Romero y su obsesión con el detalle
El candidato a alcalde capitalino anticipa que, si gana, tendrá un estilo administrativo similar al de Hernán Padilla en los años 80
Cuando se le pregunta a María Teresa González sobre las peculiaridades de su esposo, el senador Miguel Romero, cuenta sobre el extremo cuidado que tiene organizando su ropa: los pantalones en ganchos de felpa para que no se deslice la tela y las camisas organizadas según el color y la forma. Los cuellos en los ganchos tienen que estar abotonados en el primer y tercer ojal.
Este nivel de organización, que exige y ejecuta él mismo, se repite también durante las vacaciones familiares que toman con su hija, Ana Victoria. González cuenta que Romero, candidato del Partido Nuevo Progresista (PNP) a la alcaldía de San Juan, organiza la agenda por hora. Hasta los períodos de comida están preestablecidos. “Cuando salimos a viajar lo tiene todo calculado”, relató.
Romero se ríe un tanto nervioso. Reacciona abundando sobre esas peculiaridades de su personalidad. Dice que la organización de su ropa lo aprendió de su madre, quien moldeó gran parte de su carácter. “Yo soy bien al detalle”, contó a El Nuevo Día en su apartamento en Hato Rey. El encuentro es parte de una serie de entrevistas sobre el carácter de los políticos, más allá de sus propuestas de campaña.
González describía a su esposo como un hombre pausado, sumamente organizado, analítico, a veces ansioso, con alguna que otra manía -como la del armario-, que lucha con dividir su tiempo entre sus labores en el Senado y su familia, y que muchas veces se frustra ante obstáculos, pero siempre busca la manera de sobreponerse.
“Cuando tiene estrés (ríe nerviosa) se pone ansioso y se levanta a las 3:00 de la mañana… Ya son 22 años de casados y lo puedo leer bien”, dijo González. “Él es muy abierto a escuchar y es muy analítico con todo”, agregó.
El candidato está en campaña política y en apenas unos minutos puede recitar, sin interrupciones, sus propuestas principales: desde su intención de revitalizar el casco urbano de Río Piedras hasta robustecer el transporte público en la ciudad. Es algo que repite todos los días en su campaña. Al menos, desde 2014 desea ser alcalde de la capital. Ese año, intentó presidir el comité municipal del PNP con la intención asumir la candidatura en 2016, pero perdió ante Leo Díaz.
Romero también puede recitar rápidamente su experiencia profesional y lo capacitado que entiende está para el puesto. Lo dice en cada foro que lo invitan -muchos de ellos virtuales por la pandemia del COVID-19-. Dependiendo del tiempo y del tema, profundiza en su crianza en Río Piedras, el heroico aplomo de su madre -quien enviudó joven y crio sola a sus hijos-, y su formación académica hasta llegar a su incursión en la vida pública, primero como secretario del Trabajo y Recursos Humanos, luego como secretario de la Gobernación bajo la administración de Luis Fortuño y finalmente como senador.
No habla negativo de sus adversarios. Dice que, en los casi cuatro años que lleva en el Senado, apenas le ha tocado trabajar con la aspirante popular a la alcaldía de San Juan, Rossana López, y no dice nada bueno o malo de ella. Al resto, los ve como adversarios. “Mi lucha en ningún momento es personal. Son adversarios y siempre trato de presumir la buena fe en ellos”.
Piensa que, si gana la alcaldía, su administración será similar a la que tuvo el
“Mi lucha en ningún momento es personal. Son adversarios y siempre trato de presumir la buena fe en ellos”
MIGUEL ROMERO CANDIDATO A LA ALCALDÍA DE SAN JUAN POR EL PNP
exalcalde Hernán Padilla, quien dirigió San Juan entre 1977 y 1985. En cierto modo, entiende que tienen paralelismos.
“(Padilla) no era alguien de gran fogosidad política, pero pudo dejar una gran huella. Era muy analítico. No era de confrontaciones. Era un caballero con sustancia y profundidad. Tenía sensibilidad y por él hablaban sus acciones”, sostuvo Romero sobre Padilla, quien en 1984 se postuló, sin éxito, a la gobernación bajo el Partido Renovación Puertorriqueña, colectividad que fundó tras una serie de diferencias con el entonces gobernador Carlos Romero Barceló, también del PNP.
Romero descarta, sin embargo, una eventual aspiración por la gobernación, como Padilla. Un acuerdo con su familia se lo impide: la alcaldía de San Juan sería el cargo electivo más alto al que aspiraría. Además, desde su incursión en el servicio público el entendido con su familia era que los mantendría alejados del ojo público, y ya la alcaldía los expone un poco.
“Desde el principio nos preocupó el espacio privado con la familia, e individual también. Nos gusta conservar ese espacio”, dijo González.
Romero afirmó que lo que necesita la capital es una prolongada continuidad administrativa, como en Bayamón y Carolina, ciudades que apenas han visto cambios de administración en las últimas décadas.
Aseguró conocer y saber sobrellevar los sinsabores de la vida partidista, lo amargo de las controversias y de los ataques fundados e infundados. El primer gran sinsabor lo recibió cuando aspiró, sin éxito, a la alcaldía en 2014. Sabía que las posibilidades de vencer no eran altas, pero quiso intentarlo y falló.
Uno de los líos más recientes fue en marzo de 2019, cuando -como senador- rehusó prestar su voto para ir por encima del veto del entonces gobernador Ricardo Rosselló Nevares sobre una medida que buscaba restringir el derecho al aborto.
Romero, que inicialmente había favorecido la medida, fue despojado de la presidencia de tres comisiones legislativas. Explicó que estaba en desacuerdo con las modificaciones en las edades de quienes pueden detener un embarazo sin el consentimiento de los padres.
“Esa noche (cuando le quitaron las presidencias) dormí tranquilo y eso fue una gran validación de que hacía bien… Eso sí, uno es humano y pensé que era duró porque no tenía una posición de liderato después del sacrificio hecho”, dijo.
No se quejó, sin embargo, de la decisión del presidente del Senado, Thomas Rivera Schatz. Recordó en ese momento un refrán de su esposa: “Sé humilde cuando subas para que sean incluyentes contigo cuando bajes”.