Alineación planetaria para el presidente
Gústenos o no –y ciertamente a mí no me gusta, más bien detesto siquiera imaginarlo–, todos los indicios apuntan a la alta probabilidad de la reelección del presidente Donald Trump. Para él, los planetas, en todas sus fases políticas, se han alineado, desgraciadamente no por ignición espontánea suya, sino por los desaciertos de sus principales adversarios, groseros algunos de ellos, como el de la imagen trucutera de la “speaker” Nancy Pelosi destruyendo ante la televisión nacional y mundial la copia que oficialmente se le había servido del Mensaje del Estado de la Unión que ofrecía el presidente. Un mal, una insolencia, una descompostura no puede responderse con otro mal, otra insolencia u otra descompostura.
La alineación política planetaria ha sido una favorable al presidente Trump desde temprano en su disfuncional administración, en la que, en ocasiones, ha parecido más un bufón que el líder de la principal democracia en el mundo. La respuesta por parte de los principales líderes demócratas a los constantes sarcasmos e insultos contra todo quien opine distinto a él, a que se ha reducido la comunicación desde la Casa Blanca hacia la sociedad estadounidense, ha sido no solo liviana, sino a veces pueril. El proceso de residencia, o impeachment –un mecanismo de puntual importancia para resguardar a la nación de posibles acciones de traición o descarrilamiento del juramento presidencial de ajustarse a los estándares de respeto a la dignidad de sus conciudadanos, de “guardar, proteger y defender la Constitución de los Estados Unidos frente a todo enemigo interior o exterior”, con todos los alcances que pudieron haberse invocado sin el apasionamiento político a que lo sometió (además de sus desacertadas ambivalencias) la “speaker” Pelosi, fue convertido en un juego de balón político entre quienes aman y odian al presidente, con la circunstancia numérica vital centrada en un Senado republicano que cerró filas con su principal líder. A lo largo de todo ese proceso –que desembocó como se preveía desde el día 1– en la absolución del presidente, fue evidente la ineptitud del liderato demócrata en la Cámara de Representantes para volcar la opinión pública a su favor.
Entonces, precisamente en “los capítulos culminantes” –como se promociona el final de una serie de acción o amor en la televisión– del proceso de residencia, el fiasco de los caucus demócratas en Iowa, a causa de unas imperdonables fallas técnicas, provocó ira y vergüenza no sólo entre los demócratas sino también en toda la nación. Ver a los aspirantes a la nominación presidencial agarrando sus aviones en horas de la madrugada para salir de Iowa hacia New Hampshire, donde tendrá lugar el próximo evento primarista, sin saber el resultado de las votaciones en los caucus, dio la oportunidad al presidente de mofarse de sus adversarios con su cachaza habitual: “Es un desastre que no puede ser mitigado. Nada funciona bien bajo los demócratas”.
Finalmente, se dio el Mensaje sobre el Estado del País, seguido por la exoneración senatorial del presidente. Nadie apueste al final de la era de Trump en noviembre próximo.
“A lo largo de todo ese proceso fue evidente la ineptitud del liderato demócrata en la Cámara para volcar la opinión pública a su favor”