Eunice Santana: La Navidad renueva la esperanza
Cuando nos enfrentamos por primera vez a algo desconocido, es natural sentir temor y dudar sobre nuestra capacidad para lidiar exitosamente con ello. No es hasta que aceptamos su realidad, le ponemos nombre y nos decidimos a enfrentar lo que sea cuando iniciamos el camino hacia la posibilidad de vencerle. Al hacerlo, ganamos confianza, experiencia y acumulamos fuerzas para torear situaciones aún más difíciles en el futuro.
Por eso, mientras estamos todavía atravesando los desafíos que nos presenta la pandemia del COVID-19, nos es posible mantener la cordura y anticipar el triunfo de la salud sobre la enfermedad, al asumir conductas eficaces. Lo que parecía ser un camino oscuro e interminable, hoy nos parece ser un sendero que promete tener fin y que conducirá a los pueblos como el nuestro y a la humanidad entera a una nueva realidad de mayor colaboración y entendimiento para vencer obstáculos comunes, abrazando la certeza de que así ha de ser.
De igual manera, en Puerto Rico, el comienzo de un nuevo cuatrienio llega repleto de retos para trabajar a favor del país, o sea, para ocasionar cambios desde la perspectiva de la búsqueda del bien común, privilegiando a las personas que sufren mayor empobrecimiento y exclusión.
Las personas en el servicio público, desde La Fortaleza, la legislatura, las alcaldías y otras esferas tendrán la oportunidad de acoger esto como un nuevo comienzo para servir con honestidad, sensibilidad, visión de futuro, madurez, generosidad y sentido de responsabilidad hacia el pueblo en su totalidad y no solo a sus amistades o miembros de su colectivo político. A eso han sido llamadas y llamados, y la atención activa del pueblo les ha de apoyar cuando cumplan con su deber y señalar el camino a seguir cuando se desvíen.
Soñamos con un futuro mejor, libre de la pandemia y de los desaciertos que nublaron el cuatrienio anterior, sabiendo que a pesar de las dificultades es a nosotros y nosotras a quienes nos toca hacerlo brotar.
Al detenernos a pensar en ello en medio de la celebración de una Navidad distinta, de menor algarabía, mayor silencio, con distanciamiento social y con el rostro parcialmente cubierto por las mascarillas, aprovechemos para recuperar los mensajes que esta bella historia nos transmite a través de los siglos - amor, perdón, compromiso, dádiva, luz y liberación - para un pueblo que estaba sumido en la miseria, el colonialismo, el endeudamiento, la esclavitud y la enfermedad, y, como consecuencia, con amplios sectores llenos de sentido de impotencia y desesperanza. Para aquel pueblo, como para el nuestro que vive en condiciones muy parecidas o idénticas, la Navidad representa esperanza y es un llamado a renovar la lucha para transformar situaciones de injusticia, a crear cosas nuevas y a celebrar el anuncio de un nacimiento, que ejemplifica la continuidad de la vida en medio de lo que puedan ser amenazas de muerte.
La Navidad es promesa y cumplimiento de acompañamiento fiel. Es Dios con nosotras y nosotros. Seamos, pues, responsables y valientes ante el momento que nos ha tocado vivir, dando lo mejor de nosotros/as mismos, que el futuro es nuestro.
La Navidad representa esperanza y es un llamado a renovar la lucha para transformar situaciones de injusticia, a crear cosas nuevas y a celebrar el anuncio de un nacimiento, que ejemplifica la continuidad de la vida en medio de lo que puedan ser amenazas de muerte”