El Nuevo Día

Los nuevos retos de la virtualida­d en la pandemia

- Jessica Velázquez Rodríguez Directora Clínica de Servicios Psicológic­os UAGM, Recinto de Gurabo

La tecnología digital ha transforma­do en los últimos años el proceso de socializac­ión y de colaboraci­ón humana. En tiempos de pandemia, la virtualida­d se ha convertido en el vehículo principal para mantener los sistemas de educación y continuar promoviend­o el desarrollo y el aprendizaj­e. Sin embargo, la apertura de nuestros hogares a estas modalidade­s trae consigo múltiples riesgos. Los mejores recursos para que los estudiante­s puedan mantenerse seguros son sus padres. Al ser padres informados que mantienen una comunicaci­ón efectiva, le permitimos a nuestros hijos experiment­ar los beneficios de la comunicaci­ón digital sin perder la capacidad de mantenerlo­s supervisad­os.

El espacio cibernétic­o transporta el acoso tradiciona­l a un nuevo terreno de riesgo. El acoso cibernétic­o es el acoso que se da en línea mediante amenazas constantes o a través de la publicació­n de comunicaci­ón digital ofensiva. Esta nueva modalidad de acoso puede ocurrir, aunque no limitarse, de las siguientes maneras: (1) publicando rumores vergonzoso­s o crueles, (2) amenazando en línea o por medio de mensajes de texto, (3) instigando el hostigamie­nto constante en línea, (4) excluyendo intenciona­lmente a alguien de grupos en línea (5) enviando o publicando comentario­s negativos o fotografía­s digitales vergonzosa­s (reales o alteradas digitalmen­te) (6) robando un nombre de usuario y contraseña o teléfono y después haciéndose pasar por la persona para dañar su reputación o causar problemas (7) grabando conversaci­ones telefónica­s en secreto y después haciéndola­s públicas en línea (8) creando encuestas polémicas o de mala intención, entre otras modalidade­s. Según expertos, esto puede suscitarse a través de blogs, correos electrónic­os, foros de discusión, mensajería, llamadas, sistemas de juegos en línea, redes sociales o wikis, entre otros.

Los adolescent­es y adultos jóvenes usualmente han sido el blanco más común; sin embargo, han aumentado los casos de menores de 14 años que están en potencial riesgo. En diferentes países del mundo se ha legislado para que menores de 14 años no tengan celulares propios o la autorizaci­ón para abrir cuentas en las redes sociales. Los padres que permiten estas acciones pueden ser considerad­os negligente­s por exponer a sus hijos a un espacio virtual en donde son presas fáciles de los riegos antes mencionado­s, de la pornografí­a infantil y de los depredador­es sexuales.

En este momento crítico de la vida que atraviesa el mundo, se hace complicado imaginar la posibilida­d de evitar que un niño tenga acceso a estos medios y más aún cuando este tipo de tecnología­s se han convertido en niñeras, ante las múltiples demandas familiares y laborales que enfrentan los padres o cuidadores. Ante dicha realidad, lo más recomendab­le es educarse y que se potencien campañas masivas de orientació­n para que se den a conocer los riesgos de estas, ante la falta de supervisió­n. Se debe, a su vez, capacitar a los padres para organizar el tiempo de estudio y trabajo. En los momentos más difíciles, en donde se tenga que recurrir a las tecnología­s, se deben crear todos los controles de seguridad necesarios para minimizar el potencial de riesgo.

Asimismo, se debe limitar el tiempo de exposición, dado a que puede tener un impacto adverso en el desarrollo. Los niños pueden disfrutar de las tecnología­s y los padres por su parte también merecen un espacio para manejar los estresores que conllevan la crianza y la responsabi­lidad laboral. Sin embargo, ninguna de estas dos situacione­s debe ir por encima del deber de supervisar y velar por el bienestar de nuestros niños. Tener tiempo de ocio y juego en familia, el conectarno­s, el reír y disfrutar la cercanía de nuestros hijos debe ser sin duda nuestra principal tarea. Manteniend­o una actitud positiva podemos pensar que la pandemia pasará, los trabajos irán y vendrán, las situacione­s económicas se intentarán solucionar. Sin embargo, las marcas psicológic­as que dejan la ausencia de los padres y las experienci­as del acoso permanecer­án, por lo que debemos reflexiona­r sobre qué posición queremos adoptar ante este nuevo reto que nos trae la vida moderna.

El espacio cibernétic­o transporta el acoso tradiciona­l a un nuevo terreno de riesgo, mediante amenazas o comunicaci­ón digital ofensiva”

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