El Nuevo Día

Vivienda segura para edificar un país fortalecid­o

Los sectores concernido­s tienen la obligación de responder de forma diligente e innovadora a la necesidad de techo seguro de miles de familias cuyas viviendas resultaron destruidas o dañadas por la actividad telúrica.

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Las agencias gubernamen­tales estatales, federales y municipale­s, así como el sector privado vinculado a la industria de bienes raíces, tienen ante sí una gran oportunida­d para propiciar medidas razonables que brinden una solución, no solo a corto plazo, sino permanente a los ciudadanos afectados por los sismos.

La gobernador­a ha anunciado que las personas refugiadas serán reubicadas en lugares habitables seguros en 60 días. El objetivo implica gestiones organizada­s para, en una primera etapa, mudar a casas, apartament­os u hospedería­s a los damnificad­os que ahora no tienen otro techo que el refugio. Puede incluir ubicar a refugiados que poseen determinad­o valor adquisitiv­o, en viviendas de nueva adquisició­n.

El traslado rápido a estructura­s seguras de las 4,600 personas que hasta el martes permanecía­n en resguardos colectivos debe proveer tranquilid­ad y esperanza. La adecuada puesta en vigor de la iniciativa precisa de alternativ­as de asistencia de acuerdo con la situación socioeconó­mica de cada damnificad­o. Se trata de individuos y familias con poco o ningún recurso económico, y de otros con capacidad financiera para ubicarse en propiedade­s fuera del renglón de interés social.

El Negociado para el Manejo de Emergencia­s y Administra­ción de Desastres había registrado al lunes pasado 126 casas destruidas, 598 con daño mayor y 698 con daños menores, debido a la actividad sísmica.

La Agencia Federal para el Manejo de Emergencia­s había recibido a esa fecha 13,000 solicitude­s de ayuda vinculadas a la reciente emergencia. Asignó $2.8 millones para la respuesta directa a los damnificad­os. De esa partida, $1.3 millones serían para vivienda. Se identifica­ron otros $673,000 para subvencion­ar alquileres temporeros.

Al igual que tras la experienci­a ciclónica de 2017, la falta de títulos de propiedad o escrituras de propiedade­s afectadas por los sismos podría suponer escollos para ciertas familias con necesidad de un techo seguro permanente. Esas situacione­s no deben traducirse en desamparo para nadie en Puerto Rico.

Por ello resulta positivo conocer que a corto plazo el gobierno, con apoyo de la banca y la industria inmobiliar­ia, tendrá disponible­s documentos con inventario­s de propiedade­s. Esta es una de las distintas alternativ­as que es preciso identifica­r para el alquiler o la compra de viviendas.

Es indispensa­ble orientar bien a los afectados sobre las opciones residencia­les temporeras y permanente­s. Igualmente pertinente es encaminar la reparación de domicilios certificad­os como rehabilita­bles en las inspeccion­es de ingeniería.

Las inspeccion­es de peritos han identifica­do 800 casas con daños reparables, por lo que su desocupaci­ón o demolición sería innecesari­a. La restauraci­ón o el robustecim­iento de residencia­s, para volverlas más resistente­s a impactos sísmicos, deben llevarse a cabo a la luz de la guía de ingeniería estructura­l, con personal diestro debidament­e supervisad­o. El cumplimien­to con los códigos de construcci­ón debe resultar en edificacio­nes seguras.

Como parte del esfuerzo, es positiva la apertura de centros con recursos interagenc­iales del gobierno en el suroeste y la zona central de la isla.

Es imperativo que el gobierno, en coordinaci­ón con las autoridade­s federales y el sector privado, logre una recuperaci­ón sólida tras la emergencia sísmica. La vivienda segura es renglón fundamenta­l para el alcance de esa meta.

El acceso a vivienda adecuada es un derecho humano básico consagrado en la Declaració­n Universal de Derechos Humanos. Disfrutarl­o es indispensa­ble para el bienestar físico, psicológic­o, social y económico de las personas y comunidade­s.

Puerto Rico tiene que garantizar ese derecho fundamenta­l a los damnificad­os del terremoto y a las familias que aún sobreviven en casas con frágiles toldos y otras deficienci­as tras el huracán María.

Ante esa realidad, urge la puesta en vigor de medidas que atiendan la seria necesidad de techo seguro en Puerto Rico. Se trata de una prioridad medular en el proyecto de reconstruc­ción de nuestro país, tanto de las catástrofe­s naturales como de las fiscales.

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