El peligro de hacer el bien
La película “Sergio” plasma la historia real de un diplomático que queda atrapado por un ataque terrorista en medio de una misión humanitaria
A pesar de que el gancho dramático del filme “Sergio” es extremadamente similar al de la película “World Trade Center” (2006), con un protagonista recorriendo por las memorias claves de su vida después de haber sobrevivido un ataque terrorista, el nuevo largometraje original de Netflix logra un espacio de intimidad distintivo y efectivo. La estructura dramática del guion eventualmente pierde fuerza, pero el filme logra darle una complejidad humana a su personaje titular.
Para poder capturar la escala dramática y emocional de la vida de Sergio Viera de Mello (Wagner Moura), brasileño que se destacó por su desempeño excepcional como diplomático de las Naciones Unidas, el filme trunca la cronología de su biografía. El filme, que estrena este viernes en Netflix, inicia con el protagonista en una de las misiones más importantes de su vida: entrar en Afganistán después de que Estados Unidos lograra eliminar a Saddam Hussein. Antes de que las tensiones entre los políticos de Washington D.C. y la agenda humanitaria del protagonista pueda escalar, la embajada de las Naciones Unidas es bombardeada.
Mientras Sergio queda atrapado entre los escombros y espera a ser rescatado, su memorias fluctúan entre los logros más importantes de su carrera en las Naciones Unidas, los fracasos de su vida personal y su relación romántica con su colega Carolina Larriera (Ana De Armas)
Aunque sería fácil acusar al filme de tener una crisis de identidad, tratando de utilizar códigos cinematográficos de varios géneros para sostener el pulso dramático del filme; el director Greg Barker va dejando claro que la dramatización de la vida de Viera de Mello no es un acto de canonización. La clave para darle unidad a esta estrategia es la sutileza y la elegancia de la interpretación de Wagner Moura en el rol titular. La honestidad de su trabajo es lo que sostiene el filme de principio a fin, y se convierte en algo instrumental en la última sección del filme cuando los brincos del guion caen en un ritmo repetitivo. A pesar de esto, la intimidad que logra la dirección y la interpretación central nunca se pierde lo cual garantiza que el filme sea una experiencia emotiva.