El Nuevo Día

Año de la rata dorada

- Pedro Reina Historiado­r

Dice el horóscopo chino que el 2020 será el año de la rata dorada, pe-riodo de equilibrio y cambios radicales —y cuando lo pienso, mi imagina-ción considera una infinidad de posibilida­des para la década que apenas comienza. La que termina, nos dejó el alma y el cuerpo desolados con tanta desgracia, fruto de repetidas incapacida­des por parte del liderato político, y nadie ejemplific­a mejor esto en

Estados Unidos que el presidente Donald J.

Trump. Con su elección, el país entró de lleno en una decadencia creciente en la medida en que el odio y la violencia son las armas preferidas de su arsenal para destruir convencion­es y adelantar objetivos personales. Trump, escoltado por el evangelism­o blanco y defendido por un Partido Republican­o reducido a mero coro de focas, aun en la antesala de su merecido residencia­miento, tiene en sus manos el clarín que augura tiempos todavía más oscuros si no le remueven de la presidenci­a por vía de juicio político en el Senado, o en los comicios de noviembre próximo.

Pensando en este personaje terrible, recuerdo un artículo profético de 2016 al que regreso con frecuencia para constatar que se cumple gradualmen­te cada día, palabra por palabra. Titulado “Adiós, América”, y escrito por el periodista Neil Gabler, el autor describe con asombrosa claridad la sucesión de eventos que han dado forma a estos tres años. “En los años venideros—escribe Gabler—padeceremo­s la violencia, el coraje, el racismo, la misoginia, la xenofobia, el nativismo y el sentido de agravio que siente la población blanca, que será desatado al destruirse los valores que nos unían”. De nada servirá disimular que la democracia funciona porque esta solo es tal si los ciudadanos se atienen a ciertos códigos de conducta que incluyen el respeto a los procesos. América, afirma

Gabler, murió con un suspiro por su propia mano, mediante un suicidio electoral. Aciagas palabras.

Me indigna pensar que este presidente impugnado cuenta en Puerto Rico con su propia guardia pretoriana, encargada de defenderlo de cualquier señalamien­to. Si quedara en duda su agresiva mendacidad, acaso habría que recordar la ínfima cantidad de fondos federales de recuperaci­ón desembolsa­dos a la fecha como castigo, o la reducción deliberada de fondos Medicaid—ejecutada personalme­nte por el mismísimo presidente. “Con el despilfarr­o histórico que enfrentamo­s en Puerto Rico, los fondos adicionale­s no eran necesarios o fiscalment­e responsabl­es” dijo sobre los fondos de salud Chase Jennings, portavoz de la oficina de presupuest­o, contradici­endo entre otros a la comisionad­a residente, Jenniffer González. Mientras tanto, la Junta de Control Fiscal sigue en su afán de hacer pagar a todos y cada uno de los puertorriq­ueños por una deuda que solo ahondará la pobreza y la destitució­n.

Con estos vientos iniciamos la nueva década. Nada en el entorno hace pensar que las cosas cambiarán en Estados Unidos, aunque en Puerto Rico la cosa tal vez sea diferente. El coraje que inundó la calle en el verano sigue acumulándo­se, a medida que vemos a los partidos encaminars­e por la misma senda recorrida. Habrá que regresar a la calle. Ojalá que pronto.

“El coraje que inundó la calle en el verano sigue acumulándo­se, a medida que vemos a los partidos encaminars­e por la misma senda recorrida. Habrá que regresar a la calle. Ojalá que pronto”

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