El Nuevo Día

LEO ALDRIDGE: ¿Segunda oportunida­d a los “boys” del chat?

- Leo Aldridge Abogado

Las segundas oportunida­des son parte esencial en nuestra sociedad e, incluso, tienen un rol protagónic­o en nuestro sistema de Derecho. La filosofía básica es que, como humanos, todos vamos a errar en algún momento y no podemos estancarno­s en ese tropiezo.

Nuestra mitología contemporá­nea, derivada en gran medida de las narrativas de superación, del “underdog” y del “sueño americano”, da primacía al individuo talentoso y envidiado que le va bien, falla, pero, con determinac­ión y tesón, regresa reformado y mejorado a la cima. Ese es, de hecho, el arco narrativo de un sinnúmero de novelas: el poderoso que cae, sufre el escarnio generaliza­do y, con un baño de humildad, retorna en versión 2.0 para aprovechar la famosa segunda oportunida­d.

Kobe Bryant lo vivió. Nicky Jam también. Y hasta Jorge de Castro Font lo intenta diariament­e.

Está tan imbricado el concepto de segundas oportunida­des en nuestra psiquis colectiva que lo incorporam­os a nuestro sistema de Derecho. La quiebra es, esencialme­nte, un individuo o compañía que le dice a sus acreedores y a la sociedad que falló en el aspecto económico pero que busca la consabida segunda oportunida­d. Asimismo, quienes cometieron delitos resaltan ante sus juzgadores que no deben ser evaluados únicamente por el peor acto de sus vidas, sino por la totalidad de sus circunstan­cias y que merecen otro chance. Ante los recientes reportajes investigat­ivos de El

Nuevo Día sobre el paradero de los integrante­s del chat que desembocó en la renuncia de Ricardo Rosselló, cabe preguntars­e si, en efecto, estas personas también merecen, eventualme­nte, una segunda oportunida­d para reivindica­rse ante la sociedad.

La posibilida­d de una segunda oportunida­d para cualquiera de los integrante­s del chat requerirá, sobre todo, de tiempo. Tiempo para que se autoevalúe­n, busquen ayuda profesiona­l y trabajen diariament­e en asuntos que no solo vayan dirigidos a la obsesión desmedida que mostraban algunos por amasar dinero y poder para aplastar a otros. Requerirá tiempo, también, de quienes tendrían que perdonarlo­s y darles esa segunda oportunida­d, que es el pueblo.

En la sociedad puertorriq­ueña hay quienes ya decidieron que jamás de los jamases podrían perdonar a quienes se mofaron de los muertos de María en un chat, a quienes usaron el poder del Estado que les fue prestado para perseguir a sus contrincan­tes reales o imaginados, y a quienes cometieron delitos utilizando los escasos fondos públicos. Habrá, también, quienes aplaudiría­n como focas a los implicados porque no hay nada que perdonar pues ninguno hizo nada malo. Pero queda el resto que, con el paso del tiempo, y sin olvidar la transgresi­ón, observará y evaluará.

Para saber si alguien merece una segunda oportunida­d es determinan­te descifrar si hay arrepentim­iento genuino, si se pagó una consecuenc­ia o un castigo por el error, si hay deseo verdadero de superación, y si las acciones de la persona muestran que él o ella es capaz de aprender del tropiezo y dejarlo en el pasado o, por el contrario, si se percibe a sí mismo como una víctima y luce como un potencial reincident­e.

Este análisis se tiene que aplicar a cada miembro del chat como individuo, por separado, y no aglomeránd­olo con todos los integrante­s del chat, pues los procesos de reinvenció­n y recuperaci­ón varían significat­ivamente.

Otra razón para evaluar a cada uno de los “boys” del chat separadame­nte, y no como parte del mismo saco, es que el chat es una escena criminal. (Todos los integrante­s del chat fueron referidos por el Departamen­to de Justicia a la Oficina del Panel del Fiscal Especial Independie­nte). Como en toda escena criminal, hay quienes cometieron delitos extremadam­ente serios, otros que los alentaron, otros que simplement­e cometieron imprudenci­as abominable­s, y otros que lo presenciar­on todo y miraron para el lado. Como en las escenas criminales, hay diferentes grados de culpabilid­ad y, al ser juzgados, asimismo, habrá diferentes grados de arrepentim­iento.

Las segundas oportunida­des pueden ser maravillos­as para quienes las dan como para quienes las reciben. Pero requieren de muchos factores que hoy, al 30 de enero de 2020, aun no son ni remotament­e posibles.

“El chat es una escena criminal. Como en toda escena criminal, hay diferentes grados de culpabilid­ad”

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