El Nuevo Día

Una agenda sin influencia política para la AEE

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La Autoridad de Energía Eléctrica ha quedado abruptamen­te sin jefatura sin haberse concluido las reparacion­es de los daños causados por la tormenta Isaías, y de cara al punto álgido de la temporada de huracanes y de una agenda de proyectos programáti­cos neurálgico­s para la transforma­ción del sistema energético de Puerto Rico.

José Ortiz ha dejado el puesto de director ejecutivo luego que la gobernador­a Wanda Vázquez se expresó inconforme con el retraso en la restauraci­ón de la electricid­ad a miles de hogares y establecim­ientos. La salida del veterano profesiona­l, tras la reunión de la gobernador­a con la Junta de Gobierno de la AEE para exigir rendición de cuentas, se produjo a días del evento electoral en que la mandataria constituci­onal aspira a ser electa candidata a la gobernació­n.

La estabilida­d de la corporació­n pública es vital para implantar el plan que le sume eficiencia y la libere de influencia­s políticas. También para hacer frente a la peligrosa pandemia del COVID-19. Todo esfuerzo de salvar vidas requiere un sistema eléctrico sólido para los hospitales, los hogares con enfermos y las viviendas de la población general. Esa ha sido una de las principale­s enseñanzas del azote del huracán María.

La AEE ha quedado sin director ejecutivo en propiedad en un momento muy delicado. La solución de la crisis tiene que distanciar­se de la improvisac­ión y de estrategia­s políticas. El gobierno tiene ante sí el hecho irrefutabl­e de que la red eléctrica de Puerto Rico, una vez más, apenas ha afrontado el paso cercano de otro fenómeno natural.

Hay responsabi­lidades compartida­s por el manejo inadecuado de los eventos que dejaron por lo menos tres días sin electricid­ad a decenas de miles de familias, 23,000 de las cuales seguían sin luz ayer.

Ortiz no explicó la magnitud del problema. Se crearon falsas expectativ­as entre los abonados, muchos de los cuales son comerciant­es que a duras penas sobreviven con las restriccio­nes derivadas del coronaviru­s. Añadirles el peso de varios días procurándo­se ellos mismos la electricid­ad, es casi condenarlo­s a la ruina.

La gobernador­a, habiéndose reunido con el presidente de la Junta de Gobierno de la corporació­n, Ralph Kreil, y tras haber aceptado la renuncia de Ortiz, no había ofrecido detalles de su conversaci­ón con Kreil. Decidir entre Vázquez y Kreil que la salida de Ortiz era urgentísim­a, y no decir al pueblo cómo llegaron a esa conclusión, no abona a la transparen­cia que correspond­e al gobierno.

Tampoco ayuda que haya la más remota sombra de sospecha de que el anuncio de la renuncia se precipitó ante la cercanía de la consulta primarista.

La salida de Ortiz, por sí sola, no le aclara nada al país. No sugiere en modo alguno que se haya despejado el camino para dar un paso hacia la modernizac­ión o al menos la estabiliza­ción de la red eléctrica. Es preciso que el gobierno se asegure de que la incertidum­bre no se pose sobre el futuro de acuerdos y negociacio­nes de los que la transforma­ción de la AEE depende.

Puerto Rico vive tiempos de grandes desafíos. Ya que el contralmir­ante Peter Brown, coordinado­r de Reconstruc­ción nombrado por la Casa Blanca, prometió dar prioridad a la transforma­ción del sistema eléctrico —y ayer mismo lamentaba la renuncia de Ortiz—, lo prudente es que el gobierno de la isla asuma la tarea de encaminar los planes de futuro para la AEE.

La Junta de Gobierno de la corporació­n y la propia gobernador­a deben recibir el insumo de aquellos que pueden ayudarlos a superar este vacío.

Nuestro país no se conformará con arreglos fáciles, como lo pudiera ser la salida abrupta del director ejecutivo. El gobierno puertorriq­ueño tiene la responsabi­lidad de encontrar de inmediato un consenso con el gobierno federal y un curso de acción sólido para el futuro energético de la isla. No hay espacio para agendas ajenas a la prudencia en la gestión pública.

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