Sobrevivencia
Ser dueño de una vivienda es un asunto muy preciado y serio para las generaciones de nuestros padres y abuelos. Para miles de personas, esa era la mayor prueba de éxito y de seguridad en la vida. Por lo tanto, perder de la noche a la mañana esa propiedad o pensar que podría perderla significa un gran golpe emocional para muchos. Eso se suma a otras pérdidas sufridas y a la incertidumbre de si volverá a temblar y si se puede afectar su integridad física. Ese escenario plantea la necesidad de atender con urgencia los aspectos emocionales y de salud mental, no solo para que las personas tengan ánimos y puedan seguir hacia adelante, sino para prevenir nuevos casos de suicidio. La presidenta del Colegio de Trabajadores Sociales, Mabel López
Ortiz, levanta la bandera porque la experiencia indica que eventos como estos suelen sumar casos de suicidio en el país. Ya ocurrió luego del huracán María. Y el año pasado cerró con más de 180 suicidios. Los expertos recomiendan que en estos casos es necesario prestar atención y tomar en serio lo que dicen las personas. Escucharlas, invitarlas a que hablen y, si nota algún indicio de que la persona piensa en hacerse daño, no dejarla sola, no juzgarla, ni regañarla, decirle que quiere ayudarla y que no está sola y buscar ayuda de un profesional de la salud. Es importante estar atento a las señales de tristeza profunda, depresión, aislamiento, falta de interés en las cosas que usualmente le gustaban y comentarios de desesperanza o de que quiere hacerse daño. Es un riesgo real.