El COVID-19 y nuestro planeta
Esta semana nos detenemos a pensar en el Planeta Tierra. Podríamos pensar que dedicarle atención a la celebración del Planeta Tierra en estos tiempos es pensar en un asunto distinto al coronavirus. Sin embargo, un medioambiente en deterioro está directamente relacionado a la pandemia que vivimos en 2020.
Hace 50 años, la revolución ambiental triunfó. Su triunfo se debió a la unión de los ciudadanos, quienes alzaron su voz para que, de una vez y por todas, el medioambiente fuese un elemento a considerar al desarrollar nuestras ciudades, operar fábricas, generar energía eléctrica y desarrollar estándares de vida. De la alarma de unos 20 millones de ciudadanos conscientes de la importancia del medioambiente en nuestras vidas, surgieron leyes federales ambientales y se establecieron, a su vez, estándares medioambientales.
Es aquí cuando nace la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, el movimiento para la justicia ambiental y la proclamación del 22 de abril como Día Internacional de la Madre Tierra.
Para entonces, en 1970, ya la humanidad habría sobrepasado cuatro pandemias originadas luego de la segunda revolución industrial. Subsiguientemente, a través de estos 50 años, se han sumado tres pandemias (SIDA, gripe aviaria y ébola). Hoy, muy a pesar de todos, se une la pandemia del COVID-19, sumando ocho pandemias desde principios del siglo 20.
La relación entre pandemias y la explotación de los recursos naturales es estrecha. El origen de la mayoría de estas pandemias es atribuido por expertos a la transferencia de patógenos de animales a humanos. Dentro de los muchos factores externos por los cuales la dispersión y propagación de patógenos ocurren, se encuentran los disturbios ecológicos, la industrialización y el movimiento intercontinental masivo asociado.
Es aquí donde la celebración del Planeta Tierra se hace relevante. Más que celebración debemos entrar en reflexión: en momentos en que tratamos de contener la pandemia del coronavirus, debemos reconocer que necesitamos integrar medidas de desarrollo sostenible en nuestras acciones para evitar brotes futuros. Nuestras acciones irresponsables, ínfimas o inmensas, se traducen en un disturbio de nuestro entorno. Al no respetar estos límites, vemos cómo afloran enfermedades.
Las maneras en las cuales interrumpimos el balance ecológico que nos ofrece la Madre Tierra varía desde cambios en el uso de terrenos (deforestación, desparrame urbano, desarrollo en áreas inundables), hasta el cambio climático y la pérdida de biodiversidad como resultados de la acumulación de las anteriores.
Por otro lado, al mantenernos al margen de estos ecosistemas vemos un resurgir de la naturaleza, recalcando el poder invasivo de las acciones humanas. Este proceso regenerativo sugiere, además, un grito de auxilio de la Madre Tierra ante el atropello del ser humano a la integridad de sus hábitats.
Por lo tanto, estos cambios deben servir de herramienta para que el ciudadano se llene de valor y tome acción climática. Desde sus hogares, procure reducir su huella de impacto con iniciativas ofrecidas por entidades comprometidas con el medioambiente y la justicia social.
Únase a estos esfuerzos tomando medidas responsables de manejo de desperdicios sólidos, reciclaje de aceite de cocinar, así como la disposición adecuada de guantes de seguridad, mascarillas y toallas desinfectantes. Continuar nuestra gesta de responsabilidad social es ahora más importante que nunca para asegurar un Puerto Rico justo en el ámbito social y ambiental. Ambas luchas van de la mano. El Planeta Tierra hace su parte; nos toca a nosotros hacer la nuestra.