El Nuevo Día

Jaime Espinal le ha sacado jugo a su plata olímpica

- CHU GARCÍA Columnista

Siempre ha sido la excepción a la regla: siendo dominicano y residencia­do aquí a los cinco años, decidió competir como luchador por el país que le alargó sus manos llenas de ay bendito.

Luego de un traslado familiar a Nueva York, donde notó racismo y líos por doquier, volvió, pero dejó a un lado la lucha, aunque finalmente Pedro Rojas, cubano y creador del club Sparta, colindante a la escuela Gabriela Mistral, donde había estudiado, lo mandó a Cuba durante nueve meses, sometido a un régimen duro de entrenamie­nto, y el éxito no se hizo esperar: primer lugar en Mayagüez 2010, en 84 kilogramos, y tercero en los Juegos Panamerica­nos de Toronto, en 2015, pero ya había dado el campanazo en las Olimpiadas de Londres, en 2012, perdiendo en la final con Sharif Sharifov, de Azerbaiyán.

Obviamente, este lauro le significó mucha plata, fama y popularida­d: una bonificaci­ón de $30 mil de Copur, una casa reposeída por el Banco Popular, con un coste de $24,000, que Richard Carrión, presidente de esta institució­n no se la regaló sin deuda para que tomara el camino recto de la responsabi­lidad, mientras también recibía un auto Honda CR-V de parte de Bella Internatio­nal.

O sea, que el segundo puesto en Londres le redituó ganancias y lo colocó en la cresta de la ola, por encima de su compañero y coterráneo Franklin Gómez campeón en la justa panamerica­na de Guadalajar­a, en 2011, y segundo en el Campeonato Mundial de Estambul, en la misma división de 60 kilos, y quien a juicio de los expertos es mejor que Espinal.

Este, entretanto, ha transitado por un calvario: no peleó en Barranquil­la 2018, por una lesión, no buscó el pase aquí para Lima 2019, aduciendo que prefería entrenar para Tokío 2020, fracasando dos veces con Ethan Ramos, en 86 kilos, pero con su hambre desmedida de seguir en la brecha ha recibido permiso federativo para desafiar mañana a Evan, hermano de su vencedor, en 97, y de ganar tener que llegar a la final del clasificat­orio olímpico de Canadá, en marzo.

Nada, que es cabeciduro y recibe ayuda económica desde 2012 a pesar de su caída en barrena y sus continuas críticas públicas a Copur y el DRD, sus ángeles guardianes.

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