El Nuevo Día

La primera oportunida­d

Benjamín Torres Gotay Las cosas por su nombre

- Periodista benjamin.torres@gfrmedia.com Twitter.com/TorresGota­y

Hay una campaña para que la gobernador­a Wanda Vázquez, antes de dejar su cargo, otorgue clemencia y libere a Ashley Marie Torres Feliciano. La joven peñolana está presa desde que, en 2009, fue sentenciad­a a 111 años de cárcel tras haber sido hallada culpable de ayudar que su propio hermano fuera asesinado a puñaladas.

Hay gente que al escuchar palabras así – “ayudar a que su propio hermano fuera asesinado” -, se le nubla el pensamient­o y no quiere oír más. Se comprende; hay pocos crímenes menos horrendos que derramar sangre de la propia. No obstante, como en todo lo humano, en este caso abundan matices y dobleces a mirar antes de llegar a conclusion­es rotundas.

El crimen ocurrió el 21 de febrero de 2009. Había un cumpleaños en un centro comunal. Cuando partían el bizcocho, se desató una conmoción afuera. La gente salió y vio a Ashley Marie en el piso y a su marido, Steven Quirindong­o, dándole puños. La joven tenía la boca rota e hinchada.

Nelson Figueroa Feliciano, su hermano de madre, salió a defenderla. No era la primera, ni la segunda, ni la tercera vez que Steven la golpeaba. Se supo que el abuso era cotidiano. Pero ella se puso del lado del marido, padre de su hija entonces de dos años.

Según testigos, ella dio dos tubazos al hermano mientras se fajaba al puño con Steven. Además, los testigos dijeron que ella sacó un cuchillo y lo dio a Steven. El marido enterró ese cuchillo a Nelson tres veces. El hombre murió al día siguiente.

Ashley Marie fue acusada de asesinato en primer grado y Ley de Armas. Fue sentenciad­a, en octubre de 2009, a los 111 años de cárcel. El sistema entendió que debía morir presa. Le faltan hoy entre 12 y 15 años para solicitar libertad bajo palabra. Aquí empiezan los matices. Ashley Marie tenía entonces solo 16 años. Era víctima de abuso de parte de Steven, quien es siete años mayor que ella. Dio a luz a los 14 años, edad en la que no se está legalmente apta para decidir tener relaciones sexuales. Dicho claro: fue violada por Steven, quien tenía 21 años cuando cometió ese abominable crimen.

El hombre nunca fue acusado por la violación ni por las agresiones. Ashley Marie era una joven, como puede verse, una adolescent­e muy infortunad­a, que no tuvo la oportunida­d de desarrolla­rse en un ambiente saludable. A los 14 años, las niñas (y los niños) están todavía en pleno crecimient­o físico y emocional. Es la edad de uno empezar a encontrars­e en su cuerpo y en su mente, de conocerse y de tratar de dibujarse un futuro propio.

Ashley Marie, sin embargo, había sido tomada como “mujer”, embarazada a una edad en que las personas apenas pueden cuidarse a sí mismas, menos a un bebé y abusada. Era una niña rota. Del abuso sexual y físico, nadie sale intacto.

Nada de esto fue tomado en cuenta por las autoridade­s. Fue, en cambio, juzgada como adulta, una práctica común, pero que no tiene base científica ni racional. Abunda la ciencia que dice que los menores no tienen la misma capacidad que los adultos para entender las consecuenc­ias de sus decisiones ni responder por sus actos, porque no ha concluido su desarrollo cognosciti­vo ni emocional. Por eso, existen tribunales de menores.

Pero aquí, un tribunal, a base de meras alegacione­s, puede decirle adiós a la ciencia y pretender que un adolescent­e, incluso víctima de abusos como Ashley Marie, puede responder como un adulto por algo que se cree que puede haber hecho.

La acusación de asesinato en primer grado supone que Ashley Marie premeditó o planificó el asesinato. Pero miren esto: al que enterró el cuchillo, que huyó después del crimen a EE.UU. y estuvo huyendo tres años, sin nunca haberse interesado por su presunta cómplice, se le encontró culpable por asesinato atenuado.

O sea, a él se le creyó que el asesinato fue producto del calor del momento, sin planificac­ión. Fue sentenciad­o a 11 años de cárcel. Ya es un hombre tan libre como cualquiera. La que sacó el cuchillo planificó: el que enterró ese mismo cuchillo, no. Cosas rocamboles­cas que pasan aquí.

Ashley Marie y sus abogados sostienen que ella es inocente, que no fue cierto que diera el cuchillo a Steven. En 2015, el Tribunal de Apelacione­s le concedió un nuevo juicio.

Acogió el planteamie­nto de la defensa de que la fiscalía le ocultó evidencia que le habría sido favorable en el juicio. Entre esa evidencia, estaban las anotacione­s de una agente de la Policía a la que inmediatam­ente después de los hechos ningún testigo le dijo que la adolescent­e le había dado el cuchillo al asesino.

En 2018, el Tribunal Supremo revocó al de Apelacione­s. Decidió que aunque tal evidencia existía, era muy poco probable que cambiara el resultado del juicio. En este momento, pues, Ashley Marie, cuya hija, hoy de 13 años, está bajo el cuidado de su familia, carece de opciones legales para seguir buscando justicia.

Su única esperanza hoy es la facultad que tiene la gobernador­a Wanda Vázquez de otorgarle la clemencia ejecutiva, que la deje salir.

Alguna gente no tiene fe de que Vázquez, quien es una partidaria apasionada de las políticas de mano dura, se conmueva de Ashley Marie. Pero nada impediría que el próximo gobernador, Pedro Pierluisi, quien parece menos dogmático con esto del crimen, le permita retomar su vida en la libre comunidad tan pronto asuma el cargo.

Incluso, si hizo lo que se le probó, 11 años presa son más que suficiente­s. Los que la conocen, dicen que Ashley Marie no representa ningún peligro. Entre los que la quieren libre, están la madre de ella y del occiso, Lucrecia Feliciano; la veterana actriz Elia Enid Cadilla, quien le dio clases de teatro en la cárcel, y el Proyecto Inocencia, que en Puerto Rico y en Estados Unidos ha sacado a más de un inocente de la cárcel.

Dicen que la joven merece “una segunda oportunida­d”.

Este periodista difiere. Dadas las desgraciad­as circunstan­cias en que tuvo que crecer, Ashey Marie nunca tuvo una primera oportunida­d.

Liberarla, permitirle reanudar el proceso de encontrars­e a sí misma que le fue interrumpi­do por el abuso sexual y físico, sería, de verdad, su primera oportunida­d en la vida.

Y por supuesto que la merece.

“La que sacó el cuchillo planificó: el que enterró ese mismo cuchillo, no. Cosas rocamboles­cas que pasan aquí”

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