PASEO CON RULFO

“Al gobierno lo conocemos, al que no conocemos es a la madre del gobierno. ¿Sabes quién es la madre del gobierno, profesor?”

-La patria, contesté.

Se rieron. Y me dijeron: “No, profesor. El gobierno no tiene madre”.

Lo que antecede es un extracto de un cuento de Juan Rulfo, incluido en su libro

El llano en llamas. Y no preciso el título por dos razones: la primera, para que se animen a buscar y leer este fantástico libro en su totalidad. La segunda, porque no me acuerdo si fue en Luvina o en otro de los cuentos donde aparece esa frase. A ustedes que me han dado el privilegio de leerme, no les voy a engañar.

He llegado a la edad de releer libros. Antes me parecía una cosa absurda. En un espacio tan corto como es la vida, redescubrir un texto leído cuando todavía no se peinaban canas era para mí una pérdida de tiempo. Ahora no. En el frío de Texas leo a Rulfo y visito con él los parajes desolados de Comala, el lugar donde se desarrolla Pedro Páramo. Comala, ese lugar habitado por ánimas, no existe pero es tan real como cualquier pueblo olvidado de cualquier lugar del mundo.

Mientras camino de la mano de Rulfo por esos parajes, no dejo de asombrarme de las dobleces del corazón humano. Ni de la capacidad del autor mexicano para hacer que sintamos ternura y comprensión por personajes a veces violentos y siempre contradictorios como somos todos.

Cuando termino de leer, busco las noticias de la patria. La tierra sigue temblando, van a aumentar la luz y a recortar las pensiones, el gobierno nombra a un comité “asesor” para lavarse la cara, asesinan a varios frente a un negocio. Todo cambia y todo sigue igual.

Vuelvo al libro: “Allá arriba un cielo azul y detrás de él tal vez haya canciones; tal vez mejores voces... hay esperanza, en suma. Hay esperanza para nosotros, contra nuestro pesar”.