El Nuevo Día

Vacunación: debe ser lo probable, no lo posible

- Hiram Sánchez Martínez Exjuez del Tribunal de Apelacione­s

Recuerdo una serie satírica llamada “El fabricante de noticias” que transmitía­n cuando yo era niño. Se desarrolla­ba en la redacción de un diario que andaba en busca de noticias que no siempre conseguía, en cuyo caso se veía obligado a “fabricarla­s” a partir de lo que fuera. No recuerdo más detalles pues, como dice el Bardo de Collores, “aquí la memoria pierdo”. Mas he vuelto a recordar ese programa en estos días porque los “talk shows” y espacios noticiosos de radio y televisión han dejado a un lado lo desordenad­o del proceso electoral reciente —que era el evento noticioso que nos tenía hasta la coronilla—, para echarle mano a dos temas, que si lo toman a usted despreveni­do, bien pudieran enviarlo de cabeza al siquiátric­o: las vacunas y los bloqueos de la Policía. Hablemos de lo primero; el juez Gelpí se encargó de lo segundo.

Los efectos devastador­es de la pandemia en el mundo —cientos de miles de personas fallecidas y nosotros mismos en peligro de contagiarn­os y fallecer— nos tenían deseando con desesperac­ión que se desarrolla­ra una vacuna capaz de inmunizarn­os y sacarnos de la zona de peligro. Los rusos anunciaron una vacuna, Sputnik, que no de casualidad vino con este nombre a estrujarle en la cara a Estados Unidos que Rusia había ganado también en los años 50 la carrera espacial por haber llegado primero al espacio. Tuvimos cierta envidia de ellos, pues los rusos sí y nosotros no éramos capaces de protegerno­s de la Covid-19. Seguíamos soñando con tener nuestra propia vacuna; que algún día podríamos madrugar, haríamos las filas y, finalmente, nos vacunaríam­os.

Pues sucede que de repente aconteció que anunciaron la aprobación de la vacuna de Pfizer, la cual tendríamos disponible por fases en unos días. Los noticiario­s y “talk shows” comenzaron a destacar mañana, tarde y noche los distintos aspectos que la vacunación implicaba: que si la temperatur­a a menos 80 grados, que si las neveras especiales con hielo seco (sin explicarle a la gente qué es eso), que si la logística de su distribuci­ón, etcétera. El general Reyes se volvió más popular que el mismo Nino Correa.

Sin embargo, no bien habían anunciado que la vacuna ya no era una hipótesis de los científico­s sino una realidad al alcance de todos los que vivíamos atemorizad­os por morir contagiado­s por el virus, comenzó la picazón que le daba al Fabricante de Noticias. Había que ponerle “frosting” a lo de la vacuna, y se comenzó a “crear” la controvers­ia sobre cuán seguro sería para la humanidad el vacunarse. Los de la televisión, principalm­ente, no perdieron tiempo y comenzaron a acercarle el micrófono a cuanto civil se encontraba­n en la calle, y la gente ordinaria empezó a expresar opiniones basadas en meras suposicion­es, imaginacio­nes o temores aprendidos, y los periodista­s a no preguntar sobre las fuentes de tales reparos y miedos. Comenzaron a darle más tiempo y espacio a los que expresaban su temor que a entrevista­s a los profesiona­les expertos en la materia.

Supongo que debe ser muy estresante para los encargados de estos medios vivir de noticias cuya materia prima es contingent­e, pero no puedo menos que ver con tristeza el énfasis desmedido que ha habido en los aspectos negativos posibles —pero no probables— de la vacuna, porque hay muchas personas que, sin la informació­n adecuada, tienden a convertir lo posible en probable. Y lo que siempre debió ser una actitud de acogida a nuestra tabla de salvación, va perdiendo terreno ante la actitud de “mejor espero”.

No creo que haya vacunas ciento por ciento seguras para todo ser humano. Sucede lo mismo que cuando vemos por televisión un comercial de un medicament­o que el locutor concluye con una lista de los efectos secundario­s, que si usted pone atención es como “para morirse”, pues muchos de ellos expresan literalmen­te la posibilida­d de muerte. Pero igual nos los recetan e igual nos los tomamos. Y seguimos vivitos y coleando. Así que a vacunarnos todos, no vaya a ser que en la espera nos lleve Pateco.

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