Los alcaldes del siglo
Una de las frases más condescendientes de este final de año, la acaba de pronunciar la contralora, Yesmín Valdivieso, acerca de las pequeñas catástrofes que han causado decenas de alcaldes, mediante la construcción, dejada a medias, de estructuras costosas, inútiles y descaradas. Dice la contralora:
“Muchas veces, todas esas construcciones las hacen los alcaldes para pasar a la historia y dejar el legado de que ellos construyeron eso y que, de aquí a cien años, le gente se esté acordando”.
Contralora, ¿nacimos ayer, o padecemos cretinismo planetario?
Si en un pueblo cuyo casco urbano se cae a pedazos por el abandono, el alcalde prefiere lanzarse a la construcción de un coliseo, un complejo deportivo, y hasta una estatua del Cristo de la Montaña, es porque de alguna forma se está lucrando él, o alguien que él conoce. Después que pasan los años, es muy difícil seguirle la pista a “las obras”. El alcalde que la encargó se retiró, y la empresa beneficiada ya no existe.
En lo menos que piensan los alcaldes —electos y reelectos, y vueltos a reelegir—, es en lo que dirán de ellos cuando pasen cien años. Si pensaran a cien años, es más, si tuvieran una perspectiva sensata a cinco años, no cometerían tales atrocidades.
Por eso las alcaldías no tienen donde caerse muertas. Ellos, los alcaldes, sí. Propiedades a granel, a su nombre o el de sus parientes.
En el caso de San Sebastián, y con el fin de erigir un Centro de Bellas Artes, este general usó $3.5 millones, los cuales provenían del bolsillo del contribuyente estadounidense. Luego, por su cuenta, invirtió otros $3 millones de las arcas de su municipio, a fin de terminar la estructura y no tener que devolver los primeros $3.5 en fondos federales. Lo que se concibió como una especie de teatro, ha terminado siendo un alegado Centro de Convenciones. ¿Alguien, por favor, me puede decir qué convenciones se celebran en San Sebastián?
A la pregunta de por qué los fondos federales estarán cada día más restringidos y controlados, ha dado respuesta, cándidamente, el alcalde de Naranjito, ese que tiene unos despojos de coliseo comidos por la maleza en su municipio. Ya un alcalde anterior invirtió $20 millones en el adefesio, pero el incumbente reconoce que harían falta como $20 millones más para terminarlo. ¿Su gran esperanza? Los fondos de recuperación que se han programado a través de Vivienda federal, para que, con una declaración de cambio de uso de esas ruinas, y prometiendo que será, no un coliseo, sino un refugio para huracanes, los americanos acepten desembolsar el dinero. Es un soñador, Dios lo bendiga.
Vieques y Culebra, islas municipio que carecen de una sola lancha decente, tuvieron en su momento la brillante idea de construir, en Vieques, un complejo deportivo en el que se gastaron, de entrada, $12 millones. En Culebra, una pista atlética que, para empezar, consumió medio millón de dólares y hoy está destruida. ¿Con doce millones y medio de dólares cuántas lanchas pudieron adquirirse? Busquen a los artífices de esos despilfarros y háganles perreos combativos a ellos… ¿Para qué quería Vieques un complejo deportivo y Culebra una pista atlética, mientras las lanchas ya estaban al borde del naufragio?
La estatua del Cristo de la Montaña de Gurabo, que ya costó más de un millón de dólares, está almacenada. Cualquier día la plantan al lado de la de Cristóbal Colón. Pero por favor, nadie se queje: la botadera de dinero es por causa de funcionarios electos y reelectos. Y en fila para que los aúpen otra vez como alcaldes.
Los que intentan hacer la auditoría alternativa, los que la exigen todavía coléricos, vayan anotando esos numeritos, porque todo lo que se gastó en proyectos contratados a lo loco y sin permisos — a los alcaldes, la Junta de Planificación no les requiere permisos—, provino de préstamos y ha engrosado la deuda que nos tiene fritos. Lean el informe de la contralora, y sigan sumando.
“Por favor, nadie se queje: la botadera de dinero es por causa de funcionarios electos y reelectos. Y en fila para que los aúpen otra vez como alcaldes”