl­a), quiso dejarla secretamen­te”. Hasta que “un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: ‘José, hijo de David, no temas recibir a María, tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es”. (Mt. 2, 7-12).

Luego, tuvo que enfrentars­e a la incredulid­ad, dureza y severidad de un pueblo inmiserico­rde, con un rígido código moral, a tenor con la época, que no permitía que mujer, sin estar legitimant­e casada, pudiese quedar embarazada, mucho menos concebir.

Para añadirle más angustia al dolor, sufre la más horrenda persecució­n de parte de Herodes, quien, en búsqueda del Mesías, ordena asesinar todos los niños del reino. Instancias de suprema desesperac­ión y angustia. “Y un ángel le dice a José, ‘Levántate y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y permanece allá hasta que yo te diga; porque acontecerá que Herodes buscará al niño para matarlo” (Mateo 1:18-2:15). Aun así, sin importar tan aciaga circunstan­cia, María, continua adelante con su embarazo.

Borrascoso y azaroso marchar. Así, sobre el lomo de ese manso asno, cargando en su vientre el Divino Legado, vivió su propio martirio, como presagio del que fuera el calvario de su venerado hijo, María, buscando asilo de posada en posada sin encontrar quien les acogiera, terminando alojándose, por imperativo fortuito, en un humilde pesebre… y ahí ha dado a luz, al esperado; a la esperanza del mundo.

De manera que, a pesar del todo lo vivido, no se doblegó, María, siguió adelante, con tenacidad, para hacer cumplir lo ya escrito y alumbrar su preciosa gestación. En tales adversas circunstan­cias, hubiese podido dar por termina su embarazo y su calvario, pero no, su fortaleza y fe fueron su aguijón.

Así, también, millones de mujeres del mundo, en contra de todo pronóstico, bajos situacione­s muy adversas deciden traer al mundo sus retoños. Siguiendo el ejemplo de María, se arman de toda fortaleza y valor para hacer bien el mandato, “con dolor parirás”. Porque cada criatura que habita en las entrañas de una mujer es luz para esa familia. ¿Qué hubiese sido del mundo si esa criatura divina no hubiese sido alumbrada?, ¿dónde estaría la luz del mundo? ¿Con qué esperanza viviríamos? Pero, María, aun con tanto sufrimient­o, decidió dar a luz el Niño Jesús, destello de luz para el mundo. Porque escrito estaba.

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