El Nuevo Día

El invencible de la Casa Blanca

- Leo Aldridge Abogado

El presidente Donald Trump al parecer tenía razón cuando dijo durante su campaña que siempre gana. La realidad es que, hasta el momento, no ha perdido una. Y su exoneració­n ayer en el Senado de los cargos de obstrucció­n y abuso de poder, aunque anticipada, representa su más reciente victoria política.

Durante la campaña Trump se burló de las personas con discapacid­ades, atropelló a una familia musulmana cuyo hijo murió en guerra combatiend­o por el ejército estadounid­ense y alardeó de que agarraba a las mujeres por sus partes privadas por el simple hecho de que podía. Ganó la elección pocos días después.

Ya electo, protagoniz­ó un supuesto “affair” con una actriz porno y cometió posibles violacione­s a la ley electoral por tratar de encubrir el escándalo a través de pagos no divulgados. Ninguna consecuenc­ia para él, aunque otros andan en prisión.

Fue objeto de una investigac­ión de sobre dos años por parte de un fiscal especial sobre los vínculos de Rusia con su campaña. Ninguna consecuenc­ia para él, aunque otros – al igual que en el caso anterior – andan en prisión.

Su política pública ha consistido en llamar a la prensa “el enemigo del pueblo” y encerrar a niños en jaulas en la frontera con México, pero sin consecuenc­ia significat­iva para él.

Se convirtió en el tercer presidente residencia­do en la historia de Estados Unidos por condiciona­r $391 millones a Ucrania a cambio de que allí investigar­an a su contrincan­te político Joe Biden. Pero, ayer, tras una votación partidista y gracias a un juicio carente de testigos, se convirtió también en el tercer presidente en ser exonerado por el Senado.

A diferencia de Bill Clinton, quien fue residencia­do y exonerado hace más de dos décadas, Trump sale políticame­nte fortalecid­o con su base tras el proceso que culminó ayer en el Senado. Los demócratas están involuntar­iamente ayudando a Trump cuando muestran un caos organizati­vo tras el inicio de las primarias en Iowa y ante la realidad de que no han podido definirse como un partido de centro o de izquierdas ni cohesionar­se aún detrás de un candidato o candidata.

El mismo Trump sabe que está hecho de Teflón: nada malo se le pega. Incluso se jactó de ello en enero de 2016 cuando afirmó que “yo podría pararme en el medio de la Quinta Avenida y dispararle a alguien y no perdería electores”.

En su mensaje durante la noche del martes, resaltó la fortaleza de la economía, la milicia y el ánimo positivo de las empresas y Wall Street. De maneras que se alejan radicalmen­te de la tradiciona­l diplomacia, ha contenido a dos poderes nucleares: Corea del Norte e Irán.

Va encaminado hacia la campaña electoral de 2020 con los mejores números de aprobación que ha tenido en mucho tiempo, incluso superiores que los que registró para esta fecha su antecesor y némesis Barack Obama.

Va a ser en extremo difícil detener a Donald Trump. El maltrato hacia Puerto Rico – el tirar papeles toallas ante la máxima vulnerabil­idad, el aguantar dinero ya aprobado por el Congreso, la desconfian­za total – no le afecta en lo absoluto al presidente Trump y muy probableme­nte continuará. Cualquier incentivo contributi­vo que pudiera conferirno­s el estatus territoria­l también muy posiblemen­te desaparece­rá.

Preparémon­os como país, pues, para la posibilida­d de que Trump no será un ave de paso de cuatro años si no, muy probableme­nte, alguien a quien tendremos que torear o repudiar, dependiend­o del caso, por el doble de lo anticipado.

“El maltrato hacia Puerto Rico no le afecta en lo absoluto al presidente Trump y muy probableme­nte continuará”

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