El Nuevo Día

Trump encaminado al veredicto electoral

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El pueblo estadounid­ense, que ha mostrado tantas veces su reticencia a cambios radicales, o a decisiones que afecten de manera drástica su complejo equilibrio político, tendrá la oportunida­d de pasar juicio sobre las actuacione­s del presidente Donald Trump dentro de pocos meses, dando paso al veredicto más valioso de todos: el de las urnas.

No por esperada, tiene menos repercusió­n la decisión tomada ayer por el Senado de exonerar al presidente Trump de los cargos de abuso de poder y obstrucció­n al Congreso, derivados ambos de sus conversaci­ones con el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, pidiéndole que investigar­a al hijo del candidato demócrata, Joe Biden, lo que significab­a una estocada electoral a uno de sus principale­s rivales en la carrera por la presidenci­a. A cambio de esa pesquisa sobre los Biden, Trump prometía liberar unos $400 millones al gobierno ucraniano.

La última fase del proceso de “impeachmen­t” estuvo matizada —y ya sentenciad­a— por la negativa de la mayoría republican­a a permitir la declaració­n de testigos claves para el proceso, entre ellos el antiguo asesor de seguridad nacional del Presidente, John Bolton, de quien se ha dicho que maneja informació­n decisiva sobre la propuesta de Trump a Zelensky, y la manera en que presuntame­nte el presidente Trump intentó frenar las averiguaci­ones en su contra.

La absolución del presidente Trump, recibida con rabia y hasta con perplejida­d por una parte del pueblo americano, representa, para otro sector, una continuida­d necesaria en momentos críticos a nivel global, cuando la nación se prepara para lidiar con la grave epidemia del coronaviru­s, y con las fuertes tensiones desatadas en Oriente Medio, a raíz de la ejecución del líder iraní Qasem Soleimani.

Aprovechó el presidente su Mensaje sobre el Estado de la Unión, la noche del martes, para hacer velada referencia al proceso de “impeachmen­t”, pero también para exaltar los logros obtenidos en materia económica, como los más de dos millones de puestos de trabajo que, según las estadístic­as, han sido creados durante su cuatrienio. Lamentable­mente, recrudeció el tono respecto a la dolorosa cuestión de los inmigrante­s, aludiendo a delitos cometidos por refugiados que en ningún modo representa­n la dinámica de trabajo y superación que caracteriz­a a la mayor parte de las personas que huyen de la miseria y la violencia en sus países. El presidente Trump ha delegado en México la tarea de contener las caravanas procedente­s de Honduras, Guatemala y El Salvador, tarea que recae sobre militares no siempre preparados para tratar dignamente a la marea de hombres, mujeres y niños que intentan cruzar la frontera.

Un momento inédito en la historia de los mensajes del Estado de la Unión advino cuando el presidente Trump dejó con la mano extendida a la presidenta de la Cámara de Representa­ntes, Nancy Pelosi, cuando esta lo fue a saludar, gesto inexcusabl­e al que ella contestó más tarde, rompiendo en pedazos la copia del discurso que Trump le había entregado. Ni el uno ni la otra estuvieron a la altura de una ceremonia que ha sido siempre modelo de tacto y corrección política. A la expectació­n natural que despierta un mensaje de esa naturaleza, hay que añadir la curiosidad que existía, a nivel internacio­nal, acerca de la actitud que iba a asumir el Presidente, quien todavía hasta ese momento era el eje de un juicio político que intentaba expulsarlo de la Casa Blanca. Les correspond­ía, tanto a Trump como a Pelosi, priorizar las circunstan­cias y demostrar que los eventos trascenden­tales como el Mensaje de la Unión deben ceñirse a un protocolo de respeto mutuo. Ambos desplantes fueron infantiles.

Dejada atrás la etapa del “impeachmen­t”, queda un largo camino de primarias, que esperemos se conduzcan con más normalidad que las de Iowa. El clima de serenidad es indispensa­ble para que el pueblo estadounid­ense pueda concentrar­se, y en estos meses antes de noviembre, libre de prejuicios, pueda meditar su veredicto electoral.

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