TRUMP Y EL DR. CONLEY: ¿QUIÉN MANEJA A QUIÉN?
El viernes 2 de octubre, en la madrugada, me desperté con la impresionante y sorprendente noticia que me envió por email, nada menos que a la 1:30 A.M., una querida amiga noctámbula. Pensándolo bien, la noticia no debía sorprenderme porque la persona objeto de la noticia rehusaba usar mascarilla excepto en raras ocasiones. Sus súbditos le seguían fielmente y tampoco las usaban. En Casa Blanca no se usaban mascarillas. Ya saben de quien estoy hablando. Lógicamente, muchos de sus seguidores, incluyendo a su esposa Melania y 15 compañeros de trabajo en Casa Blanca, empezaron a caer unos detrás de otros como moscas.
Trump acaba de unirse a un dúo que ahora es un trío no musical, y que se compone del primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, y del presidente brasileño Jair Bolsonaro. Los tres han restado importancia al virus. No solo le han restado importancia, sino que Trump se ha burlado de los que usan mascarillas como Joe Biden. Los tres son líderes populistas que minimizaron el problema y se burlaron de las reglas de prevención.
Para mí sigue siendo un enigma cómo personas que uno asume deben tener al menos un cociente de inteligencia normal, o quién sabe si hasta un poquito por debajo de lo normal, pueden hacer caso omiso de hallazgos científicos que han corroborado la importancia de las mascarillas. Pero estos tres líderes mundiales tienen como denominador común que son derechistas y sabemos que la derecha usualmente se caracteriza por su anti-intelectualidad y su rechazo a los libros. No olvidemos que en 1933, estudiantes universitarios nazis quemaron más de 25,000 libros en Alemania, incluyendo obras de Albert Einstein. Trump, en desdén a los datos científicos, considera el uso de mascarillas como un signo de debilidad y le ha restado importancia al virus del COVID, aseverando que es como una gripe y que un día desaparecerá como por arte de magia. Lleva más de 7 meses repitiendo lo mismo mientras la situación en EE. UU. sigue de mal en peor y la magia no acaba de llegar, o quizás en otro sentido ya llegó.
En Brasil, Bolsonaro pasó meses negando la amenaza del coronavirus, descartándolo como una "pequeña gripe" y asegurándoles a sus compatriotas que tenían poco que temer. Esta gripecita ya ha matado a 145,987 brasileños. Menos mal que es pequeña, imagínensela grande. Esa gripecita mandó al Primer Ministro del Reino Unido a la Unidad de Cuidados Intensivos donde estuvo varios días en un ventilador. Él también resistió todo tipo de distanciamiento social y se opuso al encierro, pero su experiencia lo ha cambiado y ahora es como un cristiano renacido. Es el menos derechista de los tres.
Las noticias que nos han estado llegando desde que se anunció el diagnóstico de Trump han sido mucho menos que transparentes. De hecho, su médico personal, el Dr. Sean P. Conley, confesó que había engañado al público sobre el estado del presidente para reflejar la "actitud optimista" de la Casa Blanca. Quizás esto no debe sorprendernos. No olvidemos que el Dr. Sean Conley no es un médico privado, sino un empleado de la Marina de EE. UU. y … ¿quién es el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas? Conley tiene que observar la cadena de mando y al tope de esa cadena está un mitómano. No quisiera estar yo en su pellejo. Trump me hubiese mandado a la cárcel por tratar de imponerme a sus caprichos. Y uno de esos caprichos llegó al punto de que él mismo se dio de alta. Conste que yo no compro la teoría de que todo esto es un montaje.
Hablando del tratamiento, al principio nos pintaron un cuadro color de rosa diciéndonos que el presidente se sentía bien, sin revelar detalles, pero pocas horas después nos informaron que le habían inyectado un coctel de anticuerpos monoclonales de la compañía Regeneron. ¿Por qué seleccionaron los anticuerpos de Regeneron y no los de Eli Lilly, cuando sabemos que esta última compañía tiene mucha más experiencia, habiendo tratado 450 pacientes exitosamente, mientras que Regeneron ha tratado 275 casos? Algo raro estaba ocurriendo. Pues resulta que Trump conoce al director ejecutivo de Regeneron hace años, ya que son miembros del mismo club de golf. Trump le otorgó $450 millones en fondos del gobierno en julio como parte del plan para desarrollar tratamientos contra COVID-19 y además en 2017 reportó poseer acciones en esa compañía. Las acciones subieron un 7% luego de la noticia de su tratamiento.
Al siguiente día lo ingresaron en el Hospital Walter Reed "como medida de precaución" donde lo trataron con Remdesivir endovenoso. Intentaron ocultar un bajón de oxígeno que no reportaron hasta el día siguiente. Resulta que también tiene acciones en Gilead, manufactureros de Remdesivir, y dichas acciones también subieron en el mercado.
Luego sufrió otro bajón de oxígeno más, por lo que recurrieron a la dexametasona. Espero que nada de esto tenga relación con la selección de medicamentos. Ya eso sería el colmo.
Trump aseveró que "Ha sido una travesía muy interesante. Aprendí mucho sobre Covid". Agregó: "Ahora lo entiendo. Lo aprendí realmente yendo a la escuela. Esta es la verdadera escuela, esta no es la escuela de lecturas de libros (otro ataque anti intelectual contra los libros). Mientras tanto, amamos los EE. UU., y nos encanta lo que está sucediendo".
¿Realmente lo entiende? Una persona que en medio de una hospitalización por un virus altamente contagioso, se monta en un automóvil para irse en caravana por Washington, exponiendo a todos los que van adentro, realmente puede decir que entiende esa enfermedad? Díganos que es lo que entiende ahora. ¿Y qué es lo que “le encanta de lo que está sucediendo”? Me temo que la condición mental del presidente está comprometida. No sé si es por el mismo COVID o quizás por la dexametasona, que podría producir cambios mentales en algunas personas, pero lo cierto es que algo no anda bien en la azotea. Lo curioso es que el Dr. Conley le haya permitido todo esto, pero la historia sigue repitiéndose a través de todo el curso de la enfermedad de Trump. ¿Qué médico en su sano juicio da de alta a un enfermo cuya saturación de oxígeno esta tan inestable? En fin, ¿quién maneja a quién?
Trump me hubiese mandado a la cárcel por tratar de imponerme a sus caprichos. Y uno de esos caprichos llegó al punto de que él mismo se dio de alta.