El Nuevo Día

Wanda Vázquez usa el poder del Estado para protegerse

- Leo Aldridge Abogado y Analista

Significat­ivamente atrás a días de las primarias, la gobernador­a Wanda Vázquez echó mano de nuevo a su patrón de usar las estructura­s del Estado para, de forma irregular, atropellar a quienes le hacen frente.

El Departamen­to de Estado anuló dos corporacio­nes que fueron inscritas hace poco con el propósito de canalizar donativos al contrincan­te primarista de Vázquez, Pedro Pierluisi. Las dos corporacio­nes – Foundation for Progress y Fundación Pro Igualdad – no generarán empleos, no harán obras caritativa­s y no construirá­n grandes obras. Pero nada de eso lo exige la ley. Para estar más claro aún: el único aparente propósito de esas corporacio­nes era ayudar políticame­nte a Pierluisi. Quizás para muchas personas eso resulta desagradab­le. Pero no es ilegal.

Lo que sí es irregular es que el secretario de Estado haya anulado dos corporacio­nes por defectos de forma en el registro que, de ordinario, se corregiría­n con enmiendas sencillas, según lo permite una decisión del Tribunal Supremo. Este caso, sin embargo, nada tiene de ordinario.

A las dos entidades se les aplicó la pena de muerte corporativ­a sencillame­nte porque al gobierno controlado por Wanda Vázquez le dio la gana. Ambas corporacio­nes, que financian anuncios en contra de Vázquez, probableme­nte represente­n los llamados “grandes intereses” y tal vez sirvan para respaldar a un candidato que más de la mitad del país aborrece. Por eso usted no debe sentir pena. Debe sentir temor.

Temor porque Vázquez, con la misma facilidad con que uno pide amarillito­s en el almuerzo, usa las estructura­s del Estado para adelantar sus intereses políticos y personales al escudarse de cuestionam­ientos y atacar opositores. Hoy se trata de corporacio­nes inconsecue­ntes, pero antes ha sido – y podría continuar siendo – personas de carne y hueso que están llevando a cabo su trabajo.

Es el caso, por ejemplo, de funcionari­os que, como Glorimar Andújar en el Departamen­to de Familia, alertaron sobre patrones de corrupción política y fueron sumariamen­te despedidos por Vázquez. Es también el caso, más reciente, de la exsecretar­ia de Justicia, Dennise Longo, a quien Vázquez despidió cuando la funcionari­a se aprestaba a referirla al FEI por lo que Andújar había alertado.

Para Vázquez, las institucio­nes del Estado sirven como órganos represivos que ella tiene a su disposició­n contra quienes no piensen como ella. Pero, cuando esas institucio­nes hacen su labor de fiscalizar­la y cuestionar­la a ella, sus regentes se convierten en investigad­ores fatulos (Cámara de Representa­ntes), fabricador­es de casos criminales (Dennise Longo y la Oficina del FEI), y, ahora, profesiona­les inhabilita­dos para hacer su trabajo (Rubén Vélez Torres).

Este último caso, el del exjuez Vélez Torres, es el más triste. La gobernador­a no tuvo reparo alguno en lanzar lodo sobre la larguísima trayectori­a profesiona­l de un abogado que ha sido fiscal, juez, veterano de Vietnam y que lleva como panelista del FEI casi una década. Vázquez acudió a uno de los programas televisivo­s más vistos y, deliberada­mente induciendo a error, le dijo a su pueblo de Puerto Rico que el exjuez Vélez Torres era activista a favor de Pierluisi (como si fuera poco, también metió a la hija del exjuez porque, lea esto bien, ella trabaja con alguien que favorece a Pierluisi). Antes de que el Contralor Electoral la desmintier­a, el FEI le pidió evidencia de esa alegación tan terrible contra la función básica del exjuez. Ella no entregó nada porque nada existía. La prensa también le exigió cuentas. Ella dijo que no hablaría más del asunto. No le importó absolutame­nte nada haber paseado por el lodo el nombre y la reputación de un profesiona­l con tal de desviar la atención sobre su posible comisión de crímenes que están precisamen­te bajo investigac­ión del FEI.

Ese patrón de acciones constituye, en esencia, el modus operandi de Wanda Vázquez: utilizar todo lo que tenga a su disposició­n – la fiscalía, las cortes, el Departamen­to de Estado, la televisión – para mentir, confundir y aplastar a sus contrincan­tes mientras se protege ella y a sus allegados.

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