Enfermo y enfermedad
Con la Escuela de Medicina de la UPR
Todos aspiramos a vivir siempre saludables. Enfermar nos asusta pues nos acerca un poco a la muerte. Para el filósofo griego Epicuro, la felicidad es la ausencia de dolor y enfermedad. Irremediablemente, según avanzamos en edad, nos vamos enfermando. Cambios en nuestro cuerpo y mente nos hacen sentirnos diferentes y limitaciones afectan nuestro estilo de vida. Los “achaques” son manifestaciones de desgaste de múltiples procesos biológicos que anticipan y nos preparan psicológicamente para el asomo de alguna enfermedad futura.
La enfermedad sigue siendo un fenómeno misterioso aún cuando la Medicina conoce cada día más lo que le ocurre al enfermo, desde sus alteraciones en órganos y sistemas hasta los cambios moleculares y bioquímicos. Para el hombre común, las enfermedades son entidades que andan “dispersas por ahí” y que te “cogen” o “te las pegan” si no te cuidas.
Pero lo cierto es que tendemos a verlas en otros y negarlas en nosotros mismos. Solo cuando vemos, sentimos o palpamos algo raro es cuando nos preocupamos y vamos al médico. Su diagnóstico nos convierte oficialmente en enfermos; que viene del latin, infirmus, o el que no tiene fortaleza. Nuestra primera reacción es de sorpresa y asombro. Luego, duda y negación. Primero pensamos que no puede ser, luego buscamos una causa benigna y pasajera, siendo esta la primera explicación que hacemos de nuestra enfermedad y el primer paso para aceptar que estamos enfermos. Llenos de interrogantes sin respuestas, pasamos el día angustiados, aturdidos y con la atención dispersa. En la noche, el insomnio está cargado de pesimismo y negatividad.
Momentos de tristeza, desánimo, pesimismo y aislamiento alterarán la vida familiar. Nos hace bien compartir lo que nos pasa con ellos y no llevarlo como un pesado secreto que nos agobia y lo peor aún, limitando las posibilidades de ayuda. El apoyo que necesitamos es saber que “están ahí” para ayudarnos, en todo momento, pendientes y con actitudes positivas y esperanzadoras. El “pon de tu parte” no nos ayuda. Conductas de coraje y rebeldía con el tratamiento pueden intercalarse en el proceso y ocurren por la necesidad de expresar nuestra frustración e impotencia para cambiar lo que nos ocurre, particularmente cuando empeoramos.
Cuando “caemos en una cama” entramos a otra dimensión existencial, la de la dependencia y la pérdida de autonomía. Nos tenemos que desprender de nuestras vestiduras que nos distinguen. Nuestros límites corporales son invadidos y examinados sin que tengamos mucho que decir. Lo más conveniente es abandonarse a la voluntad de los otros, confiando en ellos. Hacemos una “regresión” a una vivencia previa en nuestras vidas, usualmente a nuestra infancia, cuando nuestra madre y abuela cariñosamente nos colmaban de cuidos y atenciones y como hadas madrinas, con su amor, nos curaban.
En algún momento “negociaremos” con nuestros cuidadores los tratamientos indicados y así pasamos de enfermos a pacientes; del latín: ser el que sufre y padece. Con paciencia aceptamos el nuevo rol y le otorgamos al médico la potestad y confianza en que nos cure y nos “trate” como el enfermo y no solo la enfermedad.
Hablemos de Salud es una sección desarrollada por la Escuela de Medicina del Recinto de Ciencias Médicas de la UPR que busca informar y establecer un diálogo directo de la facultad médica de la Escuela con la ciudadanía sobre los temas más apremiantes de la salud y la medicina.