Las sequías en nuestro país
Aunque en Puerto Rico llueve suficiente para abastecer la población y los meses secos ocurren anualmente entre diciembre y marzo, históricamente han ocurrido períodos de sequías en los años: 1923, 1930, 1934, 1947, 1957, 1966-68, 1973-76 y 1994-97.
La sequía es causada por la distribución desigual de la precipitación sobre un área geográfica y no por la escasez de agua, ya que Puerto Rico recibe un promedio anual entre 64 y 69 pulgadas de lluvia.
El Yunque recibió 160 pulgadas de lluvia en 1981 y 2000, mientras Ponce solo recibía entre 25 y 29 pulgadas. La costa sur, desde Arroyo a Cabo Rojo, recibe menos de 55 pulgadas y el Valle de Lajas unas 35 pulgadas anuales. Paradójicamente, llovieron 379 pulgadas en 48 horas durante el huracán María, después de sufrir siete años de sequía. Sin embargo, debido al cambio climático tendremos más sequías por más largos períodos de tiempo.
En la isla tenemos tres tipos de sequía: meteorológica, hidrológica y agrícola. La meteorológica implica un período largo de poca precipitación variando con su localidad geográfica. La hidrológica se refiere al descenso de niveles en los cuerpos de agua. La agrícola, por otro lado, alude al efecto de la ausencia de lluvia sobre la agricultura, después de la meteorológica y antes de la hidrológica.
El balance hídrico se determina restando del consumo autorizado de la producción de la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados (AAA) para calcular las pérdidas. Los usos autorizados se refieren al agua servida a los clientes más el agua usada para mantenimiento del sistema. La pérdida del agua, por otro lado, comprende la pérdida física y la comercial, que incluye usos no autorizados, inexactitudes de medición y errores de datos. La pérdida física, mientras, comprende fugas y desborde de tanques, pero no se ha podido determinar si la misma se debe a la pérdida comercial de clientes, hurto o salideros del sistema de acueductos.
Por lo tanto, en Puerto Rico es necesario almacenar el agua en embalses y transportarla desde donde llueve bastante a donde llueve menos. Sin embargo, solo capturamos una quinta parte del agua disponible, mientras cuatro quintas partes se escurren al mar. Con la merma de precipitación, descienden los niveles de los acuíferos al disminuir la recarga.
La sedimentación en los embalses aumentó un 20% con el huracán María y el embalse de Loíza, en Carraízo, que abastece la zona metropolitana de San Juan, perdió un 45% de su capacidad de almacenamiento. El límite de capacidad de los embalses expone a la población a críticas interrupciones del servicio durante el COVID-19, cuando el agua es necesaria para el lavado preventivo contra el contagio de coronavirus.
Los planes para garantizar el almacenamiento y suministro de agua en Puerto Rico conllevan proyectos rehabilitación de embalses, reforestación de cuencas hidrológicas e estimular la eficiencia del uso de agua.
Aunque la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA) tiene fondos disponibles para el dragado de los embalses Loíza, La Plata y Caonillas, no esperamos a corto plazo un dragado para evitar racionamientos. El dragado requiere un proceso de licitación, subasta pública, adjudicar contratos, gestionar permisos correspondientes y una declaración de su impacto ambiental. Debemos agilizar estos trámites para encauzar las obras a la mayor brevedad posible.
El racionamiento requiere el uso sabio del recurso hídrico al mermar los abastos por deficiencias del sistema, consumo excesivo, escasez de lluvia y temperaturas altas del polvo de Sahara. La protección de los abastos es también una responsabilidad ciudadana. El consumo juicioso, medidas de continencias e instalación de equipos para aprovechar la precipitación sugeridos por el Programa WaterSense de la Agencia Federal de Protección Ambiental reducen la explotación del uso de agua.