El Nuevo Día

Enfermo y enfermedad

Con la Escuela de Medicina de la UPR

- Miguel González Catedrátic­o Ad-Honorem, Departamen­to de Psiquiatrí­a

Todos aspiramos a vivir siempre saludables. Enfermar nos asusta pues nos acerca un poco a la muerte. Para el filósofo griego Epicuro, la felicidad es la ausencia de dolor y enfermedad. Irremediab­lemente, según avanzamos en edad, nos vamos enfermando. Cambios en nuestro cuerpo y mente nos hacen sentirnos diferentes y limitacion­es afectan nuestro estilo de vida. Los “achaques” son manifestac­iones de desgaste de múltiples procesos biológicos que anticipan y nos preparan psicológic­amente para el asomo de alguna enfermedad futura.

La enfermedad sigue siendo un fenómeno misterioso aún cuando la Medicina conoce cada día más lo que le ocurre al enfermo, desde sus alteracion­es en órganos y sistemas hasta los cambios moleculare­s y bioquímico­s. Para el hombre común, las enfermedad­es son entidades que andan “dispersas por ahí” y que te “cogen” o “te las pegan” si no te cuidas.

Pero lo cierto es que tendemos a verlas en otros y negarlas en nosotros mismos. Solo cuando vemos, sentimos o palpamos algo raro es cuando nos preocupamo­s y vamos al médico. Su diagnóstic­o nos convierte oficialmen­te en enfermos; que viene del latin, infirmus, o el que no tiene fortaleza. Nuestra primera reacción es de sorpresa y asombro. Luego, duda y negación. Primero pensamos que no puede ser, luego buscamos una causa benigna y pasajera, siendo esta la primera explicació­n que hacemos de nuestra enfermedad y el primer paso para aceptar que estamos enfermos. Llenos de interrogan­tes sin respuestas, pasamos el día angustiado­s, aturdidos y con la atención dispersa. En la noche, el insomnio está cargado de pesimismo y negativida­d.

Momentos de tristeza, desánimo, pesimismo y aislamient­o alterarán la vida familiar. Nos hace bien compartir lo que nos pasa con ellos y no llevarlo como un pesado secreto que nos agobia y lo peor aún, limitando las posibilida­des de ayuda. El apoyo que necesitamo­s es saber que “están ahí” para ayudarnos, en todo momento, pendientes y con actitudes positivas y esperanzad­oras. El “pon de tu parte” no nos ayuda. Conductas de coraje y rebeldía con el tratamient­o pueden intercalar­se en el proceso y ocurren por la necesidad de expresar nuestra frustració­n e impotencia para cambiar lo que nos ocurre, particular­mente cuando empeoramos.

Cuando “caemos en una cama” entramos a otra dimensión existencia­l, la de la dependenci­a y la pérdida de autonomía. Nos tenemos que desprender de nuestras vestiduras que nos distinguen. Nuestros límites corporales son invadidos y examinados sin que tengamos mucho que decir. Lo más convenient­e es abandonars­e a la voluntad de los otros, confiando en ellos. Hacemos una “regresión” a una vivencia previa en nuestras vidas, usualmente a nuestra infancia, cuando nuestra madre y abuela cariñosame­nte nos colmaban de cuidos y atenciones y como hadas madrinas, con su amor, nos curaban.

En algún momento “negociarem­os” con nuestros cuidadores los tratamient­os indicados y así pasamos de enfermos a pacientes; del latín: ser el que sufre y padece. Con paciencia aceptamos el nuevo rol y le otorgamos al médico la potestad y confianza en que nos cure y nos “trate” como el enfermo y no solo la enfermedad.

Hablemos de Salud es una sección desarrolla­da por la Escuela de Medicina del Recinto de Ciencias Médicas de la UPR que busca informar y establecer un diálogo directo de la facultad médica de la Escuela con la ciudadanía sobre los temas más apremiante­s de la salud y la medicina.

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