Luis Alberto Ferré Rangel: Espiral
Lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y niñas es uno de los objetivos internacionales de desarrollo sostenible. Está directamente relacionado a la Declaración Universal de Derechos Humanos que reconoce que toda persona tiene derechos y libertades, sin distinciones, incluyendo el derecho a la vida, la libertad y la seguridad.
El objetivo traza entre sus metas poner fin a toda discriminación contra las mujeres y niñas; eliminar toda violencia contra ellas en los ámbitos públicos y privados; y reconocer y valorar los trabajos domésticos no remunerados mediante servicios públicos, infraestructura y protección social y promoviendo la responsabilidad compartida en el hogar y la familia. Otras metas son asegurar la participación plena y efectiva de las mujeres y la igualdad de oportunidades de liderazgo a todos los niveles decisorios en la vida política, económica y pública; y aprobar y fortalecer políticas acertadas y leyes aplicables para promover la igualdad de género y el empoderamiento de todas las mujeres y las niñas a todos los niveles.
Esto conlleva cambiar la mirada tradicional, para aplicar la perspectiva de género de manera transversal a todos los asuntos públicos. Implica entender que hay obstáculos estructurales y mentales que mantienen a la mujer y otros grupos en desventaja y en riesgo por razón de género y hay que superarlos.
La resistencia al cambio hace lento ese proceso.
Hace 25 años se llevó a cabo la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing, China. Allí más de 30,000 activistas de 189 países, incluyendo a Puerto Rico, establecieron lo que se considera el programa más amplio sobre la igualdad de género y empoderamiento de las mujeres: la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing. A pesar de ello, según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, a nivel mundial las mujeres ganan todavía 77 centavos de cada dólar que se le paga a un hombre por el mismo trabajo, y una de cada tres ha experimentado violencia física o sexual. En 1995, cuando se firmó la declaración, el 11% de las sillas legislativas estaban ocupadas por mujeres; a noviembre de 2018, ocupaban el 24%.
Los datos son aplicables a Puerto Rico. El más dramático es que, a la fecha este año, 38 mujeres - incluidas seis mujeres transgénero - han sido asesinadas aquí, en una escalada de agresiones respaldada por una cultura social e institucional – machista, opresiva y discriminatoria por razón de género.
Ello a pesar de que en las últimas décadas se creó la Procuraduría de las Mujeres, se han aprobado leyes fundamentales como la Ley 54 para la prevención e intervención con la violencia doméstica y la ley que criminaliza el hostigamiento sexual. Esos progresos han permitido que se reconozcan los derechos de las personas sin distinción de su preferencia sexual o su identidad de género.
Llama la atención que la misma colectividad política que impulsó esas iniciativas e implementó un currículo con perspectiva de género en el sistema de educación pública, el Partido Popular Democrático, arranca en retroceso en esta campaña en un asunto tan vital. Su candidato a la gobernación, Carlos Delgado Altieri, apunta su mensaje a la fibra de quienes todavía evocan los tiempos en que el hombre se valoraba por recio y la comunidad lgbttqi tenía que permanecer silenciada en un clóset. Luego ha intentado un tono más moderado.
Ya lo dijo el papa Francisco en su encíclica
Fratelli Tutti presentada al mundo el domingo pasado: “la historia da muestras de estar volviendo atrás”.
Pero lo logrado ha transformado millones de vidas y, como una espiral, aunque en el proceso de cambio se vuelva atrás, el entendimiento alcanzado sobre la igualdad entre los géneros la hará moverse adelante.