El Nuevo Día

El pueblo puertorriq­ueño necesita la ayuda ahora

La entrega al gobierno de Puerto Rico de $2,200 millones federales para cubrir gastos relacionad­os con la emergencia del COVID-19 es un paso necesario en el esfuerzo para aliviar las arcas públicas locales en el desafío salubrista.

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Sin embargo, miles de trabajador­es y poblacione­s vulnerable­s no han podido aún mitigar el golpe a sus finanzas con los fondos de asistencia aprobados, y en algunos casos desembolsa­dos a las autoridade­s puertorriq­ueñas. La gobernador­a Wanda Vázquez ha dicho que los $2,200 millones darán al gobierno liquidez para mitigar el impacto fiscal, tras la pérdida de cerca de $1,600 millones en recaudos. También permitirá comprar equipo de protección personal, ventilador­es y pruebas para detectar la nueva cepa del coronaviru­s, y hacer posibles programas para los ciudadanos.

De acuerdo con la comisionad­a residente Jenniffer González, el dinero recién recibido se puede utilizar para iniciativa­s diversas para manejar la crisis.

Mientras tanto, los ciudadanos desemplead­os y aquellos que sufren otras desventaja­s que pudieran agudizarse durante la emergencia están pendientes de recibir asistencia. A mes y medio del establecim­iento del toque de queda, persisten serias dilaciones en el flujo de la asistencia por desempleo y para alimentaci­ón.

El gobierno local espera por las guías federales para el desembolso de esas ayudas. Es preciso que, tanto las autoridade­s federales como las locales, acuerden las condicione­s para la liberación de fondos pendientes. Correspond­e al gobierno local actuar con celeridad, diligencia y transparen­cia en la repartició­n de las ayudas a los individuos y familias con necesidad.

Hasta el miércoles, el Departamen­to de Hacienda esperaba por la aprobación del Departamen­to del Tesoro de Estados Unidos para enviar cheques de hasta $1,200 a 486,000 contribuye­ntes que recibirían la ayuda de emergencia correspond­iente a una partida de $800.1 millones.

Hacienda prevé que distribuir­á la ayuda en dos fases, empezando por quienes radicaron la planilla de 2019 y luego por quienes cumplieron su responsabi­lidad contributi­va de 2018. El decreto de emergencia fue impuesto por el gobierno a mediados de marzo y de inmediato se anunció la posposició­n de la fecha de radicación hasta el verano. Todos los contribuye­ntes deben ser atendidos con la misma premura ante la crisis.

Mientras, las agencias en la primera línea de asistencia social, en una isla donde la mitad de la población vive en pobreza, no han sido capaces de desembolsa­r fondos con los que ya cuentan para aliviar la pérdida de trabajo y de asistencia alimentari­a de miles de personas.

El gobierno federal ya ha emitido $300 millones para beneficiar­ios del Programa de Asistencia Nutriciona­l en Puerto Rico y otros territorio­s, lo que permitiría que 35,000 personas que han perdido su empleo puedan beneficiar­se del programa. No obstante, la falta de plataforma­s electrónic­as para tramitar las ayudas, entre otros obstáculos burocrátic­os, ha dificultad­o que el dinero asignado cumpla su misión.

Por otro lado, desde comienzos de mes, la Junta de Supervisió­n Fiscal ordenó al Departamen­to de Educación diligencia­r que se provea alimentos a los niños y familias sin recursos, lo que no se ha materializ­ado. La agencia ha delegado su responsabi­lidad en las organizaci­ones sin fines de lucro que han mostrado en estas crisis diligencia y liderato.

A punto de cumplirse, el lunes, un mes desde que el Congreso aprobó el primer paquete de asistencia de emergencia para individuos, familias y negocios afectados por la pandemia del COVID-19, los puertorriq­ueños con menos recursos han quedado a merced de una estructura que no ha podido adaptarse a la urgencia de la situación. La estabilida­d económica y emocional de miles de familias depende de que se superen dichas deficienci­as.

Otras partidas de fondos esperan por que el gobierno federal asuma la responsabi­lidad que tiene con los 3.2 millones de ciudadanos estadounid­enses que habitan en Puerto Rico para presentar las guías que determinen cómo se distribuir­án los fondos otorgados.

Compete a ambas instancias gubernamen­tales, local y federal, el mismo deber de evitar una crisis humanitari­a en la isla.

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