Por esto preguntamos
La objetividad en el periodismo no es automática, procuramos alcanzarla de la misma forma que requiere empeño ejercer como un buen médico o estilista. Somos humanos y esa cualidad hace que siempre debamos invocarla. De ahí partimos.
He leído inquietantes comentarios -unos por ingenuidad y otros por tontería- sobre la gestión de la prensa en esta pandemia y hasta en el huracán María: “no dejan contestar”, “siguen machacando con la misma pregunta”, “si les dijeron no, es no”, “por eso los sacaron del canal 6”, “sin periodistas hubiera habido electricidad, pero con su chisme de corrupción tumbaron el contrato de Whitefish”.
Ni a discutir voy sobre la necesidad de tener cifras confiables -en ambos eventos- para diseñar respuestas más efectivas. Lo que sí merece atención es la contestación a una vieja pregunta: ¿para qué preguntamos?
Si un periodista pregunta 15 veces lo mismo es porque sabe, o tiene la sospecha, de que le están mintiendo u ocultando información, y eso nunca tiene secuelas positivas. Estamos grandecitos para apreciar datos difíciles. La administración pública y la política partidista son diferentes, pero cuando la segunda domina a la primera, se ejerce pensando en intereses ajenos al bien común: el pueblo necesita pruebas diagnósticas, los partidos soportan que sean las más caras.
Una conferencia de prensa tiene mucho de puesta teatral -desde la vestimenta hasta las respuestas ensayadas- porque todo comunica. La duda es nuestra mejor amiga y no llegó gratis, se ganó su puesto con los chanchullos de todos colores que han destapado preguntas mal recibidas. ¿No te parece raro que aparezca dinero en 24 horas para compras millonarias y no se diligencie con igual empeño los desembolsos del desempleo o a pequeños comerciantes? Esa duda provoca preguntas para las que no se ensayó una respuesta.
Y toca hacerlas porque la última no la paga el diablo. La pagamos usted y yo. Solo en Lalalandia el dinero no se acaba.