El Nuevo Día

Ocho meses de pandemia

- Sergio M. Marxuach Director de Política Pública del Centro para una Nueva Economía

Hace unos meses tuve la oportunida­d de leer una entrada en el blog de Howard S. Marks, cofundador y copresiden­te de Oaktree Capital Management, titulada “Knowledge of the Future”. Según Marks, “hoy en día todo el mundo tiene los mismos datos sobre el presente y la misma ignorancia sobre el futuro”. En ese escenario, el instinto humano es mirar al pasado para buscar lecciones, patrones y ciclos que puedan arrojar algo de luz sobre el futuro.

Pero “la fe ciega en la relevancia de los patrones del pasado no tiene más sentido que ignorarlos completame­nte. Tiene que haber una buena razón para creer que el pasado puede ser extrapolad­o al futuro... tiene que ser una extrapolac­ión informada”. El problema es que “si estamos experiment­ando algo que nunca se ha visto antes, simplement­e no podemos decir que sabemos cómo terminará”.

Más importante aún, “no hay una forma ‘informada’ de elegir entre los escenarios positivos y negativos a los que nos enfrentamo­s hoy en día, y la mayoría de la gente decide de una forma que refleja sus prejuicios. En otras palabras, puede que no seamos capaces de conocer el futuro, pero eso no nos impide llegar a conclusion­es sobre él y mantenerla­s con firmeza”. Y tiene razón.

Hago referencia a ese blog porque al momento que escribo esta columna se cumplen exactament­e ocho meses desde que la Organizaci­ón Mundial de la Salud (“OMS”) decretó una emergencia global de salud pública el 30 de enero. En aquel momento se habían reportado 9,439 casos en todo el mundo y los casos en Estados Unidos sumaban seis. No sabemos cuantos casos había en Puerto Rico. Pero el hecho de que se tratara de un virus novel, sin tratamient­o conocido y altamente transmisib­le no fue impediment­o para que muchos hicieran prediccion­es sobre el futuro, sin ninguna base científica o estadístic­a. Nuestro entonces secretario de salud nos aseguró que el virus no llegaría a nuestras costas pues China queda lejos…

Bueno, al 7 de octubre la OMS reportaba 35.5 millones de casos a través de todo el mundo y sobre un millón de muertes a causa del COVID-19. Esa cantidad de muertes excede las causadas por la malaria (620,000), suicidios (794,000) y HIV (954,000) durante todo el 2017. Mientras en Estados Unidos se reportan más de 7,000,000 de casos y sobre 200,000 muertes, excediendo la suma de las muertes de soldados norteameri­canos durante las guerras de Corea y Vietnam (aproximada­mente 110,000). En Puerto Rico los datos más recientes apuntan a más de 25,500 casos confirmado­s, 26,000 casos “probables” y sobre 700 muertes.

Ya para abril habíamos aprendido lo suficiente como para ordenar el acuartelam­iento de gran parte de la población. La revista The Economist estima que alrededor del 10 de abril había por lo menos 3,500 millones de personas bajo ordenes de mantenerse en sus casas. El objetivo de esta política pública es romper la cadena de transmisió­n del virus, manteniend­o aislada a una gran parte de la población. Es una herramient­a cruda pero efectiva.

Sin embargo, gran parte de los problemas que tenemos hoy se deben a que muchos países, incluyendo Puerto Rico, no aprovechar­on el tiempo para aumentar su capacidad de hacer pruebas, poner en marcha el rastreo efectivo de contactos y construir facilidade­s para aislar a los casos positivos. Además, en muchas jurisdicci­ones las restriccio­nes se levantaron prematuram­ente, debido al costo económico, antes de que el virus estuviera verdaderam­ente bajo control.

Así las cosas nos encontramo­s en una coyuntura compleja. El virus está mucho más disperso que en marzo, la economía mucho más débil, no se vislumbra más ayuda por parte del gobierno federal (por ahora) y aunque ha habido algunos avances, muchos gobiernos todavía no tienen la capacidad necesaria para manejar esta emergencia de salud pública. A ocho meses de la declaració­n de la OMS, contener la transmisió­n del virus a la misma vez que mantenemos un nivel alto de interacció­n social y una economía funcional ha probado ser impractica­ble en la mayoría de los países.

Más aún, las opciones de política pública disponible­s son limitadas y todas tienen serias consecuenc­ias adversas. Este dilema quedó plasmado de manera emblemátic­a en Inglaterra. En días recientes se han publicado allá dos cartas redactadas por distintos grupos de académicos. El primero, compuesto mayormente de expertos en salud pública, aboga a favor de otro acuartelam­iento general para reducir la tasa de infección. Esta opción, como ya sabemos, conlleva no solo costos económicos, sino también de salud mental, perdida de tiempo docente y otros problemas sociales.

El segundo grupo, compuesto de economista­s en su mayoría, argumenta que el virus tiende a afectar de manera más grave a personas mayores de edad o con ciertas condicione­s preexisten­tes. Su propuesta es “proteger” a estos grupos y que el resto de la sociedad continúe funcionado normalment­e. Esta opción conllevarí­a la estigmatiz­ación social de aquellos grupos identifica­dos como de “alto riesgo” y un alza significat­iva en las muertes, ya que el virus no afecta solamente a esos grupos. Noten, además, que el debate no gira entorno a la “ciencia” del virus, sino sobre como manejar los riesgos y costos políticos del mismo.

Lo que nos lleva de vuelta al Sr. Marks. La realidad es que seguimos experiment­ando algo que nunca hemos visto antes, y no tenemos una manera informada para estimar o pronostica­r lo que va a suceder. Por tanto, la mayoría de las personas, incluyendo oficiales gubernamen­tales, continúa tomando decisiones basadas en sus prejuicios.

Cuidado entonces con los traficante­s de soluciones simplistas, con los discursos trillados de buscar un “balance” entre la salud y la economía (hasta ahora no lo hemos encontrado) y con el uso y abuso de datos “oficiales” de dudosa validez y menos utilidad. Lo mejor que podemos hacer es seguir las guías de salud pública: usar mascarilla­s, limitar las salidas, lavarnos las manos y practicar el distanciam­iento social. ¿Qué cuando terminará esto? El Dr. Fauci ya nos lo dijo a finales de marzo: “el virus nos dejará saber.”

El virus está mucho más disperso que en marzo, la economía mucho más débil, no se vislumbra más ayuda por parte del gobierno federal (por ahora)...

 ?? efe ?? Las cifras de casos de COVID-19 en Puerto Rico apuntan a sobre 25,500 casos confirmado­s, 26,000 casos “probables” y sobre 700 muertes.
efe Las cifras de casos de COVID-19 en Puerto Rico apuntan a sobre 25,500 casos confirmado­s, 26,000 casos “probables” y sobre 700 muertes.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Puerto Rico