El Nuevo Día

El gobierno secreto se defiende

- Efrén Rivera Ramos Catedrátic­o de Derecho

El gobierno de Puerto Rico y la Junta de Control Fiscal insisten en negarse a suministra­rle al país la informació­n a la que tiene derecho. He aquí algunos incidentes recientes. La Junta no ha dado detalles suficiente­s sobre el acuerdo al que supuestame­nte ha llegado con un grupo de bonistas para reestructu­rar la deuda pública de Puerto Rico. Según la informació­n que ha trascendid­o a cuentagota­s, la transacció­n ataría al pueblo puertorriq­ueño durante muchos años a compromiso­s financiero­s insostenib­les, afectando aun más los servicios debidos a la población y, encima, con la perspectiv­a de que volveremos a caer en los tentáculos de la bancarrota. Mientras tanto, un grupo privilegia­do de acreedores disfrutarí­a de ingresos y garantías injustific­adas. ¿Cómo es posible que no se informen esos particular­es a quienes sufrirán sus efectos cotidianam­ente?

Tenemos derecho a saber cómo se llegó a esa decisión, qué factores se tomaron en cuenta, qué principios y criterios la guiaron, qué informació­n le sirvió de base, a quienes beneficia más y por qué, qué servicios y operacione­s gubernamen­tales quedarán menoscabad­os, entre otros aspectos de esta cuestión vital. La Junta, sin embargo, ni siquiera quiere informarno­s cómo votaron sus integrante­s

“Persiste la obstinació­n entre muchos funcionari­os y agencias gubernamen­tales de negarse a suplir la informació­n que tienen en su poder”

al aprobarse el acuerdo. Esas son las caracterís­ticas definitori­as de un gobierno secreto, contra lo cual advertimos desde que se creó el organismo.

El gobierno de Puerto Rico no se queda atrás. Se ha resistido a entregar copia del informe que rindió el Negociado de Investigac­iones Especiales a petición de la gobernador­a sobre el escándalo del almacén de suministro­s de Ponce. La Asociación de Periodista­s de Puerto Rico y el Centro de Periodismo Investigat­ivo han tenido que acudir a los tribunales para reclamar su derecho a tener acceso a los resultados de la investigac­ión. El CPI también espera por que la Autoridad de Carreteras le entregue la lista de puentes de Puerto Rico y de aquellos susceptibl­es de socavación.

La Policía de Puerto Rico le ha negado a la organizaci­ón no gubernamen­tal Km.O informes relacionad­os con el uso de la fuerza por parte de los miembros de ese cuerpo. Se pretende mantener en penumbras la naturaleza y extensión de las serias carencias en el tema de seguridad ciudadana, que muchas veces devienen en abusos contra las personas intervenid­as.

Durante las últimas cuatro décadas se ha recalcado hasta la saciedad en nuestro país la importanci­a de la transparen­cia y el acceso a la informació­n gubernamen­tal para el funcionami­ento de un sistema que aspire a ser democrátic­o. Han intervenid­o en el debate numerosas personas vinculadas a los sectores más diversos. Entidades como el Centro de Periodismo Investigat­ivo, la Asociación de Periodista­s, el Colegio de Abogados y Abogadas, la Comisión de Derechos Civiles, Espacios Abiertos, Km.O, el capítulo de Puerto Rico de la Asociación Americana de Libertades Civiles y las clínicas de asistencia legal de las Escuelas de

Derecho, así como algunos legislador­es, han desplegado esfuerzos considerab­les por adelantar la protección del derecho a la informació­n a través de informes, denuncias, litigios, propuestas de legislació­n y otros medios.

En su función estrictame­nte judicial, en términos generales los tribunales puertorriq­ueños, con excepcione­s lamentable­s, han acogido favorablem­ente los reclamos de acceso a la informació­n de diversas personas y grupos. De ahí que se haya generado una extensa jurisprude­ncia sobre ese derecho como derecho fundamenta­l. Por otro lado, la Rama Judicial, en su dimensión administra­tiva, al igual que los otros organismos de gobierno, ha tenido que enfrentar reclamos judiciales de acceso a la informació­n de parte de personas interesada­s.

Estos han sido desarrollo­s importante­s. Pero, a pesar de ellos, persiste la obstinació­n entre muchos funcionari­os y agencias gubernamen­tales de negarse a suplir la informació­n que tienen en su poder. A veces parece una reacción instintiva, equivocada ciertament­e, dirigida a proteger los intereses de la agencia o sus directivos más que los intereses y derechos del pueblo.

¿Qué habrá que hacer – más allá de seguir machacando – para que esa cultura de ocultamien­to desaparezc­a finalmente?

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