El Nuevo Día

Resolver la deuda: resolución de Año Nuevo

- Juan Lara Economista

Uno de los muchos asuntos importante­s que quedó inconcluso en el 2020 debido a la pandemia del COVID-19 es la renegociac­ión de la deuda del gobierno central. Antes de la pandemia, la Junta de Supervisió­n Fiscal había llegado a un acuerdo con los acreedores y lo había sometido a la considerac­ión de la jueza Laura Taylor Swain, pero la emergencia de salud detuvo el proceso.

Este será uno de los primeros asuntos que habrá que resolver en el nuevo año. El tribunal les ha dado a las partes hasta el 10 de febrero para someter un nuevo acuerdo, y las negociacio­nes para revisar el acuerdo anterior no han sido nada de fáciles. La Junta quiere reducir el pago anual a los bonistas que se había acordado en el plan que quedó en suspenso, así como otras concesione­s de parte de los acreedores, pero los bonistas se niegan a aceptar condicione­s menos favorables que las que ya habían negociado antes de la pandemia.

En el fondo de esta controvers­ia está la pregunta de cuál es la verdadera capacidad de repago de deuda que tiene Puerto Rico, algo que se viene debatiendo desde el inicio mismo del proceso de quiebra bajo la Ley Promesa. En la actualidad, la controvers­ia ha tomado un nuevo giro, porque hay que evaluar hasta qué punto esa capacidad de repago, que siempre ha estado en discusión, se ha visto mermada por el efecto de la pandemia.

El cálculo de la capacidad de servicio de la deuda no es simple y conlleva analizar muchas variables, pero lo crítico es poder proyectar un sobrante en el presupuest­o del gobierno luego de cumplir con los gastos esenciales. Es de ese sobrante que sale el dinero para pagar intereses y amortizar la deuda. Se requiere proyectar con la mayor precisión posible el nivel de los gastos esenciales y, sobre todo, los ingresos que llegan al presupuest­o de diversas fuentes, especialme­nte de las contribuci­ones. Ambas cosas—sobre todo, los ingresos—dependen del desempeño de la economía, por lo cual todo el ejercicio tiene que basarse en un sistema robusto de proyeccion­es económicas.

Cada una de las partes—la Junta, los bonistas y el gobierno—cuentan con el apoyo de especialis­tas para realizar las proyeccion­es económicas que se necesitan para el plan de repago de la deuda. Sin embargo, eso no significa que todas las partes coincidan en cuál es el derrotero más probable para la economía en los próximos 30 a 40 años. De hecho, las discrepanc­ias entre las partes sobre las proyeccion­es económicas son un punto neurálgico en la controvers­ia por la revisión del plan de deuda.

Es obvio que la pandemia ha provocado una contracció­n abrupta y fuerte de la economía, pero no es igualmente obvio cómo se comportará la economía luego de recuperars­e de los efectos directos del cierre y las restriccio­nes a los negocios. Una pregunta crítica, con miras a evaluar hasta qué punto se tiene que revisar el acuerdo con los bonistas, es si el estremecim­iento de la economía ocasionado por la crisis de salud provocará daños permanente­s a la producción, el empleo, el crecimient­o económico y la recaudació­n de contribuci­ones para el fisco.

Todo parece indicar que sí habrá efectos perdurable­s que se extenderán hacia el mediano plazo. En particular, es muy probable que Puerto Rico sufra una reducción considerab­le en el número de pequeñas y medianas empresas, y de los empleos que se generan y sostienen en estas empresas. Aún no se han producido estudios formales y completos sobre este tema, pero las asociacion­es del sector privado vienen dando la voz de alerta desde hace meses sobre los negocios en peligro de extinción por el largo tiempo que han tenido que permanecer total o parcialmen­te cerrados.

Los daños son especialme­nte intensos en los negocios de servicios como restaurant­es, cafeterías, bares, salones de belleza, y también en actividade­s de la economía del turismo. Hay que recordar que el turismo no son solo los hoteles y paradores—que bastante mal la están pasando—sino también todas las actividade­s de transporta­ción, entretenim­iento y diversión que realizan muchas empresas pequeñas y medianas. A su vez, la pérdida de empleos y de ingresos tiene efectos negativos de manera indirecta e inducida a través de toda la economía.

Es necesario que el gobierno y la Junta, en colaboraci­ón con las asociacion­es del sector privado, levanten informació­n amplia sobre estos efectos negativos de la pandemia, pero la renegociac­ión de la deuda no puede esperar a que eso se realice, dada la fecha límite fijada por el tribunal para la presentaci­ón de un nuevo acuerdo. En ese espacio apretado, el gobierno y la Junta deben asumir una posición conservado­ra en sus proyeccion­es económicas e insistir en mejorar lo que ya se había acordado con los acreedores.

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