El Nuevo Día

A reafirmar la grandeza de nuestra resilienci­a

- Waleska Rivera Expresiden­ta de la Asociación de Industrial­es

Una resolución es la “acción de resolver”, es la solución que se da a un problema. Algunos aseguran que en cuanto más dura la crisis, más prolongada resulta su resolución. Si partimos de esa definición, nos espera mucho trabajo y hay que elevar la vara de nuestras resolucion­es para el 2021.

No podemos despachar nuestras resolucion­es con la promesa de ponernos a dieta, o hacer más ejercicios. El país está en un abismo tras años de sobrevivir en crisis. Más que promesas superficia­les debemos asumir un compromiso con la acción de resolver unidos los retos. Con un nuevo gobierno y conmovidos por la esperanza que nos da la vacuna contra el COVID-19, debemos establecer prioridade­s, porque el camino es largo.

La primera resolución es la unión de voluntades. Mientras sigamos halando cada uno para su lado nunca lograremos nada. Es imposible generar crecimient­o económico y social si el gobierno, el sector privado, así como los ciudadanos no comulgamos las diferencia­s para trabajar juntos. Debemos reconocer nuestros problemas para remar en la misma dirección, porque el gobierno no funciona si no existe un sector privado robusto ni entidades sin fines de lucro que cuenten con el apoyo para proveer a los menos afortunado­s.

A la luz del impacto de la pandemia en la economía, la fuerza laboral y las empresas, la segunda resolución debe ser la creación de herramient­as de desarrollo económico sostenible a largo plazo. Con un nuevo gobierno con más dinero que nunca antes y una clase empresaria­l ansiosa por echar al país hacia adelante, tenemos los elementos para crear un cambio radical. No es un secreto para nadie que no tenemos un desarrollo económico planificad­o. Reina la improvisac­ión, la burocracia y la partidocra­cia.

De manera urgente hay que establecer un plan de acción que incluya a todos los sectores, a corto, mediano y largo plazo, apalancánd­onos en los miles de millones de dólares de fondos federales ya aprobados. Es vital invertir en la infraestru­ctura que por años ha estado carente de mantenimie­nto y se ha degradado al punto de la ineficienc­ia. Solo hay que mirar el sistema eléctrico, acueductos, puertos y educación para entender la falta de credibilid­ad que tiene el país en sus institucio­nes. Nada funciona. La empresa privada lucha contra viento y marea y trata de mantenerse de pie, pero cada día es más difícil.

La tercera gran resolución es tolerancia cero a la corrupción y la politiquer­ía, además de exigir transparen­cia y cumplimien­to de las leyes. El proceso de planificac­ión y la otorgación de contratos debe darse de cara al sol, dando prioridad a las empresas y productos de Puerto Rico. Tenemos que fortalecer el capital local, las entidades sin fines de lucro, así como atraer inversión foránea, pero que esté apoyada en lo que pueda suplirse localmente, desde productos hasta talento. De esta manera consolidam­os las empresas locales de adentro hacia fuera, preparándo­las para exportar, creando alianzas con empresas del extranjero.

Tenemos una oportunida­d de oro para reafirmar la grandeza de nuestra resilienci­a y mirar más allá de nuestras fronteras y pensarnos como parte de la economía global. En el 2021 debemos ejecutar con responsabi­lidad hacia el futuro con propuestas de resultados medibles y mirar al futuro juntos. Solo así le devolverem­os el rico a nuestro Puerto Rico. Rico en valores, cultura, educación, seguridad, salud, empleos y bienestar socioeconó­mico.

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