Buscapié
Cada vez que pienso en el futuro me frustro sobremanera, pues cada vez que llego a él, nunca es lo que quisiera… Pero, como entre mis insomnios todavía la incordia esperanza se me aparece como espectro en vida y me hostiga para jugar con ella sus juegos de azar, hasta he considerado seriamente sacar mi tarjeta electoral…
Y no es por meras changuerías emocionales que me asquean las fanfarrias electoreras; ni es por capricho o arrogancia intelectual que me avergüenzan las huestes fanatizadas, tan engreídas como atontadas por la propaganda de futuros de siempre prometidos por los viejos partidos, tan podridos de pillaje y falsedad.
Y no es por terquedad de principio que todavía me inhibo de militar con carné o como civil realengo en el gran teatro electoral, incluso con quienes hoy se postulan con probada honradez y compartimos ideales de justicia social y demás causas por el bien común. Demasiados todavía se embriagan fácilmente con los dulces venenos del poder, esos que propenden a la corrupción moral con fantasiosas consignas populistas, fórmulas mágicas, labias de ocasión y clichés oportunistas…
Lo político en esta época se caracteriza también por la propensión a lo injusto, a la falta de honradez, al ensimismamiento egoísta y la busconería. No son grandes diferencias ideológicas o estratégicas sino rencores y chismes, celos y envidias, lo que más entorpece las posibilidades de un mejor porvenir colectivo.
Pero la vida es lucha toda, como decía el poeta; y la justicia anhelada es demasiado grande como para querer encajonarla entre promesas abstractas en contienda electoral y la vaguedad inherente de un programa de partido…
Además, ¿cómo ignorar los patrones de comportamiento que nos hacen víctimas de psico-sociópatas en carrera por ganar posiciones de poder político, aunque no sean más que simulacros de poder, premios de consolación o ilusorios engaños autoinducidos?
Las dudas se multiplican e hibridan, y, aun así, creo que voy a sacar mi tarjeta electoral…