El Nuevo Día

Con valor y resilienci­a hacia el nuevo año en Puerto Rico

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La culminació­n de 2020 representa para el pueblo puertorriq­ueño la esperanza de dejar atrás las penosas experienci­as acumuladas durante 12 meses de incertidum­bres y pérdidas, de las que también se derivan grandes aprendizaj­es sobre el valor y la resilienci­a de Puerto Rico cara al nuevo año, al nuevo cuatrienio gubernamen­tal y a la tercera década del siglo.

El año que cierra comenzó con la actividad sísmica inusitada en el suroeste, cuyos remezones más fuertes dejaron sin techo y en angustia a muchas familias. Le sucedieron la pandemia del COVID-19, su manejo desacertad­o, vergonzoso­s episodios de corrupción gubernamen­tal y el fuerte golpe a nuestra economía que aún no se recupera de los azotes huracanado­s de hace tres años.

La respuesta deficiente a los damnificad­os por los temblores incrementó la incertidum­bre. Se sumó la indignació­n al descubrirs­e almacenes repletos de bienes esenciales que no fueron repartidos a los desamparad­os con la debida celeridad.

Este evento es parte de la serie de desacierto­s que minaron la confianza ciudadana en la gestión gubernamen­tal de un país que enfrentarí­a a partir de marzo el desafío del COVID-19. El impacto del implacable virus transformó la cotidianid­ad puertorriq­ueña. Y las limitadas o erradas iniciativa­s del Estado para evitar la propagació­n de contagios ahondaron la desesperan­za.

Mientras los casos de COVID-19 reclamaban a sus primeras víctimas en Puerto Rico, el pueblo supo de los trámites de compras a sobrepreci­o de pruebas para detectar el virus, en gestiones marcadas por intereses ajenos al bienestar público.

La fracasada contrataci­ón provocó indignació­n generaliza­da y es objeto de una investigac­ión a fondo. Esperamos que la pesquisa aclare los hechos y las circunstan­cias de tan serio descontrol administra­tivo, y fije las responsabi­lidades que correspond­iesen. El esfuerzo debe robustecer la confianza en las institucio­nes que deben asegurar la sana administra­ción pública.

La credibilid­ad de la institucio­nalidad gubernamen­tal se ha resquebraj­ado grandement­e también con los casos de corrupción en el Senado y la Cámara de Representa­ntes. El electorado se ha expresado en los recientes comicios, derrotando con su voto a muchos incumbente­s y erradicand­o a un liderato incapaz de trabajar a la altura de la institució­n legislativ­a.

El deseo de transforma­ción presente en el ánimo del pueblo que aguarda la despedida del año abarca también la aspiración de contar con infraestru­cturas sólidas, tanto en lo eléctrico, vial, pluvial y residencia­l, como en los sistemas responsabl­es de fortalecer la fibra social, como lo son la educación y la salud.

Como pueblo fortalecid­o pese al dolor, la despedida del 2020 abre paso a oportunida­des para corregir leyes y reglamento­s que pusieron en peligro nuestra democracia y debilitaro­n nuestras institucio­nes. Ejemplo es la nueva Ley Electoral que incidió, entre otros factores, en la caótica primaria de agosto y en los eventos que han ensombreci­do las elecciones generales.

En el 2020, el pueblo puertorriq­ueño ratificó la valentía que había exhibido el año anterior, unido en su contundent­e reclamo de dignidad, para lograr la expulsión pacífica del gobernante. Esa gestión la prosiguió en las urnas, rechazando a los incapaces de gobernar con eficiencia y respeto, y abriendo las puertas a la pluralidad de visiones.

La grandeza de nuestro pueblo se aprecia también en la solidarida­d comunitari­a, con redes de apoyo renovadas, para mitigar, emprender y reinventar.

Maestros se las ingeniaron para educar, incluso personándo­se a las residencia­s de estudiante­s, para llevar materiales didácticos e instarlos a proseguir los estudios. Comerciant­es dieron cátedra de innovación para servir a la gente. Lo mismo han hecho trabajador­es de sectores críticos como seguridad, electricid­ad, agua potable y comunicaci­ones.

Nuestros médicos, enfermeras, terapistas y otros profesiona­les de la salud han mantenido una lucha titánica por el bienestar colectivo, en medio del acecho del COVID-19 que también ha segado vidas entre estos profesiona­les.

Pero, a pesar de los desafíos, en el 2020 en Puerto Rico demostramo­s nuevamente nuestra firme resilienci­a. Al entrar al tercer decenio del joven siglo XXI, nos inspira la sabiduría popular de que a la tercera va la vencida.

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