Mujeres que sí son líderes
Reitero que la presencia de más mujeres en los puestos electivos es sumamente importante y necesario porque, cuando solo hay hombres al momento de tomar decisiones, las necesidades y perspectivas de más de la mitad de la población corren el riesgo de no estar representadas.
Pero, más allá de mujer, más importante es qué tipo de mujer. Acepto que ante una mujer que entiende que ya hemos logrado suficiente y que trabajar para adelantar nuestros derechos y oportunidades le toca a otra, prefiero que un hombre, consciente de la necesidad de una verdadera equidad, sea quien me represente.
La tecnología nos ha permitido ser testigos de diferentes estilos de liderazgo durante esta pandemia. Hemos escuchado, muchos con tristeza, a un presidente de Estados Unidos decir, al principio y contra las recomendaciones de los expertos en asuntos de salud, que la influenza ameritaba más atención que la pandemia provocada por el COVID-19.
Por otro lado, hemos podido ver cómo la actitud de negación del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, ha provocado que hoy estén enfrentado una batalla cuesta arriba contra esta pandemia. Su caracterización
“Países con las mejores respuestas ante el COVID-19 tienen una cosa en común: una mujer a cargo de la jurisdicción”
de la pandemia como “un simple catarro” y la diseminación de información falsa, como alegar que un día de ayuno y oración ayudaría a combatir la enfermedad, han llevado a catalogar su actitud como una manipulación populista. Lamentablemente, el espacio no me da para compartir otros ejemplos de líderes hombres, cuyo estilo de liderazgo ha resultado en la pérdida de vidas.
Por otro lado, países con las mejores respuestas ante el COVID-19 tienen una cosa en común: una mujer a cargo de la jurisdicción, como ha sido documentado en reportajes periodísticos, y en páginas gubernamentales y de organizaciones de la salud. Entre esos, recordamos cómo al principio de la pandemia, hablando de frente con la verdad, la canciller de Alemania, Angela Merkel, le dijo a su pueblo que la situación era seria y que el 70% de la población podría infectarse. Hoy los números de contagios y muertes están muy por debajo, en comparación a otros países de Europa.
Por otro lado, a la presidenta de la República de China (Taiwán), Tsai Ing-wen, no le tembló la mano y con firmeza implantó desde el principio medidas para evitar el contagio y, otra vez, Taiwán ha sido identificada como una de las jurisdicciones que mejor ha enfrentado este reto.
Otro factor en el éxito de estas mujeres líderes ha sido el uso de la tecnología. La primera ministro de Islandia, Katrin Jakobsdóttir, insistió en hacerle pruebas a todo el mundo, independientemente de si presentaban síntomas, para establecer uno de los mejores sistemas de rastreo. Y, la jefa de estado más joven del mundo, Sanna Marin, de Finlandia, poniendo en alto a la generación “millennial”, aprovechó las redes sociales para solicitar a los “influencers” a unirse en la diseminación de información confiable sobre cómo manejar la pandemia.
Es meritorio mencionar a la primera ministra de Noruega, Erna Solberg, quien, mostrando su lado humano, ha dedicado mensajes de amor directos a los niños, sin la participación de adultos, para explicar porqué es normal sentir miedo.
Y, en Nueva Zelanda, su primera ministra, Jacinda Ardern, recién anuncia que, a pesar de que ya no hay transmisión local, se abre la economía, pero no la vida social.
Ante principios como hablar con la verdad, firmeza, empatía y mostrar el lado humano que acompañan a estas líderes femeninas, me pregunto si los estilos mayormente vistos en líderes masculinos, como por ejemplo el autoritarismo y culpar a otros, son los que sirven bien a sus pueblos.
Hago un llamado a no confundir esos nuevos estilos de liderazgo con debilidad. ¿Será esta pandemia responsable de que los pueblos comencemos a valorar y exigir estos nuevos estilos de liderazgo? Espero que sí.