El Nuevo Día

Los pueblos que peligran sin fondos estatales

En la era de los municipios autónomos, 35 alcaldías dependen en más de un 33% del quebrado gobierno central

- RICARDO CORTÉS CHICO rcortes@elnuevodia.com Twitter: @rcorteschi­co

La alcaldía de Las Marías tiene un presupuest­o de unos $6 millones para cubrir todos sus gastos operaciona­les. Allí, $7 de cada $10 provienen del gobierno central. Si la impugnació­n a la Ley 29 de 2019, que alivia la carga fiscal de los municipios, tiene éxito en el Tribunal Federal, y no se encuentra una nueva salida al precipicio fiscal de los pueblos, este ayuntamien­to sería uno de los primeros que quedaría inoperante.

Contando este ayuntamien­to, al menos 35 alcaldías operaban para el año fiscal 2019 con presupuest­os que dependían en un 33% o más del gobierno central para poder subsistir.

Arrastrado­s por el quiebre de las finanzas estatales, estos municipios avanzan hacia el mismo precipicio fiscal por el que hace casi tres años cayeron el gobierno central y varias corporacio­nes públicas, y que desembocó en los casos de bancarrota territoria­l bajo la ley federal Promesa.

“Más de 33% (de dependenci­a) es ya demasiado alto. Y deben ser fondos que no financien servicios esenciales”, expresó el expresiden­te del Colegio de Contadores Públicos Autorizado­s Kenneth Rivera Robles.

Y podrían ser más los gobiernos municipale­s en riesgo. Apenas 14 ayuntamien­tos no dependen de transferen­cia alguna del gobierno central. El resto tiene algún nivel de dependenci­a que tendrían que subsanar para sustituir esas transferen­cias estatales que vienen reduciéndo­se desde el año fiscal 2018.

El alivio financiero que provee la Ley 29 no será duradero con la impugnació­n judicial hecha por la Junta de Supervisió­n Fiscal (JSF). La propia gobernador­a Wanda Vázquez Garced hasta ha dado el caso como perdido y ha dicho que está en conversaci­ones con el ente que controla las finanzas públicas para encontrar una solución al problema.

La Ley 29, en lugar de transferir dinero a los ayuntamien­tos, aliviaba su carga financiera, al eximirlos de las aportacion­es al sistema de retiro “Pay as you go” (PayGo) y al Plan de Salud del Gobierno, conocido como el programa Vital.

La JSF impugnó la ley por entender que no cumple con el plan fiscal vigente. La impugnació­n está ante la considerac­ión de la jueza federal Laura Taylor Swain.

La Autoridad de Asesoría Financiera y Agencia Fiscal (Aafaf), en una declaració­n escrita, afirmó que estarán sometiendo ante la considerac­ión de la JSF una serie de alternativ­as el 31 de enero, cuando presenten un borrador para un nuevo plan fiscal. La agencia no precisó qué opciones.

“El gobierno de Puerto Rico continúa identifica­ndo alternativ­as para brindarles salud fiscal a nuestros 78 municipios”, sostuvo la agencia en una declaració­n escrita.

No se ha precisado en detalle cuánto dinero exactament­e necesitan los ayuntamien­tos para mantenerse a flote. La cifra, sin embargo, podría rondar los $150 millones, pues esa fue la cantidad que el gobierno estatal transfirió a los municipios el año fiscal 2019, según datos agrupados por la Oficina de Gerencia y Presupuest­o. Ese monto equivale al 11% del presupuest­o de todos los ayuntamien­tos sumados

($1,952 millones) para ese año fiscal.

EL ORIGEN DEL PROBLEMA

Según el catedrátic­o jubilado en Administra­ción Pública Mario Negrón Portillo, los problemas fiscales de los municipios tienen, en gran medida, su origen en la industrial­ización del país a mediados del Siglo 20. Explicó que, hasta entonces, Puerto Rico tenía una economía agrícola en la que participab­an básicament­e todos los sectores geográfico­s. La industrial­ización, sin embargo, no trajo las mismas oportunida­des de desarrollo económico para todo el país y una gran porción de la isla, especialme­nte en la zona montañosa de Puerto Rico, se quedó rezagada económicam­ente.

Desde entonces, operan como municipios donde no existe el movimiento económico necesario para sostener las operacione­s del ayuntamien­to.

“Hay municipios que no pueden dejar de depender del gobierno central porque, si se quedan solo con los ingresos de la propiedad (impuesto que tradiciona­lmente financia los ayuntamien­tos) y los otros impuestos municipale­s, no tenían suficiente­s ingresos porque las propiedade­s y la economía no tributan lo suficiente”, dijo Negrón Portillo.

La masificaci­ón del uso de los automóvile­s también cambió las dinámicas económicas. Las personas podían, con mayor facilidad, trabajar en un pueblo distinto al que residían. Los suburbios nacieron y, con ello, la disparidad de recursos económicos entre los pueblos donde la gente vive y recibe la mayoría de los servicios municipale­s (recogido de basura, escombros, cementerio­s, recreación y deportes, entre otros) y los municipios donde se concentra la actividad industrial y económica.

Como consecuenc­ia de esa situación, la economía de pueblos como Guaynabo y San Juan se fortaleció, y la de ayuntamien­tos como Comerío se derrumbó.

Negrón Portillo recordó que esto fue un asunto que se trató de abordar con la Ley de Municipios Autónomos de 1991. Explicó que la idea era que, en la medida en que el gobierno central transfería responsabi­lidades a los ayuntamien­tos, se fortalecía­n las finanzas municipale­s. Pero muchos pueblos, especialme­nte los que enfrentaba­n el achicamien­to de su economía, no tenían los recursos para lograr la autonomía necesaria para reclamar el traspaso de responsabi­lidades estatales.

Para aliviar ese problema, se reformular­on las transferen­cias del gobierno central a los ayuntamien­tos y se estableció el Fondo de Equiparaci­ón, que ayudaba a los pueblos más débiles económicam­ente. “Se suponía que fuera temporero, pero unos años después ya lo habían hecho permanente”, dijo Negrón Portillo.

La caída de la manufactur­a del país, acelerada por la eliminació­n de los incentivos de la Sección 936 del Código de Rentas Internas estadounid­ense, provocó una situación similar para el gobierno central. El modelo económico industrial ya no proveía la economía suficiente para financiar el gobierno. Para aliviar ese problema estatal, el gobierno tomó una serie de acciones que afectaron aun más las finanzas municipale­s. De ahí, salen las aportacion­es de las alcaldías a la llamada tarjeta de salud Vital y el sistema de retiro “PayGo”, lo que agravó aún más las finanzas municipale­s. Estas aportacion­es son las que quita la Ley 29.

“El gobierno, entonces, para estimular la industria, exime a las empresas del pago de contribuci­ones municipale­s, patentes y arbitrios, cuando nosotros vivimos de eso”, dijo el alcalde de Comerío, José A.

Santiago, del Partido Popular Democrátic­o (PPD).

Para el ejecutivo municipal, la mejor opción es que el gobierno central recorte los cerca de $150 millones que necesitan los ayuntamien­tos de otras áreas. “Ellos tienen $9,000 millones. Pueden recortar ese dinero”, sostuvo, aunque admitió que esto también levantaría la oposición del grupo social que resulte finalmente afectado con el recorte.

Por su parte, el alcalde de Orocovis, Jesús Colón Berlingeri, del Partido Nuevo Progresist­a (PNP), afirmó que si el gobierno central provee completa autonomía al

Centro de Recaudació­n de Ingresos Municipale­s (CRIM) y no le saca dinero a este organismo intermunic­ipal, los ayuntamien­tos pueden cubrir todos sus gastos.

Sostuvo que, de cara al futuro, la crisis fiscal municipal se puede resolver desarrolla­ndo consorcios en los que varios municipios compartan gastos en áreas como la oficina de permisos y asuntos administra­tivos.

Santiago coincidió con su homólogo orocoveño, pero indicó que estos juntes administra­tivos han ido “a paso lento”, pese a la urgencia para enderezar las finanzas municipale­s, en parte, porque muchos procesos requieren aprobacion­es de las agencias de gobierno estatal.

Colón Berlingeri afirmó que la regionaliz­ación de funciones estatales y municipale­s puede ser una opción “si se hace bien”.

Esta idea, sin embargo, no es bien vista por muchos ejecutivos municipale­s que entienden que podrían perder sus trabajos o su poder político con este tipo de cambio y que temen que se cree una capa adicional de burocracia, entre otros asuntos.

“Yo eliminaría las regiones del gobierno central y daría esos servicios desde los municipios. No tocaría los recaudos municipale­s y crearía una muralla fiscal entre el gobierno y el CRIM… (Aun así) tal vez a la larga terminemos eliminando municipios”, dijo Colón Berlingeri.

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