Noche de paz para celebrar en familia y amistad
El que finaliza no ha sido un año exento de dificultades y obstáculos, pero la realidad es que no son pocas las conquistas que como pueblo podemos celebrar en esta Nochebuena. Entre las más poderosas está el fervor igualitario que se ha multiplicado, y que nos permitirá enfrentar con más fuerza el prejuicio y el maltrato.
El mensaje contra la violencia está calando cada vez con más fuerza en los hogares y comunidades. Y esas situaciones que a veces transcurrían en lugares públicos, a la vista de todos, sin que nadie se atreviera a intervenir, hoy son blanco de repudio y de la denuncia de los ciudadanos. A ello contribuye, y hay que reconocerlo, que la Policía y el sistema judicial se han vuelto más inquisitivos cuando se trata de abusos a menores y de violencia machista.
De igual forma, tenemos que celebrar que hoy se combate, con más rigor y herramientas más inteligentes, el acoso que tanto daño hace a los niños y adolescentes.
Aun dentro de todas las vicisitudes vividas, las grandes decepciones que sufrimos con las personas a las que confiamos la dirección del país, y la inquietud que provocaron los eventos del verano —inquietud que se transformó al final en motivo de esperanza y fe en las capacidades de nuestro pueblo—, puede decirse que el balance del año es, por mucho, mejor que el anterior.
Esperamos que la circunstancia que nos lleva a un nuevo año electoral, con sus vaivenes y candidaturas, esté insuflando una tónica más amplia al debate. El tema de la sobremesa de esta noche, que en muchos hogares podría ser el de la política, no tiene que estar tan sesgado por los avatares partidistas.
Por el contrario, gracias a los múltiples eventos acaecidos en estos meses, la conversación del país puede abrirse a terrenos más diversos, y a deducciones que se enfocarán más en las oportunidades de construir que en los fanatismos.
Ello brinda esperanza.
En ese sentido, parte de la responsabilidad en estas fiestas es mantener expectativas optimistas y solidarias. Esta noche, cientos de miles de puertorriqueños podrán compartir una mesa que, aunque modesta, en la mayoría de los casos será rica en víveres y alegría.
No debemos olvidar, sin embargo, que el umbral de pobreza en la isla sigue siendo muy preocupante, y que muchos, en especial ancianos desvalidos o personas incapacitadas, carecerán no solo de un plato de comida, sino también de calor humano y compañía.
Abundan los hogares enlutados por el crimen. Esa sombra es particularmente dura en una celebración que, distinto a la despedida de año, apela como ninguna otra a la unión familiar. Vivir las primeras Navidades sin un ser querido, que siempre estuvo presente, es una de las situaciones más difíciles de remontar en esta época.
Esto nos lleva a la importancia de evitar nuevas desgracias vinculadas a los accidentes típicos de estas fechas: tránsito y pirotecnia. La pirotecnia ha hecho su aparición más temprano que otras veces, desde fines de noviembre. Mucho de lo que está en la calle es ilegal y peligroso.
Corresponde a los padres y adultos en la casa impedir una práctica que puede herir y mutilar, incluso a niños. Por cada persona que llegue a un hospital herida por pirotecnia, hay alguien que permitió irresponsablemente que la usara.
La necesidad de que en estos festejos los invitados que tomen alcohol cuenten con un conductor designado es un deber de todo anfitrión.
Celebremos en familia y en amistad la espiritualidad de la temporada navideña, confiados en nuestra capacidad como pueblo para asumir el porvenir.
A todas nuestras audiencias, a todo Puerto Rico, ¡Feliz Navidad!